La búsqueda de una vida más saludable y un cuerpo en forma ha impulsado un auge sin precedentes en la industria del fitness en México. Gimnasios de todos los tamaños y precios pelean a los suscriptores en cada colonia con la preocupante realidad de la casi total ausencia de protocolos oficiales que regulen su operación, poniendo en riesgo la salud e incluso la vida de sus usuarios, algo que ya vimos en los recientes y trágicos incidentes que han cobrado vidas en la CDMX.

Mi experiencia personal en los gimnasios ha sido todo un caleidoscopio a lo largo de los años. Sin embargo, algo que podría reconocer como una constante es la falta de capacitación de la mayoría de los instructores, algunos con ideas de la vieja escuela que ponen en riesgo a quienes confían en ellos, otros con ideas de la “nueva escuela”, en su mayoría sacada de las cuentas de entrenadores de Youtube y que no toman en cuenta factores como la edad, el estado físico en general y otros factores.

A veces, he observado, las grandes cadenas de gimnasios contrastan mucho en su atención. Gracias a promociones e intercambios del trabajo, me ha tocado estar inscrito en dos de ellas al mismo tiempo para ser testigo de sus contrastes. En los gimnasios de Sport World, estuve en la sucursal de Félix Cuevas y la experiencia dejó mucho que desear. No es nada barata, 2 mil 500 mensuales. Me sorprendió desde el principio la mala condición de los aparatos de ejercicio, algunos descompuestos por meses sin ser reparados.

En esa sucursal, en contraste con las decenas de caminadoras y elípticas que llenan el gigantesco local, hay solo dos máquinas para hacer sentado crunches de abdomen, una de ellas descompuesta, y durante todo el año (2023-2024) que estuve inscrito no fue reparada. Asimismo hay una sola máquina, una, para hacer el ejercicio de brazos laterales (alas de ángel) que es peleada por decenas de usuarios.

Otro punto que me desalentó de ese GYM fue la falta de atención de los supuestos entrenadores, quienes hacen base en el mostrador interno para echar chisme y sólo se acercan para ver si te pueden vender un entrenamiento personalizado, con lo cual el costo mensual podría incrementarse hasta en 3,500 pesos. Incluso me tocó que uno de estos entrenadores, que usan camisetas grises, no quisiera darme las directrices de un aparato porque no estaba yo inscrito en su red de entrenamiento. Nefasto.

Pero la gota que derramó el vaso fue cuando tuve que ausentarme de emergencia varios meses por la salud de un familiar. No tuve tiempo de avisar por lo extremo de la situación. Al regresar, meses después, puesto que mi membresía estaba cubierta por adelantado de manera anual, tenía la esperanza de que pudieran reintegrarme ese tiempo, pues sabía que llevan un registro electrónico de las visitas y podían comprobar que no usé las instalaciones. La respuesta fue un rotundo no, por parte del gerente. Y fue precisamente esa rigidez, aunado a los otros factores que me hicieron abandonar esa cadena.

Más allá de la infraestructura y el personal, la falta de una guía adecuada en el programa de ejercicios en los gimnasios es un factor crítico. Muchos usuarios, en su afán por alcanzar resultados rápidos o influenciados por modas, se lanzan a rutinas para las que no están preparados, sin considerar su nivel de condición física, historial de salud o limitaciones individuales. La ausencia de una evaluación inicial profesional y un seguimiento personalizado por parte de un instructor cualificado es una bomba de tiempo.

A algunos les sorprende que en otra cadena, SmartFit, en la que se han sucitado varios incidentes graves, los encargados sean obligados a cumplir con varias funciones al mismo tiempo.

Algunos lectores nos han comentado que en algunas sucursales los empleados deben atender lo mismo inscripciones y aclaraciones en mostrador, después vigilar los entrenamientos en sala e incluso, en los casos más inauditos, hacer limpieza de equipo y de instalaciones. Es común ver a jóvenes encargados con su camiseta amarilla trapear algunas secciones del gimnasio cuando se necesita.

La principal problemática radica en la fragmentada o inexistente normativa que rige la operación de los gimnasios. A diferencia de otros establecimientos de servicio o recreación, no existe una ley o un conjunto de protocolos federales o incluso locales consolidados que aborden de manera integral su red a lo largo y ancho del país.

Muchos usuarios, en su afán por alcanzar resultados rápidos o influenciados por modas, se lanzan a rutinas para las que no están preparados, sin considerar su nivel de condición física, historial de salud o limitaciones individuales. La ausencia de una evaluación inicial profesional y un seguimiento personalizado por parte de un instructor cualificado es una bomba de tiempo.

Otro punto que nos han mencionado nuestros lectores es el referente a la seguridad de los datos personales y la manera tan discrecional como las redes del gimnasio recaban datos como dirección, cuentas bancarias, CURP, INE, huellas digitales, fotografías, etc.

El lector Víctor N. menciona que incluso en los torniquetes de entrada de la cadena SmartFit, cuando uno pone la huella digital, aparece en una pantalla el nombre completo del usuario a la vista de todos.

“No quiero pecar de desconfiado pero ¿qué pasaría si un acosador viera, por ejemplo, el nombre completo de una chica en esas pantallas y comenzara a estalkearla en redes o a investigarla en la WEB? Me parece una gran falla de seguridad. Y otro punto que no se toma en cuenta son la seguridad de las bases de datos. ¿Qué pasaría si un técnico o empleado de la cadena con acceso a los datos personales de usuarios decide venderlos al mejor postor como ya se ha convertido en una tradición con los módulos de promoción de tarjetas bancarias? Sin embargo en el caso de los GYMS manejan información aún más personal y sensible.”, menciona Víctor N.

Por todo esto y por los recientes incidentes mortales en lo que va del año, urgen nuevos reglamentos y leyes para las cadenas de gimnasios a nivel nacional, una de las tantas tareas pendientes en esta ciudad y este México donde la informalidad y el surrealismo están a la orden del día.

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