El 3 de julio de 1955 marcó un hito en la vida democrática del país. Por primera vez, las mujeres mexicanas ejercieron su derecho al voto en una elección federal. Ese mismo día, la portada del diario El Nacional dio cuenta del carácter histórico del proceso: cerca de cinco millones de hombres y poco más de tres millones ochocientas mil mujeres estaban empadronadas para participar. Pero más allá de los números, lo que ocurrió fue la incorporación formal de las mujeres a la vida política del país. Aquel día, muchas acudieron a las urnas y, por primera vez, algunas de ellas resultaron electas para cargos de representación popular.

Quienes hoy ocupamos cargos públicos sabemos que este derecho fue el resultado de una lucha larga y valiente. Muchas de nuestras abuelas no votaron. Algunas nacieron cuando aún no existía ese derecho. Otras lo ejercieron por primera vez ya siendo adultas, sabiendo que era un acto que rompía con siglos de exclusión.

Desde entonces, la participación de las mujeres ha trascendido mucho más allá de las urnas. No sólo votamos: también construimos país. Estamos en la política, sí, pero también en las aulas, en los laboratorios, en los hospitales, en el arte, en el deporte, en las comunidades, los hogares y en cada ámbito donde se transforma la vida cotidiana con un enfoque de justicia, equidad e inclusión.

Hoy, a 70 años de aquella jornada histórica, México vive un momento sin precedentes: por primera vez, una mujer encabeza la Presidencia de la República. Claudia Sheinbaum Pardo asumió el cargo con una legitimidad clara en las urnas y con el respaldo de un proyecto que ha puesto en el centro la equidad, la justicia social y el bienestar colectivo.

Este nuevo capítulo de la vida pública nacional da continuidad a la transformación iniciada en 2018, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador impulsó un gabinete paritario y sentó las bases para una mayor participación de las mujeres en los espacios de decisión. La llegada de la presidenta Sheinbaum al Ejecutivo federal confirma que el acceso de las mujeres al poder dejó de ser una excepción: es una realidad con rostro de futuro.

Desde sus orígenes, el movimiento de la Cuarta Transformación —hoy bajo el liderazgo de una mujer— ha apostado por hacer de la equidad un principio rector. Morena ha impulsado reformas clave para lograr la paridad en todos los espacios de decisión: en el Congreso, en los gabinetes, en las candidaturas y en las instituciones públicas. Esa paridad ya no es promesa: es ley, es práctica y es convicción.

En la Ciudad de México, esa agenda se mantiene firme. Desde el gobierno local, encabezado por Clara Brugada, se han promovido políticas para reducir desigualdades estructurales, ampliar derechos y colocar el bienestar de las mujeres como eje de la planeación territorial y social.

En Tlalpan, no sólo compartimos esa visión: la estamos llevando a la práctica todos los días. Contamos un presupuesto histórico con enfoque de género que supera los 242 millones de pesos, el 7 % del presupuesto total de la alcaldía. Instalamos el Gabinete de Género e Igualdad Sustantiva, que articula a todas las áreas de gobierno con un solo objetivo: garantizar que la perspectiva de género esté presente en cada decisión, cada programa y cada política pública.

Pero no nos quedamos en el diseño institucional: hemos llevado esta transformación a las calles, a las colonias, a las casas, con las vecinas.

Hoy contamos con la Brigada Mariposa, que recorre casa por casa en colonias prioritarias para detectar y atender casos de violencia. Tenemos los centros para mujeres víctimas de violencia. Impulsamos las Carpas Rojas, un modelo único en la ciudad para abordar de forma digna temas como la menstruación y la menopausia desde una visión de derechos sexuales y reproductivos.

A través de campañas como “Tlalpan se Respeta” o “Muros que Hablan, Voces que Resisten”, hemos combinado el arte, el diálogo comunitario y la atención institucional para erradicar el acoso y visibilizar la lucha contra la violencia de género.

No se trata sólo de conmemorar un derecho conquistado. Se trata de asegurar que cada niña crezca en un entorno con acceso a educación, oportunidades y condiciones reales para desarrollarse plenamente. Que puedan decidir sobre sus cuerpos, sus vidas y sus comunidades. Y que lo hagan en un entorno donde la igualdad no sea una excepción, sino una práctica cotidiana de gobierno.

La transformación también es de las mujeres. En las urnas, sí. Pero también en los gobiernos que honramos ese derecho, construyendo, desde el territorio, una vida libre de violencias, con justicia social, equidad y libertad.

Alcaldesa de Tlalpan

Maestra en ciudades y urbanismo

@gabyosoriohdz

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