«La salud mental no es un destino, sino un proceso. Es algo en lo que tienes que trabajar constantemente.»

Noah Shpancer

En México, la salud mental de los jóvenes se ha convertido en una de las principales preocupaciones del sistema de salud pública. Las cifras son alarmantes: el 50% de los trastornos mentales comienzan antes de los 14 años, y el 75% se manifiestan antes de los 24 años. De acuerdo con estudios recientes, un 31.1% de los adolescentes en el país presentan algún síntoma depresivo, mientras que el 7.1% enfrenta dos o más síntomas. Estos datos revelan una problemática creciente que afecta a millones de jóvenes mexicanos, cuya salud emocional no solo se ve amenazada por la presión académica, sino también por factores sociales y económicos como la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades. El suicidio es la tercera causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años en México, y las tasas han aumentado un 114% en los últimos años, especialmente entre aquellos que enfrentan problemas emocionales derivados de las presiones escolares y sociales. Ante este panorama, la intervención temprana y la prevención son esenciales para abordar de manera efectiva los trastornos mentales en los jóvenes. En este contexto, el día de ayer se suscribió un convenio entre el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuyo objetivo es crear un modelo de colaboración para la atención y prevención de los trastornos emocionales dentro de la comunidad educativa.

En la ceremonia de firma del convenio, Zoé Robledo, director del IMSS, destacó: “El bienestar de nuestros jóvenes es responsabilidad de todos, no basta con ofrecer servicios de salud mental cuando los jóvenes ya están en crisis; es necesario crear un sistema que les permita prevenir, identificar y gestionar sus emociones desde una edad temprana”. Dicho convenio entre el IMSS y la UNAM no solo busca dar acceso a servicios de salud mental, sino que tiene un enfoque preventivo clave para enfrentar los problemas emocionales de los estudiantes antes de que se agraven. La colaboración entre estas dos instituciones pone en marcha

un plan de acción integral, que tiene como objetivo general mejorar las capacidades de afrontamiento de la comunidad educativa. El primer eje del plan se enfoca en fortalecer las capacidades de autocuidado y eliminar el estigma que históricamente ha acompañado a los problemas de salud mental. A menudo, los estudiantes sienten miedo o vergüenza de buscar ayuda por temor a ser juzgados. El plan propone derribar estos tabúes, promoviendo una cultura de autocuidado, apoyo mutuo y dejar de estigmatizar los trastornos emocionales. La salud mental debe ser vista como una prioridad dentro de la educación, de la misma forma que la salud física.

El segundo objetivo se dirige a fortalecer los factores protectores que pueden ayudar a los jóvenes a prevenir los trastornos mentales. Esto incluye promover hábitos saludables como una alimentación adecuada, ejercicio regular, descanso suficiente, relaciones sociales positivas y la gestión de emociones de forma efectiva. El tercer eje se refiere a la identificación temprana y la atención de factores de riesgo, lo que se llevará a cabo mediante un tamizaje continuo y estrategias de acompañamiento psicológico y psiquiátrico. Detectar los problemas emocionales en fases tempranas puede marcar la diferencia entre la intervención eficaz y el agravamiento de la situación.

El cuarto y último objetivo es promover una atención oportuna y eficaz para los problemas de salud mental. Este objetivo implica crear una red de apoyo dentro de las instituciones educativas que sea accesible, eficiente y libre de barreras burocráticas. Los estudiantes deben poder acceder rápidamente a servicios de salud mental sin enfrentarse a listas de espera o procesos complicados.

La importancia de este enfoque preventivo resalta aún más en el contexto de la pandemia de COVID-19, que exacerbó las dificultades emocionales de millones de jóvenes. El aislamiento social, el cambio a la educación en línea y la incertidumbre sobre el futuro afectaron negativamente la salud mental de los estudiantes, dejándolos más vulnerables a trastornos como la ansiedad, la depresión y el estrés. El regreso a clases presenciales ha sido un desafío para muchos, y el impacto de la pandemia en la salud emocional de los jóvenes es algo que se debe abordar con urgencia. La implementación de este plan de acción en salud mental, auspiciado por el IMSS y la UNAM, tiene el potencial de cambiar

radicalmente el panorama educativo en México. Este enfoque innovador no se limita a la intervención cuando los jóvenes ya enfrentan una crisis, sino que promueve un modelo preventivo que se adapta a las realidades de los estudiantes mexicanos. Un ejemplo de este enfoque preventivo es la incorporación de la terapia dialéctica conductual (DBT), que ha demostrado ser eficaz en la reducción de conductas suicidas y en el fortalecimiento de la salud emocional en entornos escolares vulnerables. Con este acuerdo se pretende transformar la manera en que las instituciones educativas abordan la salud mental de los jóvenes.

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