El reciente asesinato de 200 cristianos en Nigeria es un recordatorio desgarrador de una realidad cada vez más evidente: la persecución sistemática de la fe cristiana en distintos rincones del planeta.
Esta tragedia no es un hecho aislado, sino parte de una escalada que continúa creciendo. Para dimensionar su magnitud, más de 380 millones de cristianos sufren discriminación o altos niveles de persecución. Es decir, uno de cada siete cristianos en el mundo es perseguido, y en África, la cifra asciende a uno de cada cinco, según datos de la organización Puertas Abiertas.
Hasta este 15 de junio, uno de los atentados más sangrientos registrados había ocurrido también en Nigeria, en junio de 2022. Aquel domingo de Pentecostés, hombres armados abrieron fuego contra los fieles que asistían a misa en la iglesia católica de San Francisco, en la localidad de Owo, dejando más de 50 muertos, muchos de ellos mujeres y niños.
Pero la madrugada del 15 de junio de 2025, durante tres horas, un grupo de radicales armados atacó a unas 500 personas desplazadas que dormían en la plaza del mercado de Yelewata, en el área de gobierno de Guma. El saldo fue devastador: más de 200 personas muertas, muchas acuchilladas, ejecutadas o quemadas. Esta masacre se ha convertido en el ataque más letal contra creyentes católicos en los últimos años.
Una extensa investigación de Aid to the Church in Need (ACN, Ayuda a la Iglesia Necesitada por sus siglas en inglés), a través de su informe Religious Freedom in the World Report, advierte que la libertad religiosa en Nigeria está gravemente amenazada, en gran parte debido a un marco legal que permite y respalda la discriminación contra los cristianos, especialmente en los estados del norte.
El país opera bajo un sistema jurídico mixto con cuatro fuentes: la ley inglesa, el derecho común, el derecho consuetudinario y, en varios estados —principalmente del norte—, la ley islámica (sharía). Esta legislación impide el acceso a la enseñanza cristiana en escuelas públicas, excluye a estudiantes cristianos de becas estatales y los discrimina en el ámbito laboral. Asimismo, se niegan permisos para construir iglesias y se permite la destrucción de templos cristianos.
Además, bajo la sharía, se contemplan condenas que en muchos casos derivan en la pena de muerte. También se toleran malos tratos, humillaciones, amputaciones y palizas contra quienes profesan la fe cristiana.
A pesar de la intervención de organizaciones internacionales y las promesas de sucesivos gobiernos, la violencia en Nigeria no cede. Los ataques a iglesias, asesinatos, secuestros de sacerdotes y religiosos, y masacres contra civiles continúan. La situación en el país refleja lo que muchos ya describen como un “genocidio silencioso”.
A nivel mundial, el informe de ACN advierte que la libertad religiosa se ha visto erosionada en 61 países. La persecución se intensifica y, en la mayoría de los casos, queda impune. Estas cifras no son simples estadísticas: representan vidas humanas arrebatadas, comunidades destruidas, familias desgarradas.
Es urgente interpelarnos como sociedad global: ¿cómo es posible que, en pleno siglo 21, millones de personas vivan con miedo por su fe? La persecución a los cristianos no es solo un ataque a una religión, sino una amenaza directa a los derechos humanos fundamentales.
En memoria de los 200 mártires de Nigeria, y de tantos otros cuyos nombres y cifras no llegaron a los titulares, su testimonio nos exige no mirar hacia otro lado. Porque donde se ataca la libertad de creer, se atenta contra la dignidad humana. Y allí donde la fe persiste, la esperanza sigue brillando.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México.
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