Hay frases que llegan y se te quedan tatuadas en la memoria. Ayer, platicando con Ben y Sofía, una pareja de Israel, les pregunté cómo era vivir en medio del conflicto de su país. Yo esperaba una respuesta cargada de miedo o resignación, pero ellos, con una sonrisa, me dijeron: “Nosotros elegimos vivir en paz, aunque nuestro país esté en guerra”.
Me contaron que, de pronto, en medio de la rutina, sienten como un pequeño temblor porque cayó una bomba en algún lugar cercano, o suenan las alarmas y tienen que ir a las zonas protegidas de los edificios. Y aun así, han decidido que no van a vivir en el miedo. Que, aunque afuera todo tiemble, dentro de ellos puede habitar la calma.
Esa frase me atravesó como un relámpago. Porque muchas veces creemos que la paz depende de que todo a nuestro alrededor se acomode: que no haya problemas, que nadie nos ataque, que la vida se porte “bien”. Pero Ben y Sofía me enseñaron que la paz, al igual que el miedo, es una elección.
En esa charla recordé la película Invictus, que cuenta la historia de Nelson Mandela: un hombre que pasó 27 años en prisión, perseguido por una parte de su propio país, y que al salir se convirtió en presidente de Sudáfrica. Cuando tuvo en sus manos el poder de vengarse, eligió el perdón y buscó alianzas con quienes lo habían encarcelado. Esa decisión se convirtió en el cimiento de la reconciliación de toda una nación.
Mandela encontraba fuerza en el poema Invictus de William Ernest Henley, cuyos versos repitió durante sus años de encierro. Yo quiero compartir solo una parte, la que más me estremece:
“Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como un pozo de lado a lado,
agradezco a los dioses que pudieran existir
por mi alma inconquistable.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma”
Cuando escucho esas palabras, se me llenan los ojos de lágrimas y pienso que la libertad más grande no es la externa, sino la que surge al elegir cómo quieres habitar tu propia vida.
Recuerdo que, en la última etapa de mi trabajo en televisión, me pedían que en ciertas secciones buscara conflicto, porque el drama genera rating. Y me incomodaba porque yo ya no deseaba vivir en conflicto. Había elegido otra cosa: entrenar mi mente para la paz.
Y esa también es una elección. Porque sí, podemos fortalecer la serenidad como si fuera un músculo: ejercitar la calma en medio de la tormenta, aprender a no engancharnos en la pelea y dejar de buscar más guerra donde ya hay suficiente.
Ben y Sofía me devolvieron esa certeza, y cuando me preguntaron cómo se vivía en México, me descubrí diciendo que yo también, desde hace tiempo, decidí vivir en paz.
Tal vez tú, que lees estas líneas, también estés en tu propia batalla. Tal vez no caen bombas afuera, pero sí adentro: un miedo, un recuerdo, un enojo, un conflicto familiar… Y, aun así, hoy puedes elegir diferente.
El INGRIDiente secreto es que la felicidad no llega cuando cesan las olas, sino cuando tomo el timón con serenidad y recuerdo que, a pesar del caos, puedo elegir mi propio puerto de calma como el capitán de mi alma.
Y cuéntame, ¿qué necesitas cambiar hoy para llevar tu vida hacia la paz?
Gracias por acompañarme una vez más.
IG: @Ingridcoronadomx / www.mujeron.tv