Tradicionalmente, la transformación digital era un juguete caro que el CTO y el CIO sacaban a presumir en las juntas. Entre algoritmos, fierros y palabras que sonaban a magia negra, se dedicaban a convencer al resto del C-Level de que había que gastar millones para modernizar la empresa. Pero, cuando el jefe de jefes, el CEO, decide que la tecnología no es solo un PowerPoint, las cosas se ponen serias.

Eso lo dejó claro Braulio Arsuaga, director general de Grupo Presidente, quien, junto con Paola Becerra, presidenta de SAP México, nos contó cómo la hospitalidad mexicana se está digitalizando a golpes de nube, ERPs y procesos integrados.

El relato parece sacado de un manual de resiliencia corporativa. Grupo Presidente pasó de sostener sus operaciones con créditos diseñados para un hotel, a meter toda su infraestructura de sistemas en un paquete digital que promete modernidad, control y la tranquilidad de que los datos sensibles ya no duermen en un servidor perdido en el sótano. Hoy el grupo hotelero presume haber dado un “salto cuántico” con la migración a RISE with SAP.

Arsuaga sabe que depender solo del turismo gringo es como casarse con alguien que siempre amenaza con irse. Cualquier crisis, cualquier capricho, y se esfuman las reservaciones. Por eso el grupo decidió diversificarse. Hoy opera 30 hoteles con casi 6 mil habitaciones, tiene en camino cuatro más y presume ser el mayor operador de casas de retiro en México, un mercado que crecerá con la ola demográfica de los adultos mayores.

También experimenta con restaurantes y hasta con el alojamiento estudiantil, pero la clave no está en abrir propiedades por abrir, sino en integrar toda esa operación con sistemas que permitan saber, casi en tiempo real, qué pasa en cada rincón del negocio. Aquí entra SAP.

El CEO de Grupo Presidente cree que la estrategia de cualquier grupo debe basarse en la tecnología para tener procesos rápidos y un retorno más decente de la inversión. En su caso, se trata de conectar desde el marketing digital hasta la facturación, pasando por recursos humanos y hasta los PMS y POS. Son esos sistemas que nadie conoce pero que se vuelven críticos cuando un huésped hace check-in estresado o un comensal espera su cuenta en el restaurante.

Si todo está integrado, se toman mejores decisiones. Y si la información fluye, se puede pilotear mejor la nave, aunque venga otra pandemia.

En 2019, Grupo Presidente ya tenía planes de evolucionar su versión de SAP HANA. Pero llegó la pandemia y el dinero se esfumó. Lo que debía ser una transición ordenada terminó siendo un retraso de casi ocho años. Y cuando finalmente se pudo retomar, la empresa decidió no migrar poco a poco, sino brincar directo a RISE with SAP.

El proyecto se cerró en septiembre tras 18 meses de desgaste, discusiones, y un costo descrito como “bastante elevado”. Arsuaga admitió que, como buen financiero, al principio le tenía miedo a la nube. El hecho de entregar datos fiscales, contables y de clientes a un tercero sonaba a pesadilla. Pero la pandemia y la obsolescencia del hardware convencieron al grupo de que no había alternativa.

El mayor cambio, en realidad, fue mental. Pasar de CAPEX (gastar millones en fierros) a OPEX (pagar rentas digitales) no es solo contable, es un shock cultural para los financieros que crecieron comprando servidores como si fueran ladrillos.

Aquí es donde Paola Becerra metió el dedo en la llaga: México sigue siendo el país más atrasado en adopción de la nube en Latinoamérica. Muchas empresas aún viven en entornos on-premise, con servidores que ya deberían estar en un museo. Los miedos son comunes, pero la tendencia es inevitable.

Según Becerra, la alianza con Grupo Presidente no sólo modernizó su cadena de suministro, también habilitó experiencias digitales más fluidas y personalizadas.

Hoy el grupo hotelero mantiene esa visión pues sabe que, sin sistemas robustos, no hay estrategia que aguante. Y si los fierros se oxidan, la única salida es moverse a la nube.

Futuro del trabajo

En tiempos en que la gente ya no quiere ni contestar el teléfono de la oficina, HP decidió sacar números sobre qué tan rota anda la relación entre empleados y trabajo.

Ayer también tuve la oportunidad de (ahora sí) conocer el Centro de Experiencia de HP en México, donde recalcaron los resultados de su Índice de Relaciones Laborales de HP 2025.  Allí, Carlos Cortés, vicepresidente y director general de HP México, puso el dedo en el renglón. Solo dos de cada diez trabajadores tienen una relación saludable con su empleo. El nivel de satisfacción laboral está en su punto más bajo desde que se mide.

Por eso la compañía está empeñada en presumir su Centro de Experiencia, una especie de showroom donde se lucen con estaciones de trabajo cargadas de inteligencia artificial, impresoras que parecen más listos que algunos jefes y soluciones de colaboración que prometen suavizar las broncas de la oficina. Según Carlos Cortés, la apuesta es que la IA no solo acelere procesos, sino que haga más humano el trabajo.

El problema, sin embargo, está en las tripas del índice. La realización profesional cayó ocho puntos respecto a 2024. Traducido al cristiano, eso quiere decir que la gente siente que trabajar es más pesado y menos gratificante que hace un año. Lo más curioso es que no son los Godínez quienes más se quejan, sino son los líderes empresariales, los que presumen en LinkedIn lo mucho que disfrutan “empoderar” a sus equipos. Entre ellos, la satisfacción se desplomó 17 puntos interanuales.

El índice resalta que cuatro de cada 10 trabajadores ya usan IA en su día a día, y quienes la tienen a la mano tienen el doble de probabilidades de sentirse bien con su trabajo. No es magia, pero sí muestra que la tecnología puede aliviar parte de la carga si se usa con cabeza.

Así que, mientras el Centro de Experiencia se convierte en vitrina de lo que podría ser el futuro del trabajo, los números del índice recuerdan que, por ahora, la relación entre la gente y su chamba sigue más cerca de un matrimonio desgastado.

Riego y algoritmo agrario

En Morelos no sólo riegan, ahora programan el agua. La Conagua, encabezada por Efraín Morales, y Rotoplas, bajo el mando de Carlos Rojas, activaron un acuerdo para instalar riego por goteo y microaspersión en El Naranjo. Pero no se trata de poner mangueras, sino de montar un algoritmo agrario que intente corregir el desorden hidráulico en el campo, donde se consume más de 70% del agua nacional.

La filial Rieggo aporta el hardware, el mantenimiento y el pulso digital para que cada gota tenga sentido en la cosecha. Con cerca de un millón de pesos invertidos en hectáreas experimentales, la apuesta va más allá de un experimento: busca sumarse al programa nacional que pretende tecnificar más de 200 mil hectáreas.

Si el piloto funciona, estaremos frente a un “drip-code” mexicano, una interfaz rural que no solo riega, sino que reescribe la manera de sembrar bajo presión hídrica.

*Columnista y comentarista

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