Una vez más los problemas de salud han alcanzado notoriedad en los medios de comunicación y en las redes sociales. Tocó ahora el turno a los Institutos Nacionales. Me refiero al Hospital Infantil de México y al Instituto de Neurología, pero no son solo estos dos los afectados. El resto de los que prestan servicios de atención médica directa también adolecen de problemas serios que limitan su funcionamiento adecuado. En el listado se deben incluir, al menos, a Cardiología, Nutrición, Cancerología, Pediatría, Psiquiatría, Perinatología, Rehabilitación y Enfermedades Respiratorias.
Se trata de una red de trece unidades que forman parte del sistema público de salud de México, que contribuye con la atención especializada de calidad para pacientes sin seguridad social, en los que se desarrolla un porcentaje relevante de la investigación en salud y donde se forman recursos humanos con nivel de excelencia. Son parte del orgullo de las profesiones de la salud y diariamente atienden a miles y miles de personas que requieren una respuesta a sus necesidades. Varios de ellos tienen más de ochenta años de funcionamiento.
Los institutos nacieron como parte de la respuesta del Estado Nacional a problemas serios de su tiempo hoy todavía vigentes. La atención de las principales causas de muerte en el país es parte de su tarea. Este es el caso de las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, los tumores, los accidentes, las enfermedades del hígado, las cerebrovasculares, renales y pulmonares, entre otras. Pero también lo es la atención de grupos de población como niñas, niños y adolescentes, mujeres o la salud mental.
Por desgracia han pasado a ser parte de los numerosos ejemplos de cómo la mentira, la demagogia, la falta de recursos y la mala administración se han impuesto y están afectando el cumplimiento de sus tareas, perjudicando especialmente a la población más pobre del país que busca solución a sus problemas de salud. Es verdad que hace siete años había insuficiencias importantes, las cuáles se han agravado y a estas se han sumado otras que no se registraban.
Molesta y preocupa el amplio desabasto de insumos que todavía se registra, al igual que la infestación de chinches en el Instituto de Neurología, pero lo que resulta inaceptable, ofensivo y deplorable es la interrupción de actividades quirúrgicas en el Hospital Infantil por la falta de pago a la empresa que presta el servicio de anestesia y que, según se informó, provocó la suspensión del cincuenta por ciento de las cirugías y de numerosas endoscopías, poniendo en riesgo la vida de los menores que se atienden en esa entidad.
Celebro el valor cívico y la ética de los colegas que se dirigieron a la presidenta el pasado 9 de octubre informando los hechos y pidiendo ayuda. Toda mi solidaridad y estima para ellos. Son un ejemplo para quienes permanecen en la comodidad del silencio cómplice, incluido el de las autoridades de la Secretaría de Salud, continuadoras del desastre del gobierno de López Obrador, Alcocer y López Gatell.
Por su denuncia recibieron, seis días más tarde, una respuesta de rutina, burocrática, sin ningún sentido humano o de urgencia, firmada por la titular de Atención Ciudadana quien, para colmo, rubrica su pieza oficinesca con una supuesta frase gloriosa de la presidenta que dice “Y a nosotros no se nos olvida jamás que somos gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Por su parte la presidenta dijo que no faltan recursos. Tiene razón. Al gobierno le sobra dinero. El problema es que no es para salud, sino para acciones clientelares preparatorias de los procesos electorales.
Exrector de la UNAM. @JoseNarroR

