A mi mamá Guadalupe Espinosa Rugarcía,
fundadora de la Clínica Monte Fénix
En México, 5.4 millones de niñas y niños son víctimas de violencia sexual cada año. Nuestro país ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil (ASI) dentro de la OCDE, un dato tan alarmante que debería bastar para sacudir conciencias y poner en marcha acciones. El problema, además, está estrechamente relacionado con el consumo de alcohol y drogas.[1]
¿Qué es el abuso sexual?
La educadora en sexualidad Teresa Canencia lo define como “cualquier manifestación de carácter sexual entre una persona adulta y un menor de edad, o entre un adolescente y un niño más pequeño, con la finalidad de obtener gratificación sexual”[2]. El abuso, además, implica un ejercicio de poder y dominio sobre alguien en total vulnerabilidad.
Contrario a la idea común, la mayoría de las víctimas conocen a su agresor.[3] Esa cercanía, cargada de confianza, es lo que dificulta que los casos se denuncien y que los niños reciban la protección que necesitan.
Las consecuencias son devastadoras: desde problemas de desarrollo y salud física en la infancia hasta depresión, ansiedad, estrés postraumático, conductas de riesgo, adicciones y, en muchos casos, intentos de suicidio. Además del impacto negativo en la forma en la que las víctimas se relacionan con las personas durante toda la vida. Su impacto depende de factores como la duración del abuso, la violencia ejercida, la relación con el perpetrador y, sobre todo, si la víctima recibe atención oportuna y cuenta con el apoyo de su familia.[4],[5]
¿Abusador, pedófilo o pederasta?
Con frecuencia se confunden estos términos, así que conviene diferenciarlos:
- Abusador sexual: comete intrusión física o psicológica de carácter sexual, mediante fuerza o coerción en desigualdad de condiciones.[6]
- Pedófilo: siente atracción sexual hacia niñas o niños, aunque no siempre lo lleva a la acción; requiere tratamiento especializado.
- Pederasta: quien consuma un acto sexual con niñas o niños antes de la pubertad.
Perfil de los perpetradores
La mayoría son hombres, entre 30 y 50 años, con baja capacidad de autocontrol, aislamiento social y escasa empatía. Entre el 30% y el 50% fueron también víctimas de abuso. No existe un perfil claro que permita identificarlos a tiempo: la prevención y la supervisión son nuestras únicas herramientas eficaces.[7],[8]
Abuso sexual y consumo de sustancias
El vínculo es doble y letal.
- Del lado de los agresores: hasta el 50% tiene consumo problemático de alcohol y entre el 20% y 30% de drogas.[9] El alcohol, sobre todo, disminuye el autocontrol e incrementa la probabilidad de cometer abuso.Del lado de las víctimas: quienes sufren abuso sexual infantil tienen mayor riesgo de desarrollar adicciones que el resto de la población. El tratamiento del trastorno por uso de sustancias debe necesariamente abordar también el trauma del abuso para prevenir recaídas.[10],[11],[12]
Cuando la institución calla
En instituciones religiosas, educativas o deportivas, los casos de abuso apenas han comenzado a salir a la luz porque, durante décadas, se privilegió a las instituciones sobre las víctimas. La figura de autoridad de algunos perpetradores, incluso idolatrada, dificulta que las familias crean en los testimonios de los niños.
Pero no es suficiente con visibilizar esta problemática: estas organizaciones tienen la obligación moral y legal de tomar medidas claras como:
- Cero tolerancia ante cualquier indicio de abuso.
- Protocolos de puertas abiertas para toda interacción adulto-menor.
- Atención constante a la salud mental de sus miembros.
- Escucha y acompañamiento real a las víctimas.
- Colaboración inmediata con las autoridades.
- Reparación del daño.
El abuso sexual en este tipo de instituciones no solo hiere profundamente a las víctimas y a sus familias, sino que también erosiona la confianza y el tejido social. Por ello, las autoridades tienen la obligación ineludible de reconocer lo sucedido, asumir su responsabilidad y actuar con determinación. No basta con pedir disculpas ni con remover al perpetrador de su cargo para que continúe dañando a niñas, niños y adolescentes en otro lugar. La reparación del daño debe ser integral: apoyo moral, médico, psicológico, legal y económico, que garantice la protección de la salud física y mental de las víctimas, la preservación de su dignidad y las condiciones para una recuperación real. Solo así se podrá cerrar el paso a la impunidad y prevenir que estas violencias se repitan.
¿Prevenir el abuso sexual infantil (ASI)?
El especialista Toffie Sasson enfatiza la importancia del desarrollo del apego seguro en la primera infancia y de enseñar desde muy pequeños que el cuerpo es propio y digno de respeto. Comunicación abierta, límites claros dentro y fuera del núcleo familiar, resolución no violenta de conflictos, identificación y expresión de emociones y acompañamiento constante son la base de la prevención.
Cuando existe sospecha, lo mínimo indispensable es escuchar al menor sin juicios, darle apoyo incondicional y buscar ayuda profesional inmediata. Cuanto antes se atienda, menor será el daño.
“La verdadera medida de cualquier sociedad se puede encontrar en la forma en que trata a sus miembros más vulnerables”, recordó Gandhi. No hay nadie más vulnerable que nuestras niñas, niños y adolescentes.
El abuso sexual infantil no solo destruye la confianza y la inocencia, también abre la puerta a una vida marcada por la depresión, las adicciones y la desesperanza. Una sola víctima es demasiado. Proteger a la infancia no es un gesto de compasión: es la prueba más alta de nuestra humanidad.
Fundador del Centro de Estudios Superiores Monte Fénix
[1] Rosete, E., Rosete, E., & Rosete, E. (2025, February 20). Paula Aguilar, psicóloga: “La violencia sexual infantil es un problema de salud pública en México que nadie está atendiendo.” El País México. https://elpais.com/mexico/2025-02-20/paula-aguilar-psicologa-la-violencia-sexual-infantil-es-un-problema-de-salud-publica-en-mexico-que-nadie-esta-atendiendo.html
[2] Canencia Sampedro, T. (2011). Cómo prevenir el abuso sexual (1o), p. 12.
[3] VA.gov | Veterans Affairs. (n.d.). https://www.ptsd.va.gov/professional/treat/type/sexual_abuse_child.asp
[4] https://elpais.com/mexico/2025-02-20/paula-aguilar-psicologa-la-violencia-sexual-infantil-es-un-problema-de-salud-publica-en-mexico-que-nadie-esta-atendiendo.html?utm_source=chatgpt.com&event_log=go
[5] Cantón-Cortés, David, & Rosario Cortés, María. (2015). Consecuencias del abuso sexual infantil: una revisión de las variables intervinientes. Anales de Psicología, 31(2), 607-614. https://dx.doi.org/10.6018/analesps.31.2.180771
[6] ACNUR México -. (n.d.). ¿Qué se entiende por explotación, abuso, acoso y hostigamiento sexuales? | ACNUR México. ACNUR México. https://www.acnur.org/mx/que-hacemos/como-trabajamos/acabar-con-la-explotacion-el-abuso-y-el-acoso-sexual/que-se-entiende
[7] Seto, M. C., & Lalumière, M. L. (2010). What is so special about male adolescent sexual offending? A review and test of explanations through meta-analysis. Psychological Bulletin, 136(4), 526–575. https://doi.org/10.1037/a0019700
[8] https://www.rainn.org/facts-statistics/child-abuse
[9] McCauley, J., Kernsmith, P., & Kolko, D. J. (2010). Substance use and sexual offending: A review of research and implications for treatment. Journal of Child Sexual Abuse, 19(5), 518–536. https://doi.org/10.1080/10538712.2010.512232
[10] Bull, C., Trott, M., Najman, J. M., Arnautovska, U., Siskind, D., Warren, N., & Kisely, S. (2024). Associations between child maltreatment and hospital admissions for alcohol and other substance use‐related disorders up to 40 years of age: Results from the Childhood Adversity and Lifetime Morbidity study. Addiction, 119(7), 1253–1263. https://doi.org/10.1111/add.16479
[11]Health and financial costs of adverse childhood experiences in 28 European countries: a systematic review and meta-analysis, Hughes, Karen et al. The Lancet Public Health, Volume 6, Issue 11, e848 - e857
[12] Guastaferro, K., Linden-Carmichael, A. N., & Chiang, S.-C. (2023). Association Between Child Maltreatment and Substance Use Disorder Across Emerging Adulthood. Child Maltreatment, 29(2), 340-349. https://doi.org/10.1177/10775595231154545 (Original work published 2024)