La administración Trump ejerce una operación de presión sistemática contra México, mediante tensiones diplomáticas y presiones comerciales, buscando frenar la posición independiente de nuestro país.

La iniciativa más reciente que encendió las alarmas, es la propuesta de imponer un impuesto del 3.5% a las remesas enviadas por migrantes mexicanos desde Estados Unidos. Un ataque frontal al ingreso de millones de familias, y, además una amenaza directa a una principal fuente de divisas para nuestra economía. La reacción no se hizo esperar. La presidenta Claudia Sheinbaum fue contundente: “De ser necesario, nos vamos a movilizar, porque no queremos que haya impuestos a las remesas de nuestros paisanos de Estados Unidos a México”. Aclaración necesaria: Esto ocurrió hace tres semanas, en un escenario muy distinto, previo al envío de la guardia nacional por parte de Trump a Los Ángeles y a los disturbios allí ocurridos los últimos días. Las movilizaciones aludidas por la presidenta no significan incurrir en actos callejeros de violencia, ni necesariamente en Los Ángeles. En dicho contexto, el pasado martes, la secretaria de Seguridad Nacional de E.U., Kristy Noem, en reunión pública, al lado de Trump, amarró navajas: “La presidenta Sheinbaum está alentando protestas -movilizaciones- en suelo estadounidense, y les digo claramente: eso Estados Unidos no lo va a permitir”.

El entramado de temas con Estados Unidos tomó una ruta inesperada, al decidir Trump aplicar aranceles del 50% sobre el acero y el aluminio, luego de haber exentado apenas en abril a México de los mismos. Probablemente obtengamos alguna concesión al respecto, pero que difícil es navegar en el mar de la incertidumbre trumpiana. Otro frente de tensión es el de la seguridad: México ha sido enfático en no permitir la entrada de fuerzas estadounidenses para operar directamente en territorio nacional contra cárteles del crimen organizado. En respuesta, EU ha endurecido el discurso desde el Capitolio, campañas mediáticas acusándonos de ser permisivos con el narcotráfico, con una narrativa que justificaría una futura intervención. Para rematar, en México se aprobó, con menos del 13% de participación, la elección popular del poder judicial, lo cual alerta a la inversión en nuestro país, temerosa de la carencia de las necesarias garantías jurídicas.

La relación de México con el Estados Unidos de Trump atraviesa por una fase tensa y asimétrica, marcada por una estrategia de presión constante, priorizando destacar la autoridad del país del norte. En la práctica, no se termina de cerrar un frente cuando se abre otro, cada paso responde a una lógica de asedio constante que busca mantener a México a la defensiva. Por lo pronto, el arancel al acero ya está vigente y golpea a la industria siderúrgica nacional. El impuesto a las remesas -de aprobarse- afectaría a más de 12 millones de hogares dependientes. El T-MEC está bajo amenaza de reinterpretación o incluso de renegociación unilateral, lo que generaría incertidumbre en sectores como el automotriz, agrícola y manufacturero. En lo político prevalece la narrativa de la confrontación, opuesta a la cooperación bilateral en temas de migración, seguridad, salud pública y cambio climático. Hoy, enfatizamos en que el discurso de Trump contribuye al aumento de incidentes de discriminación y odio contra nuestros migrantes en Estados Unidos.

Analista político

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