Hace casi veinte años, la vida me llevó a dejar mi México lindo y querido para buscar nuevas oportunidades. Una mejor vida y sobre todo, seguridad. La tierra prometida: los Estados Unidos, país que me abrazó y me forjó a base de golpes, como los artistas tallan la madera más dura. ¿Quién me talló? Dios, ese que, como siempre digo, ha estado en mi esquina.
Hoy, siendo orgullosamente ciudadano americano por elección y mexicano por nacimiento —y con casi seis décadas encima— debo decirles con franqueza que todo ha valido la pena. Gracias al amor de Laura, mi amor eterno, y de mi hijo Ernesto Jr., mi mayor motivación, he cumplido otra meta más.
Esta columna sabatina se llama No Puedes Jugar Boxeo, pero hoy quiero hablarles de paisano a paisano, compartiéndoles algunas vivencias.
Obtener la ciudadanía estadounidense ha sido un logro enorme que me llena de gratitud. Pienso en tantos compatriotas que quizás no lo lograron, pero que nunca dejaron de soñar. Conozco a muchos que, con todo en contra, abrieron caminos con esfuerzo y honestidad para darles una mejor vida a sus familias. A ellos, mi respeto eterno.
También recuerdo a quienes intentaron desmotivarme con frases como: “Nunca trabajarás en ESPN, Univisión o FOX.” “Eso no es para ti.” Sin saberlo, se convirtieron en mis mejores motivadores.
A ESPN y a Gerardo Quirama les debo haber entendido los mercados y las audiencias. Y si bien hubo desencuentros, ahí comprendí que mi misión era servirle a la raza; en Univisión Deportes viví etapas gloriosas junto a Juan Carlos Rodríguez, ahí narré infinidad de ligas de de futbol, incluidos mundiales desde estudio, y recibí la oportunidad de ser el rostro del boxeo de la cadena al lado de Israel “Magnífico” Vázquez (QEPD); en FOX Deportes cumplí el sueño de trabajar en Los Ángeles, California —que es como México, pero con orden—, ahí narré la Champions League, torneo que me faltaba, y me consolidé en el boxeo gracias a Orlando Silver.
Tres escuelas, tres trincheras, una sola misión: servir a mi gente.
Hoy, viviendo hace años en Las Vegas, inicia otra etapa, la del tiempo de cosecha, con el corazón apuntando a la unidad del boxeo entre México y Estados Unidos.
Aquí he tenido la fortuna de estar en la meca del boxeo cubriendo los más grandes eventos boxísticos, narrando una temporada de los Raiders y trabajando para NETFLIX y TKO. El camino no ha sido fácil, pero vaya que ha sido de gran enseñanza. Acá, de este lado, aprendí que hay que fortalecer el músculo más importante del ser humano: la fe.
¿Que si estos veinte años han valido la pena? Con eterno agradecimiento y firmeza digo: sí.
México me parió y Estados Unidos me adoptó. Y hoy bendigo a los dos.






