No hablaré ni de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, presentada en la ONU por Echeverría, ni de la creación del Infonavit, ni del incremento del presupuesto a la UNAM durante su gobierno de más del 1000% (sic), ni de ninguna de las realizaciones de ese sexenio; me referiré a otro hecho vinculado con la competición automovilística que con gran éxito se celebró en la Ciudad de México.
El autódromo donde se realizó, está ubicado en la Magdalena Mixhuca, que se construyó por el interés de López Mateos en los automóviles y sus carreras. Un amigo suyo era el empresario Pedro Natalio Rodríguez Quijada, quien también era un admirador del automovilismo.
Cuando se estaba construyendo la ciudad deportiva durante su gobierno, su amigo Pedro Natalio le planteó la conveniencia de que se construyera un autódromo; le llevó la tesis profesional que para recibirse de Ingeniero, elaboró Óscar Fernández Gómez Daza sobre un autódromo. Decidió entonces se edificara; le encargó a su amigo fuera el encargado de supervisar su construcción. En ese autódromo, se platica, él llegó a correr un automóvil, obviamente sin participar en ninguna competencia.
Era también su costumbre, los domingos en la mañana, salir a correr en el Anillo Periférico que comenzaba en lo que es ahora la Glorieta de San Jerónimo, en donde se encuentra nuestra hermosa bandera, como en otros lugares del país, instaladas por el entonces General Secretario de la Defensa Nacional, Enrique Cervantes Aguirre, por instrucciones de nuestro patriota presidente Ernesto Zedillo. A esos veloces y peligrosos recorridos presidenciales de López Mateos, era frecuente que lo acompañara su Secretario de Gobernación, el licenciado Gustavo Díaz Ordaz. El recorrido terminaba en la casa del Presidente, en donde desayunaban chilaquiles verdes, que eran uno de sus platos favoritos.
Una mañana de principios de marzo de 1963, según la historia, a la altura de la avenida de Las Flores en el Periférico, golpeándole la pierna a su Secretario de Gobernación, que lo acompañaba como copiloto, le dijo textualmente: “Ya te chingaste, Gustavo”. Díaz Ordaz le manifestó que no entendía qué le quería decir, a lo que, con su risa sonora y espontánea le respondió: “Tú serás el próximo Presidente.”
No comentó más. Desayunaron como siempre, y no le volvió a tratar ese tema, hasta noviembre, en que lo invitó a comer a Los Pinos, para decirle que su candidatura se conocería esa misma semana.
A propósito del Gran Premio, Díaz Ordaz, antes de cumplir su primer año como titular del Ejecutivo, acudió a esa competencia acompañado de su familia. En un automóvil convertible amarillo, fue a los pits a saludar y desearles suerte a los participantes. Al terminar la competencia, salió entre el público sin ninguna escolta visible, mucho menos ostentosa.
Pero ¿por qué mencioné a Echeverría?, porque cuando en 1971, en una competencia automovilística celebrada en Alemania, murió Pedro Rodríguez de la Vega, hijo del amigo promotor de ese autódromo con López Mateos, Luis Echeverría, como Presidente de la República, le impuso el nombre de “Hermanos Rodríguez” a ese autódromo.
Dos fueron los hijos del amigo de López Mateos: Pedro y Ricardo. Ambos murieron en carreras automovilísticas; Pedro en 1962 y Ricardo en 1971. Los recordamos en estas fechas en que los mexicanos les rendimos culto a los muertos.
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

