¿Existe un país en donde impere la barbarie civil? Es evidente que, por ejemplo, en USA prevalece un estado de cosas que lo demuestra. Como presidente los Estados Unidos ostentan a un monigote descendiente de los hunos: guerreros, depredadores e inmensamente ruidosos que asolaron al Imperio Romano hasta erosionarlo. Octavio Paz, afirmó a la manera de un arúspice certero, que la modernidad es “la aceleración del tiempo histórico”. Un tiempo que, supongo y certifico, habría, al avanzar, que difuminarse en una nube informe y supeditada a cualquier viento amenazante. Quiero decir que a pesar de que supuestamente el concepto de civilización funciona como una coraza estructural, la barbarie, ya sea esta de índole política, comercial o tecnológica se impone en una buena parte del planeta (es lastimero presenciar a tanto joven, adolescente o anciano mantener su celular-computadora la mayor parte del día en sus manos). Resulta evidente que el movimiento filosófico de la posmodernidad anunciaba ya estos trastornos, mas ahora los vivimos de una manera tan ordinaria y precisa que no nos queda más que conformarnos con acudir a una ética débil e improbable: ¿cuáles son los hilos que esa ética nos propone para sobrevivir, además del arte que acrecienta la imaginación humana? No lo sé, yo he realizado propuestas para habitar el caos de la manera más confortable, pero mis libros no se leen y sólo se toman como una andanada más de la anarquía o el impulso rebelde: soy una especie de exiliado conforme.

Ya Niklas Luhmann, en su libro Sistemas sociales (UI;1984), había escrito que no existe orden sino una relación maleable entre el sujeto y su entorno, los cuales son capaces de crear complejidad acentuando la diferencia. “El entorno se encuentra demarcado por horizontes abiertos y no por límites rebasables: el entorno no es ningún sistema.” En otra palabras: uno tiene que saber habitar el caos de la mejor manera posible mas allá de estar esperando la salvación. Yo estoy de acuerdo y concibo el mundo como extensión de mí mismo, a veces tal extensión ocupa porciones podridas de lo que llamamos “social”, a veces incluso uno puede, si tiene suerte, construir felicidad. He dicho tantas veces que la felicidad es una bella tontería que me encuentro en verdad agotado. Uno es feliz sólo por momentos, no siempre: llega a tomar forma cuando eso que llamamos entorno duerme, se relaja y nos es amable. No siento animadversión por ninguna organización política: me son relativamente ajenas: soy un observador de lo que me acontece y a veces actúo. Sin embargo creo que, en tanto afectan al sujeto para formar un todo, tendrían que actuar adecuadamente en pos del confort de los seres humanos, la ecología o, en general, el buen vivir. Su papel fundamental es buscar las más distintas maneras de crear complejidad ética, conversación y construcción de horizontes. Estas organizaciones no encarnan un límite pero sí podrían crear ámbitos más sanos y complejos para la vida cotidiana (salud, educación seguridad). Tal es su papel, e insistir en su heroicidad, eficacia o buena actuación es inútil esencialmente porque se trata nada menos que de su obligación y de su sustancia. Trabajar y callarse.

En ese tiempo histórico acelerado y en vías de la pulverización, dichas organizaciones ya no tienen demasiada importancia dentro de un sistema global, puesto que incluso los gobiernos se hallan desarmados ideológicamente, y aún cuando confundan la democracia con la interpretación de algunos votos, carecen de fundamento civil abierto y estimulante. La pobreza, por ejemplo, es un complejo que de ninguna manera puede reducirse a una declaración o a un número. La pobreza social es un rehén: algunos quieren solucionarla, otros aprovecharse de ella, y la mayoría ignorarla: todos poseen una opinión al respecto, ya que forma parte del imaginario público en vista de que afecta a los individuos, sujetos, perros, canarios y golondrinas. La “pobreza” es un rehén que le sirve a todos los reyes, pero que debilita nuestro entorno social. La presencia de bárbaros civiles (oxímoron perfecto), como el presidente impulsivo del norte que gobierna a una sociedad avasallada y lanza amenazas furibundas contra quien se le ocurre sin acudir a la complejidad que garantiza el diálogo civil, es sólo un ejemplo de que el tiempo histórico (incluyendo su época antigua Edad Media, Renacimiento, sus vanguardias artísticas y sus movimientos revolucionarios) se ha hecho pedazos. Y menciono al mequetrefe que impera en el norte sólo porque mi columna es breve, mas podría llenar este espacio con infinidad de ejemplos semejantes.

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