“¿Qué apostamos? ¿Una comida? Va... Una comida”. Así empiezan a ser más cercanas las relaciones, porque en una comida, desayuno, cena o hasta improvisado antojito, uno revela sus gustos, rituales y tradiciones, a través de un evento que —por lo menos— realizamos tres veces al día.

¿Pero qué pasa cuando lo que es tan cotidiano y natural sufre cambios, ajustes, incomodidades y el simple acto de comer se vuelve un sufrimiento? O cuando es necesario limitar ciertos alimentos o hasta prescindir de ellos...

Pocos placeres nos obsequia la vida como comer. Ninguna sensación se compara con la satisfacción de disfrutar platillos que estimulan las papilas gustativas y nos llevan a disfrutar cada minuto de su digestión, con el popular mal del puerco.Partamos de algo muy evidente: Las cocinas son el corazón de las casas y, cuando las preocupaciones laborales o familiares terminan con los años, la prioridad pasa a ser lo que se va a comer en las siguientes horas. Porque uno puede dejar de bañarse, pero no de comer.

Vivimos en un tiempo en que tenemos todo tipo de comida internacional al alcance de un clic e innumerables opciones de restaurantes, pero también en la época de la comida alterada genéticamente, llena de químicos, conservadores, colorantes y cada vez menos fresca...

Un día, la consecuencia de adquirir el virus del Covid-19 fue perder los sentidos del gusto y el olfato temporalmente, ambos indispensables para el buen comer. La experiencia fue angustiante y el apetito, una simple necesidad de sentir algo en el estómago. Ahí experimentamos una de las nostalgias más extrañas, donde recordamos que el olor y el sabor de la carne o el tequila eran maravillosos.

Un día, el diagnóstico fue: Hernia hiatal y reflujo severo; al siguiente, fue buscar la fecha de la cirugía lo antes posible. A partir de ahí, todo ha sido distinto: El estómago se redujo, la comida tarda varios (muchos) minutos en llegar a su lugar de digestión, no se experimenta la satisfacción después de comer y nuestro(s) acompañante(s) en la mesa nos ven de reojo y callan mientras uno, textualmente, pasa el trago amargo.

Y sí, más allá de las apuestas para comer, el futbol nos regala esa hermosa tradición importada de Sudamérica llamada “los asados”. Es ahí donde los atracones se hacen más evidentes, donde la privacidad al interior del plantel (acompañada por un vino) desinhibe las personalidades y donde surgen las historias más hilarantes que cumplen su objetivo: Unir al grupo a través de lo que más nos une a los seres humanos, la comida.

Hoy, el nuevo diagnóstico indica que es necesario repetir la cirugía por una falla en la válvula esofágica, esa que abre y cierra para que pase la comida en segundos.

¿Apostamos una comida? Va... Le prometo que más temprano que tarde regresaré para disfrutar del máximo placer en la vida y el que más nos une: Comer sin dificultad y con placer.

@felixatlante12 @felixunivision12

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