Nueve palabras de la presidenta Claudia Sheinbaum, que dejan entrever dignidad y firmeza y cuyo destinatario único es Andrés Manuel López Obrador, llevan un mensaje inequívoco:

“Quédate en La Chingada”. “No salgas de La Chingada”. “No te necesito fuera de La Chingada”.

“…o te mando a la chingada”, podría ser la advertencia de la posible consecuencia final del afán intervencionista del ex presidente en las funciones. Responsabilidades. Deberes que sólo competen a la primera mujer Tlatoani en 700 años de historia.

El Tlatoani ha sido la encarnación del máximo poder político en México. Es el que habla, literalmente. En esa representación, Claudia Sheinbaum ha hablado:

“Afortunadamente, no estamos en ninguna de las tres circunstancias” por las cuales el huachicolero de la política nacional anunció que volvería a esta actividad.

El Tlatoani, visto como una divinidad tradicional. Simbólica. Histórica, ha sido adorado y temido. Se le atribuyen dones extraordinarios. Únicos. Todo lo sabe. Tiene el don de la ubicuidad. Todo lo puede. Da y quita. Perdona y condena. Hace su voluntad con la palabra.

López Obrador experimentó todo eso. Lo llevó al paroxismo. Supuesto conocedor de la Historia, supone que los seis años que abarca esa vida de gloria para los presidentes, son prorrogables. Terminan inexorablemente.

Su periodo concluyó. Se fue a su finca “La Chingada”. Miente una vez más. En realidad, debe irse a la chingada. O más lejos, si nos atenemos al vocabulario de uso común para expresar desprecio.

Esta alocución no debe alterar a nadie. Es de uso común para los mexicanos. Todos sabemos lo que significa. Está documentada en el enorme Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz. Es incuestionable.

Pero López no se va a ir lejos por voluntad propia. Su locura se lo impide. Únicamente su sucesora puede mandarlo. Tiene toda la fuerza legal. El deber moral de apartarlo de la vida pública definitiva. Categórica. Indubitablemente.

Ella, y solamente ella, puede librarse de esa funesta. Pesada. Perniciosa carga. Romper las cadenas que le puso al imponerla en el cargo, es para ella cuestión de vida o muerte política. De alabanza o de censura.

Únicamente apartando a ese facineroso de la órbita política, se colocaría en la posibilidad de ejercer todas las atribuciones que le han conferido las urnas. La Constitución. Las circunstancias.

Mantenerse. Reafirmarse en esa línea, podría ser el verdadero inicio de su gobierno, que no ha comenzado pese a los festejos. Es de esperar que no incurra en la rectificación. Freno. Reversa, por incomodidad. Disgusto. Presiones de quien la convirtió en Tlatoani sin poderes.

Las incoherencias. Atrevimiento. Desmesura grotesca de López de informar en qué condiciones podría salir de su escondite --durante la presentación de su libro, al que por su conocida ignorancia seguro no aportó más que la aprobación a sus amanuenses--, reflejan su infinita pequeñez. Su extrema vileza. Su inconmensurable depravación.

Al expresarle lo que tiene en mente, la agrede. La lastima. La ofende. La menosprecia. La degrada. La humilla. La desprestigia. La exhibe sin poder alguno. Sin capacidades. La infantiliza.

Irreverente. Desvergonzado. Ambicioso, no le guarda ninguna consideración. Ni por ser mujer. Ni por ser la presidenta de la República.

Podría decirse, con toda propiedad y objetividad que, machista. Misógino. Cobarde, la infravalora. La abusa. Comete contra ella violencia de género.

Según la Organización de las Naciones Unidas, esta falta es un acto dañino orientado contra una persona por género. Deriva de toda desigualdad. Implica cualquier tipo de abusos y excesos. Su destructividad es terrible. Viola los derechos humanos. Las víctimas más frecuentes son las mujeres.

Eso es, justamente, lo que, enfermo de poder y excedido de ambición, hizo López. Huachicoleó a la presidenta de la República. La violentó. La rebajó.

En el primer punto de sus razones para volver a enrarecer el clima sociopolítico del país, salta a la vista: “defender a la presidenta, o ante un eventual golpe de Estado”.

Con el poder que le da el cargo, ella no necesita defensa de un desquiciado que sólo quiere dominarla. Desplazarla. Sustituirla. Demostrar que él puede lo que ella no. Se asume indispensable, siendo un verdadero estorbo.

Al ofrecerle “su ayuda” implícita, explícitamente le está diciendo: “cuando no puedas, me haré cargo. Yo decidiré en qué momento te harás a un lado. Cuídate de no poder. Tu poder sólo pasa por mi aprobación. Por mi entera satisfacción”.

¡Qué falta de respeto a su investidura! ¿¡Cómo no reaccionar más radicalmente ante tamaña ofensa!? ¿¡Cómo no mandarlo a la chingada!?

En ese punto, subyace el propósito de López de mantener el dominio sobre Claudia Sheinbaum. De no perderlo. De que no se salga un solo milímetro de su voluntad. Su capricho. Sus intereses.

Hablar de un golpe de Estado, otra motivación que tendría para retornar a la vida pública, es una pérdida de tiempo. No existe ahora ni se ve en perspectiva un solo factor o motivo para construir ese escenario.

Esta realidad no es ajena al cretinismo del huachicolero de la política. Por lo general, los golpes de Estado son propiciados. Consumados por las Fuerzas Armadas. Por el Ejército.

En Estados Unidos, su perorata sobre ese peligro ha sido desestimada. Motivo de mofa. Porque para nadie es un secreto que, durante su administración, entregó a esos cuerpos un poder como nadie se los había dado.

Andrés Manuel López Obrador llevó a cabo un golpe presupuestal. Administrativo. Burocrático al entregar más de 240 instituciones a militares y marinos. Les dio manga ancha en el manejo del dinero. Cegó las instituciones que podían pedirles cuentas.

¿Golpe es Estado para que, si López Obrador entregó ya el poder a los militares?, se plantea en distintas esferas de poder en Estados Unidos. ¿Se pondría, en todo caso, al frente de cualquier fuerza que intentara perpetrar una acción de esa naturaleza?

Respeto de la defensa de la soberanía y la democracia, por las cuales el gran patriota estaría dispuesto a sacrificarse, responden los hechos.

En la relación con Estados Unidos, la mayoría de sus antecesores, él y Claudia Sheinbaum, han hecho lo que al Imperio le conviene. Sus dichos de que México no es colonia de nadie, es una falacia. Nadie se traga ese cuento. Ha habido. Hay una indecorosa subordinación. Un entreguismo total a todo lo que el poderoso disponga.

Este se ve más claramente aún desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca por segunda vez. Funcionarios del más alto rango de su gobierno han expresado su certeza de que el presidente le ha ordenado a Sheinbaum qué hacer en algunos temas.

Por lo que toca a la democracia, fue transformada en tiranía.

Lo más grave de la ausencia de soberanía nacional no es frente a Estados Unidos. Es evidente. Presente. Patente. Creciente, al interior del territorio. Se ha entregado al crimen organizado. Innegable.

¿De qué riesgos habla entonces López Obrador? El único riesgo es él. Para el país. Para la ciudadanía. Pero especialmente para la presidenta.

De donde se sigue que, de ella y únicamente de ella, depende enmazmorrarlo en “La Chingada”... o mandarlo a la chingada.

Línea de Fuego

De risa desquiciadora. Para desternillarse. El “destape” de Jorge Romero, líder del PAN, de la diputada Kenia López Rabadán como candidata a la presidencia en 2030. Adelantarse a ese acontecimiento es evidencia de su desesperación. De que su partido está muerto. Lo trágico es que él no lo sabe. Con ella y todos los demás “perfiles” que enlistó, no se hace uno. Debería preocuparse de la nueva titular de la FGR. Lo sigue teniendo en la mira como jefe del cártel inmobiliario de la CDMX… “Grandeza”, el libre de AMLO es Vileza. Bajeza. Desvergüenza… Raúl Morón es peligroso. Si ya se le menciona como factótum en el asesinato de Carlos Manzo y las encuestas lo colocan en la imposibilidad total de ganar Michoacán, en caso de ser candidato al gobierno, podría entrar en pánico y cometer otros excesos. Se dice que ya anda en eso y que ni sus “compas”, Leonel Godoy y Alfredo Ramírez Bedolla lo pueden controlar… El supuesto acto de autoridad de Sheinbaum de remover a Alejandro Gertz de la FGR es, en realidad, una demostración de autoritarismo. Con decir que lo obligó --¡indigno por permitirlo!-- a pasar por encima de la Constitución, junto con ella, todo está dicho… ¡Qué bajo ha caído la calidad del servicio diplomático mexicano con nombramientos de algunos embajadores y cónsules que son verdadera escoria, y más ahora con el mediocre Roberto Velasco como titular temporal de Relaciones Exteriores! Sea quien fuere este, da lo mismo. La presidenta lleva todos los temas de cada una de las instituciones. Por eso le va como le va. Si para su jefe los secretarios eran floreros, para el país sólo son altos salarios a cargo de los contribuyentes…Todo indica que Raúl Rocha, dueño de Miss Universo, perderá más que las ventajas del criterio de oportunidad que sólo él y Gertz negociaron. Los que saben con cuánto dinero huachicolero ensució el título de belleza universal de Fátima Bosch y para complacer a quién, no tardarán en hacer revelaciones que quitarán el sueño a más de uno… Los pescadores, dueños de los partidos, lanzan, una y otras vez, anzuelos, chinchorros y redes a las figuras más importantes del Movimiento del Sombrero. Su fama pública de oportunistas. Deshonestos. Traidores, les ha cerrado todas las puertas. Sería un gravísimo error que alguien se las abriera en ese grupo, al que miles ven ya como una verdadera promesa político-electoral… Increíble, por incierto, que el partido del gobierno haya afiliados a 10 millones de ciudadanos en su última campaña. Luisa María Alcalde, como encargada del liderazgo, ni siquiera figura. Es intrascendente. Y el (D)Andy, cansado y de paseo, no aparece.

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