Las dos primeras entregas registraron información sobre algunas características sociales y demográficas de la juventud mexicana. Paso ahora a presentar conclusiones y recomendaciones para contar con una política pública. Para algunos grupos y sectores se han diseñado, con resultados irregulares y pobre consistencia. Este es el caso de las niñas y los niños, las mujeres, las personas con discapacidad o los adultos mayores, pero no el de la juventud.

Todos fuimos niños, la mayoría jóvenes, muchos adultos y los más afortunados llegamos a la vejez. En muchos momentos de mi vida, el tema juvenil ha sido parte de mis preocupaciones profesionales. Por ello, revisé algunas de las opiniones que al respecto he sostenido. Para mi sorpresa, lo que sostuve hace casi tres lustros, en 2011, tiene vigencia y me propongo compartirlo con los lectores.

Lo primero es reconocer que los jóvenes de hoy llegaron a un mundo muy diferente al que tuvimos otras generaciones. A la que pertenezco le tocó contar con la convicción de que el estudio aseguraba empleo y este daba estabilidad y certeza para su vida futura. Esto ya no es así. Abundan jóvenes con estupenda formación, incluso en el posgrado, que no encuentran trabajo. Además, hoy los empleos son cambiantes y no son para toda la vida. La tecnología ha sustituido numerosos espacios laborales y esto se acentuará en el futuro cercano.

Mientras entre la juventud de mi generación eran compartidas con amplitud la solidaridad, la esperanza y el idealismo, en la actualidad en la sociedad parecen prevalecer el egoísmo, el pesimismo y el pragmatismo a ultranza. Los mensajes que recibíamos de jóvenes y adultos eran de ánimo por el cambio, de invitación a generar “utopías alcanzables” y de lucha por un mundo más justo. Ahora lo que ellos reciben es el señalamiento de que lo que conviene es salvarse cada uno, que mucho está corrompido, que lo que vale es acumular dinero y bienes materiales –mucho y pronto– sin importar su origen.

Antes nos movilizábamos y demandábamos, ahora eso se les dificulta. Se pretende que, con otorgarles unos cuantos pesos, se mantengan dóciles, agradecidos y políticamente afines al régimen. La política era vía posible y hoy es ruta de la inmundicia. El nuestro era un México seguro y hoy es lo contrario; era una nación cierta y ahora prevalece el desasosiego. Se nos escuchaba y ahora se les ordena. Antes éramos y ahora solo están y cuando quieren ser, solo hay espacio para la utilización.

La política pública que se requiere con urgencia para los jóvenes debe ser diseñada y acordada con su participación y requiere, entre muchos otros: la formación de ciudadanía desde la niñez y el estímulo a la participación en una política decente que hoy no existe; la universalización de la educación media superior y el incremento al doble en la superior; inserción laboral en empleos completos y con prestaciones; acciones para prevenir la violencia, las adicciones, el embarazo precoz y el VIH-SIDA; impulso al deporte, así como acciones para grupos con necesidades particulares, entre otras.

De igual forma se requieren programa de créditos y de vivienda para ellos, con la inclusión de las culturas juveniles a las políticas en ese campo. Las becas deben abandonar su empeño clientelar y tener propósitos de formación, superación y desarrollo de liderazgos. Por supuesto se deben incluir acciones de solidaridad intergeneracional y de apoyo a causas sociales y al desarrollo comunitario. En todo esto hay problemas, pero se debe reconocer que ahí están en parte las soluciones a los déficits de nuestro país.

Exrector de la UNAM. @JoseNarroR

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