Imposible no haber atestiguado la exhibición compulsiva de la “Casa del Silencio” que realiza el Presidente del Senado de la República, señor don Noroña. La casa en el pueblo mágico de Tepoztlán que vale sólo 12 millones de pesos que el combativo legislador, tribuno decidido, adquirió o está adquiriendo o espera adquirir, o que le prestaron, o que rentó o está rentando o espera rentar; la casa que merca, o usurpa o chalanea o trapichea o comercia o trafica o creditea o hipoteca o pignora o, en fin, lo que sea necesario con tal de habitar una mansión rodeada de jardines y con vista a los cerros patrios.
Cualquier cantidad de Pueblo (o, en su defecto, de gente) ya ha comentado los variados lujos y méritos de la famosa casa, manifestando su asombrado repudio o su francamente amarga envidia. Positivo y optimista que soy, yo prefiero celebrar algo que parece haber pasado desapercibido hasta ahora: como su nombre lo indica, “La Casa del Silencio” no es una casa, sino un ashram, que es como se le llama en lengua hindi a una ermita, un retiro espiritual para azuzar el desarrollo anímico y la evolución psíquica del modesto “hijo del pueblo” ansioso de ser un bodhisattva, que es como se llama a quien busca la iluminación para poder después cuatrotransformarse en Buda.
“La Casa del Silencio” está por eso llena de espirales búdicas y, sobre todo, presidida en su fachada con el enorme signo en sánscrito que significa OM, ese bufido sonoro que murmuran los meditantes en voz muy baja para —de la mano de Brahma, Vishnu y Shiva— incorporarse en coro profundo al flujo de la divina armonía cósmica y la sonoridad del universo que, unida al cuerpo y al espíritu, propicia la iluminación radiante.
Y eso es lo que hace exactamente el Gran Gurú Noroña cuando, desde su elevado altar senatorial, le grita a la mujer demonia “¡Traidora!” y la regaña por mencionar divinidades que atentan contra el Estado laico y se soflama de furia más y más hasta que, de pronto, se le abre el tercer ojo.
También se observa en los videos al Republicano Yogi meditando sobre la gloria de la 4T mientras que a sus espaldas, en una plataforma del jardín florido, aparece una estatua del Buda, sentadito en postura de flor de loto y con los ojos extasiados pues, revestido de paz interior, saciado de serenidad y con su alma encendida de bienestar, se halla a punto de alcanzar la realización espiritual absoluta. Igualito que el Superior Parlamentario cuando, luego de retemblar en sus centros la tierra al sonoro rugir del Hare Krishna, lanza una perorata trepidatoria subrayando cada palabra con elocuentes karatazos.
De la estatua del Buda casi se ven salir los efluvios que se meten por los ventanales a “La Casa del Silencio” y abrazan y arrullan frente a las cámaras al legislativo gurú, que se sacia de las “perfecciones”: generosidad, disciplina moral, renunciación, sabiduría, energía, paciencia, verdad, determinación y, desde luego, un chingamandram de amor. Todo lo que mueve, en suma, a don Noroña.
Y entonces se mira al congresista en los videos, hinchándose de esas perfecciones hasta que de su piel emanan un aroma de jazmines y un dulce color dorado, lo que conmueve mucho a sus miles de discípulos, esos Sravakas que contagiados de su gloria y su sabiduría, le suplican que por favor acepte las limosnas que desean enviarle, cosa que el Yogi calado acepta, llenándose de compasión, aunque sus discípulos acaben como los miserables sadhues ascéticos con sus chongos morados. Algo que hará bien a sus almas y que, claro, llevará a la Patria derechito al nirvana...






