¿Otro Plan Michoacán? La aspirina llegará después del asesinato de dos alcaldesas y cinco alcaldes de Michoacán durante el actual gobierno de Morena: Contepec, Aguililla, Churumuco, Cotija, Tacámbaro, Tepalcatepec, y ahora Carlos Manzo, de Uruapan, que para lograr la presidencia renunció a Morena, y despreció los abrazos a los criminales. Decir que Felipe Calderón usó al Ejército en Michoacán para legitimarse es “facilismo histórico”. En el año 2006, López Obrador, que nunca aceptó reglas del juego democrático, fue derrotado por sus propios errores. Ni siquiera tuvo la camaradería o gratitud para convocar en esa elección al michoacano que le abrió paso a la izquierda en México: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que en ese año, 2006, aceptó un cargo honorífico de Vicente Fox, sin sumarse al gobierno federal y, al parecer, consultando a los candidatos presidenciales. El ingeniero fue Coordinador General de la Comisión Organizadora de la Conmemoración del Bicentenario del inicio de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana. Quien crea que el hijo del general Cárdenas aceptó pisar Los Pinos, y tener “tres encuentros con Fox” (La Jornada, 16.06.2006), previo a la elección del 2006 sin ninguna intención política, es francamente un ingenuo. Ganó Calderón, y después —ya lo ha dicho el entonces exsecretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña— el gobernador Lázaro Cárdenas Batel pidió la intervención militar en Michoacán. Felipe Calderón le dio la mano al gobernador Cárdenas. López Obrador prefirió darle la mano a la mamá del Chapo en Sinaloa. Distintos gestos. La estrategia de Calderón, claro, pudo tener errores y enseñanzas, pero no fue pactar con criminales.
Enrique Peña Nieto mandó a un subalterno a sustituir al gobernador de Michoacán. Atropelló a las instituciones de Michoacán, subyugó al gobierno de Fausto Vallejo al colocar a Alfredo Castillo en las labores de seguridad, y atropelló a los municipios al armar las autodefensas, que después se convirtieron en gavillas de extrema violencia. Todo empeoró. Fausto Vallejo renunció, lo sucedió Jesús Reyna, quien estuvo un tiempo en la cárcel acusado de nexos con delincuentes. El PRI en Michoacán. ¿Igual que Calderón?
Andrés Manuel López Obrador tiene en Michoacán un vergonzoso dato histórico, que callan sus devotos. No es el PAN ni la derecha, ni tampoco de los medios de comunicación “carroñeros” quienes lo afirmaron. Fue el Tribunal Electoral, la Sala Superior, que afirmó en una sentencia (no en cuentos), “dada la situación de violencia electoral acreditada en los municipios de Múgica, Gabriel Zamora, La Huacana y Nuevo Urecho por la incidencia de grupos identificados como de la delincuencia o crimen organizado…”, se depuró la elección y se anularon cerca de cincuenta mil votos. (SUP-JRC-0166-2021). En Michoacán, en tiempos de AMLO se probó jurídicamente, por un tribunal, la liga Morena-delincuencia. ¿Igual que Calderón?
El gobierno de Morena no tiene voluntad de tocar a los delincuentes. Los abrazos obradoristas lo asfixian. No atrapan ni a los que están en la cárcel. ¿Exagero? ¿Por qué no se ponen bravos como con el Perú, ahora con Estados Unidos, y les piden extraditar a García Luna, como suplicaron entregar al general Cienfuegos? Su pacificación es palabrería.
El nuevo Plan Michoacán es salir del paso de Uruapan. Novenario, sin respeto, al difunto Manzo. Y por cierto, no se trata de cuidar a un alcalde, sino de desmantelar el acoso criminal de los delincuentes en política y en el gobierno. La podredumbre de Morena está dentro y avanza como un cáncer, sólo tendrá credibilidad ese Plan Michoacán si la presidenta Claudia se amputa las manos criminales y recupera, sí con la enseñanza de los errores, la mano firme de Felipe Calderón. ¡Las michoacanas y michoacanos, nunca en la historia nos vamos a rendir!

