Al finalizar la Revolución Mexicana, inició la construcción de las instituciones que brindarían identidad a nuestro gobierno. Así nacieron: la Secretaría de Educación Pública (SEP), en 1921; la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); el Banco de México, en 1925, entre otras. En ese tiempo, la presencia de militares como personajes políticos también lideraba el rumbo del país. Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas fueron protagonistas de la reconstrucción de la nación. Hoy, un siglo más tarde, México se reconfigura y retorna a un pasado desde el cual se intenta resignificarse. Solo que, en esta ocasión, no hay edificación de instituciones, la pobreza continúa como factor determinante, la clase castrense retoma fuerza y posicionamiento, mientras el gobierno pretende reorganizarse sin un destino realista. Nuestro México moderno es más parecido a una secta protestante que a una democracia.
Por otra parte, el 24 de julio de 1922, la Sociedad de Naciones [encargada de promover la paz al finalizar la Primera Guerra Mundial], dio paso a los estatutos sobre los cuales, gracias a un mandato británico, se permitió la creación de un hogar nacional judío en Palestina. Este acto dio inicio a una escalada de desencuentros históricos entre palestinos y judíos, que hasta la fecha ocupan un lugar en la historia moderna. En este momento, Estados Unidos, Israel, Palestina e Irán se debaten entre explosiones y asesinatos en masa por tener la razón. Este es un tema delicado, pues no puede escogerse un bando que apoyar. En principio, si cuestionas el punto de vista del sionismo, odias a los judíos. Si apoyas a Estados Unidos, estás a favor de una nación genocida; si pones la mirada en Palestina, odias a los judíos; y si reparas en el rol de Irán en el Medio Oriente y les brindas el beneficio de la duda respecto a su accionar, también odias a los judíos y al mundo entero.
Es un tema sumamente complejo, sobre el cual solo destaco que lo más relevante es la vida humana, esa que se pierde entre desgracias inmediatas. Todos somos humanos, en principio iguales, y ninguno puede ser reducido a un animal que pueda ser sacrificado. Cada uno de los países mencionados tiene derecho a la libre convivencia en sus territorios. El problema centenario e histórico del conflicto árabe-judío radica en la limitante geográfica que se difuminó, a fuerza, con el tiempo. No estoy en contra de ninguno de los países en cuestión ni de su gente. Sin embargo, es válido reconocer y aceptar la cuña ideológica en el mundo: cualquier crítica al judaísmo se convierte en una afrenta y en una cancelación individual. El salvajismo no es exclusivo de las culturas musulmanas, cristianas, protestantes u ortodoxas. Se pierde de vista el hartazgo occidental hacia la manipulación cultural posbélica y aun así se cuestiona por qué avanza la extrema derecha…
Hace un siglo, la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial impulsó su crecimiento industrial y le otorgó el título de potencia geopolítica. Este conflicto no solo consolidó su economía, sino que también lo posicionó como referente mundial de la libertad y el libre mercado, explotando su influencia para moldear el orden global. Hoy, con el regreso de Donald Trump al poder y la aparente pausa en las tensiones entre Israel e Irán, Estados Unidos busca reafirmar su hegemonía en un mundo donde su supremacía es desafiada por el ascenso de las potencias asiáticas. En los últimos 30 años, países como China y otros actores de ese continente han reconfigurado el panorama tecnológico y económico, cuestionando el dominio estadounidense y exponiendo las fisuras de un modelo que se niega a ceder su protagonismo.
Hago este recuento porque, parafraseando a Bertolt Brecht en “La vida de Galileo”, un hombre que ignora la verdad es un necio, pero aquel que la conoce y la niega es un sinvergüenza. En este contexto, critico el torrente de relatos engañosos que se construyen para perpetuar desde los gobiernos la miseria humana, pero entiendo que las guerras son motores, que parecen infinitos, de posicionamiento económico doméstico. Estas mentiras, disfrazadas de verdades absolutas derivadas en caos internacional, alimentan conflictos, justifican desigualdades y ocultan los intereses que sostienen un orden mundial fracturado, donde la retórica de la libertad choca con la realidad de la manipulación y el sufrimiento.
Desde que tengo uso de razón, se ha dicho que Irán está a punto de construir una bomba atómica que nunca se materializa. Intuyo que este discurso contra el país se asemeja al pretexto de la guerra contra Irak, justificada por supuestas armas de destrucción masiva que jamás existieron. Desde que tengo memoria, Palestina e Israel están en guerra, y lo único evidente es que la disputa territorial, sin duda alguna, culminará en unas décadas con la reconstrucción de Gaza convertida en resorts de lujo. Desde que tengo uso de razón, la economía errática de Estados Unidos parece encaminarse a un caos que nunca termina de llegar, sostenida precariamente por un endeudamiento crónico, un patrón que México replica en la actualidad. Pero existen las guerras por lo menos para nuestros vecinos, para nosotros como mexicanos existe el asistencialismo que pronto no será suficiente para contener estallidos sociales.
En el caso de nuestro país, al analizar el panorama nacional, considero que nos dirigimos hacia un periodo de caos, cuya intensidad podría medirse a partir de 2026. El descontento social en México podría agudizarse debido a la acumulación de tensiones derivadas de decisiones presupuestarias y fallas estructurales en la gestión pública. Los recortes en el Paquete Económico 2025, según datos del IMCO, como la reducción del 43.8% en Defensa Nacional (de 259.4 a 152.0 mil millones de pesos), del 36.2% en Seguridad y Protección Ciudadana (de 105.8 a 70.4 mil millones de pesos) y del 34.1% en Salud (de 97.0 a 66.7 mil millones de pesos), impactarán directamente la calidad de los servicios esenciales, generando malestar en sectores dependientes de estas áreas. Por contraste, los incrementos en Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (+57.5%, de 85.7 a 140.8 mil millones de pesos) y en Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (+183.2%, de 12.9 a 38.0 mil millones de pesos) reflejan una apuesta por proyectos visibles, pero desatienden las necesidades urgentes de seguridad y salud. Esta priorización podría desencadenar protestas sectoriales si los efectos de los recortes se traducen en un acceso limitado a servicios básicos. Por otra parte, en la medida que las empresas mexicanas participan, obligadas, en el juego del crimen organizado, por extorsión o cobro de piso, por desgracia, se tornan parte del problema de la inseguridad misma sembrada a lo largo y ancho del país.
La viabilidad política de Morena enfrenta un desafío crítico. La insuficiencia de los programas sociales para combatir la pobreza extrema, combinada con la opacidad en la gestión de recursos, amenaza con erosionar su legitimidad hacia el 2027 y el 2030. Además, la percepción de ineficiencia y falta de transparencia en el uso de recursos públicos intensifica el descontento social. Sin una reforma fiscal que equilibre las prioridades presupuestarias y promueva la inclusión social, la ventana para prevenir una crisis se cierra rápidamente. De no ajustarse el modelo económico hacia la sostenibilidad, México enfrenta el riesgo de movilizaciones masivas y una pérdida significativa de apoyo electoral, especialmente entre sectores urbanos y juveniles.
Esta reflexión parte de la premisa de que el siglo XXI se está construyendo sobre una mentira instrumental, un recurso arraigado en la historia de la humanidad. No se trata ya de la verdad o la posverdad, sino de la mentira aceptada como motor ideológico del presente. No me escandaliza su uso en la construcción del Estado, pues los relatos oficiales han sido históricamente herramientas de cohesión nacional. Sin embargo, advierto que las mentiras conducen inevitablemente a la censura. Permítanme explicarlo: para que una nación revalide su posición en el mundo, debe adaptar sus relatos, reconfigurar la imagen de sus héroes nacionales, revalorar su aparato gubernamental y militar, y así sostener la institución democrática que la define. No obstante, para que estas narrativas permanezcan salvas, la censura se convierte en un arma ideal, utilizada para moldear y proteger las historias que cada país necesita contar para legitimarse. Este mecanismo, lejos de fortalecer la democracia, la erosiona al sofocar la pluralidad y perpetuar un control ideológico que, en última instancia, beneficia a las élites que diseñan y perpetúan dichas narrativas.
Recordemos a George Santayana, quien afirmaba que no es culpa de la sociedad que la mayoría de los hombres parezcan carecer de vocación, pues, en realidad, la mayoría nunca la tuvo. Hoy, en nuestra cultura de la espectacularidad y el gobierno, observamos una pérdida de vocación que va más allá del amor por la nación: los gobernantes buscan perpetuarse en el poder sin asumir la responsabilidad de liderar con propósito. En México, nuestra clase política señala a la ciudadanía como culpable de la violencia, eludiendo su propia mediocridad. ¿En qué momento la arrogancia de los autoproclamados “iluminados” destruyó la vocación de quienes nos gobiernan? Apenas hace unos días, diversos actores políticos se envalentonaron en contra de sus detractores ciudadanos y los demandaron ante el Instituto Nacional Electoral por violencia. ¿Qué clase de absurdo es este?
En Estados Unidos, las verdades a medias se disfrazan de estrategia; en el conflicto entre Israel, Palestina e Irán, se les llama “derecho a la vida”. Sin embargo, cuando la verdad es censurada y la mentira se entrona, la construcción de la historia se pervierte. Como señala Hayden White, “para que un acontecimiento se considere histórico, debe poder ser narrado al menos dos veces. A menos que puedan imaginarse al menos dos versiones del mismo conjunto de acontecimientos, no hay razón para que el historiador se asuma como autoridad de dar la verdadera versión de lo que realmente ocurrió. La autoridad del relato histórico es la autoridad de la realidad misma; el relato histórico dota a la realidad de forma y la hace deseable mediante la imposición de una coherencia formal que solo poseen los relatos”. En este contexto, la censura de narrativas alternativas no solo distorsiona la historia, sino que legitima un orden basado en la manipulación, donde la verdad se sacrifica en favor de relatos que sirven a los intereses de quienes ostentan el poder. Y por eso la censura es una herramienta de los miserables que no toleran que se cuestione no solo su ideología, sino su moral y existencia política. Pero la trampa es el asistencialismo, no hay que descubrir ningún hilo negro.
La construcción de nuestro siglo inicia con grandes relatos ficticios que nos darán identidad histórica, pero esta narrativa, lejos de unirnos, perpetúa un orden basado en la distorsión deliberada de la verdad. Estos relatos, cuidadosamente diseñados por quienes detentan el poder, no solo moldean una historia conveniente para legitimar sus intereses, sino que sofocan las voces disidentes y erosionan la posibilidad de una memoria colectiva auténtica. Al aceptar estas ficciones como cimientos de nuestra identidad, corremos el riesgo de edificar un futuro donde la censura y la manipulación ideológica se normalicen aún más.
¿Pero hoy que nos emociona de la política? Hoy pienso que el más mínimo desliz de un político resulta tan emocionante, porque revela la profundidad de su vacío.