El nombramiento de Hugo López-Gatell como representante de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene dos tipos de problemas. Por un lado, sus desastrosos antecedentes como encargado de la pandemia del Covid y sus potenciales responsabilidades políticas y legales, sobre lo que otros con mucha mayor experiencia en la materia han escrito a lo largo de los años. Por el otro, de diplomacia y buen gobierno.
Como algunos ya han señalado, el cargo al que se postula a López-Gatell simplemente no existe. El o la embajadora de México ante los Organismos Internacionales con sede en Ginebra se encarga de representar a nuestro país ante una veintena de agencias y organismos del Sistema de Naciones Unidas, así como otras organizaciones que trabajan en colaboración estrecha con la ONU, como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). La única excepción es la Organización Mundial del Comercio (OMC), para la que existe desde hace décadas una misión permanente separada, dependiente de la Secretaría de Economía.
Entre las agencias de Naciones Unidas que atiende nuestra misión en Ginebra están las organizaciones dedicadas a la migración (OIM), propiedad intelectual (OMPI) y meteorología (OMM), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las conferencias de Desarme y sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), las oficinas de los Altos Comisionados para Refugiados (ACNUR) y Derechos Humanos, el Consejo de Derechos Humanos y si, también la OMS.
La OMS celebra una asamblea anual a la que suelen asistir los ministros de salud y cuenta con algunos mecanismos que sesionan una media docena de veces al año por un par de días a la vez. Desde hace décadas, dichas reuniones son atendidas por personal de las misiones permanentes en Ginebra y, excepcionalmente, por los embajadores, pero solo cuando el tema lo amerita. Como resultado, ningún país del mundo cuenta con un representante permanente en Ginebra exclusivamente dedicado a la OMS. Ni siquiera los técnicos elegidos para encabezar mecanismos, fuerzas de tareas o presidir órganos subsidiarios de la organización se dedican a la OMS de tiempo completo. Dichos funcionarios forman parte de las misiones permanentes en las que se encargan de otras tareas o bien ocupan cargos en los ministerios de sus capitales, incluyendo los presidentes de las asambleas anuales que suelen ser los propios ministros. Por más activo que sea, por más que López-Gatell se involucre en la OMS, le sobrará muchísimo tiempo. Por si fuera poco, su nombramiento reabre la bizarra discusión sobre la ratificación de Marie Claire Acosta como embajadora para derechos humanos y es una descortesía con el secretario de Salud y la embajadora de México en Ginebra.
La SRE y el Servicio Exterior Mexicano (SEM) están sometidos a medidas de austeridad extremas que han dejado la operación de nuestras representaciones en el exterior prácticamente en los huesos. En muchos casos, el esfuerzo de los comprometidos diplomáticos de carrera simplemente no alcanza para desarrollar las tareas que merece un país como el nuestro. En siete años la huella diplomática de México se ha encogido y su capacidad de influencia se ha reducido considerablemente, incluyendo en Ginebra. Más allá de las cuestionables credenciales del futuro diplomático, ¿se justifica el costo político y financiero de un tercer embajador mexicano en Ginebra, una de las ciudades más caras del mundo? La respuesta es clara y es de la presidenta. López-Gatell se va premiado porque así lo decidió. Y punto.
Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos
@amb_lomonaco