La Biblioteca de Babel de Borges, ese espacio mítico donde todo libro posible existe, reaparece hoy convertida en algoritmo, gracias a un proyecto digital que simula ese universo textual sin necesidad de almacenarlo físicamente. Cada volumen puede generarse al instante mediante funciones matemáticas que sustituyen las estanterías infinitas por fórmulas de combinatoria y hashing.

Pero esta recreación no es una simple curiosidad matemática. Es, en realidad, una potente metáfora de nuestro presente digital. Hoy vivimos rodeados de contenido: textos generados, noticias, publicaciones, ideas, frases y comentarios que se multiplican sin cesar. En este contexto, la Biblioteca de Babel cobra una nueva dimensión: la dificultad no es ya crear información, sino navegar en medio del exceso.

Así como los bibliotecarios de Borges se perdían buscando un libro verdadero entre millones de volúmenes sin sentido, nosotros hojeamos pantallas saturadas, tratando de encontrar algo que valga la pena leer, ver o escuchar. La sobreabundancia no garantiza el conocimiento. Más bien lo entierra bajo capas de repeticiones, ruido y desinformación.

Con la proliferación de contenidos generados por inteligencia artificial, esta idea se vuelve aún más inquietante. Si todo lo posible puede escribirse, ¿qué sentido tiene escribir? Y si todo ya está dicho en algún rincón del universo digital, ¿cómo distinguir lo valioso de lo irrelevante?

Aquí entra en juego el papel de los algoritmos: sistemas que filtran, priorizan y jerarquizan lo que vemos. Pero estos algoritmos no entienden el contenido como lo hace un lector humano. Se guían por patrones, clics, duración de lectura, reacciones. Deciden qué aparece y qué se oculta, configurando una versión sesgada del universo textual. En lugar de ayudarnos a salir del laberinto, muchas veces nos sumergen más en él.

La paradoja es clara: cuanto más acceso tenemos a todo, más difícil se vuelve encontrar lo que importa. Borges lo intuía con precisión. La vastedad no es una bendición

automática; puede convertirse en condena si no hay criterio, si no ejercemos nuestra capacidad de elegir, de discernir, de buscar activamente el sentido entre el caos.

Por eso, más allá del asombro técnico, el proyecto de la Biblioteca de Babel digital nos invita a una reflexión profunda. La tecnología puede replicar infinitas combinaciones de palabras. Pero el acto humano de leer, interpretar y dar significado sigue siendo irremplazable. En un mundo donde todo se puede generar, la diferencia la hace aquello que decidimos conservar, compartir o transformar.

En el fondo, este experimento algorítmico no solo honra la visión de Borges, sino que también nos confronta con una verdad incómoda: no basta con que todo esté disponible. Lo esencial es tener la capacidad de encontrarlo, comprenderlo y, sobre todo, valorarlo.

Esta es la liga del proyecto:

herles@escueladeescritoresdemexico.com

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