Allá por 1994, en alguna concentración con la Selección Mexicana, platicaba con el Tuca Ferretti, a quien le pregunté la razón por la que no se había naturalizado mexicano, tras vivir tantos años en nuestro país. Tuca me contestó de manera rotunda: “Cuando cumpla un día más de vivir en México que en Brasil, ese día voy a considerar mi naturalización”. Tuca era parte del cuerpo técnico de Miguel Mejía Barón y a lo largo de su carrera como futbolista en México (1976 – 1991), se destacó entre los mejores jugadores con Atlas, Toluca, Monterrey, Neza y, sobre todo, Pumas. Sin embargo nunca pudo ser elegible para vestir la playera de la Selección.

Hablemos de naturalizados. Evanivaldo Castro Cabinho jugó en México de 1974 a 1987 con los equipos Pumas, Atlante, León y Tigres, obtuvo ocho campeonatos de goleo y anotó 312 goles, 18 más que Carlos Hermosillo, su más cercano perseguidor. Cabinho, a diferencia de Ferretti, decidió naturalizarse mexicano pero, a pesar de sus impresionantes números, nunca fue considerado para una convocatoria con el Tri. Quizá con Cabinho México pudo no ser último lugar en Argentina 1978, o quizá pudo clasificarse en el Premundial de Honduras 1981 para la Copa del Mundo España 1982, pero lo cierto es que, hasta donde yo recuerdo, no se cuestionó a los directores técnicos Roca y Cárdenas, su ausencia, aunque sin duda, junto a Hugo Sánchez, formaba una excelente dupla en Pumas y, ¿Por qué no? Era factible en la Selección Mexicana.

Tal parece que hoy existen mexicanos respaldados por la Constitución Política, pero que no son suficientemente mexicanos para ser parte de la Selección Mexicana. Tal parece que el orgullo patriota mal fundamentado impide aceptar futbolistas con los mismos derechos, aunque con diferente acento, en nuestro representativo nacional. Tal parece que el verdadero problema en nuestro futbol son los jugadores que llegaron a la Liga Mexicana desde otros países, obtuvieron su pasaporte mexicano una vez cumplidos los requisitos, y se “aprovecharon” porque la Selección de su lugar de origen no les habría convocado jamás. Tal parece que nos olvidamos de la voraz forma en que los dueños de los equipos de la Liga MX han asfixiado la producción de talento mexicano, verdaderamente competitivo, con reglamentos destinados al éxito económico para unos cuántos.

En efecto, la posibilidad de que Javier Aguirre convoque a más de un jugador naturalizado en la próxima Copa del Mundo, es real y muy probable (en el entendido que Santiago Giménez es mexicano por naturalización). Quiñones, Berterame y la elegibilidad de Alvaro Fidalgo para la fecha FIFA de marzo 2026, engrosan una lista inédita que claramente refleja la desesperación de cumplir con objetivos que no contemplan las causas, sino únicamente los efectos.

Pasaron 44 años, desde Suecia 1958 (Carlos Blanco, España) hasta Corea / Japón 2002 (Gabriel Caballero, Argentina), para que un naturalizado volviera a ser parte de la Selección en una Copa del Mundo y en este siglo 12 futbolistas (incluido Giménez) han sido convocados por diferentes directores técnicos.

Tuca no quiso, Cabinho no pudo… Hoy el tema son los naturalizados rumbo a la Copa del Mundo 2026 y es lamentable que, para muchos, existan mexicanos de primera y mexicanos de segunda dentro del futbol nacional.

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