El papa León XIV ha comenzado a mover sus fichas en la política de su país natal, los Estados Unidos, sin prisa, pero sin pausa, rescatando la sabiduría milenaria de la Iglesia esperó el momento adecuado para iniciar el cerco al presidente Trump. Para ello evaluó la crisis de popularidad que atraviesa la Administración Trump que ha descendido a cifras del 45% y la política migratoria está bajando al 41%, simultáneamente las medidas de Trump en materia de política económica comienzan a sentirse, donde más les duele a los ciudadanos, en su bolsillo.

La política arancelaria que aplica como estrategia coercitiva sobre los gobiernos le han enajenado en pocos meses los resultados de décadas de trabajo sutil y de propaganda de “las bondades” de la política internacional de su país, que arrancó en la Guerra Fría en 1948 y se consolidó en 1989 con la Caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, sin tirar un tiro, simplemente víctima de sus propias contradicciones internas, generadas por una estrategia norteamericana a largo plazo, que le permitió, en su momento consolidarse como el centro de una potencia hegemónica a nivel mundial. En ese contexto la mayoría de las empresas multinacionales de Estados Unidos se afianzaron como las más fuertes del mundo.

El dinero no tiene patria y las multinacionales prefirieron invertir y comprar donde consiguen mejor precio, por lo tanto, producen en cualquier país del mundo y le venden a los Estados Unidos. Wall Street está en la gloria por sus excelentes ganancias y los ciudadanos ven alejarse cada vez más buenos empleos, considerando competencia a los trabajadores de todo el mundo, quienes están dispuestos a “hacer lo mismo que ellos”, pero cobrando menos. Trump y su grupo económico está interesado en venderle a los ciudadanos americanos y para ello necesitan que estos tengan capacidad económica para comprarles. La globalización favorece a las grandes corporaciones e incrementa el déficit en la balanza de pagos de los Estados Unidos, perdiendo vigencia que “lo que es bueno para General Motors, es bueno para los Estados Unidos”.

El papa León XIV tiene otras preocupaciones, con 70 millones de feligreses en los Estados Unidos y más de 400 millones de católicos en América Latina necesita apoyarlos y convencerlos que la Iglesia Católica se preocupa por ellos. En esta perspectiva debe “remar contra la corriente”, los obispos del continente americano son muy conservadores, depuraron a los cuadros de la Teología de la Liberación y ahora domina un clero que simpatiza activamente con la Teología de la Prosperidad, la cual afirma que los ricos son “elegidos de Dios”, y que “cuando Dios da, da a manos llenas”. Paradójicamente, los ricos en América Latina atraviesan un vacío espiritual y se refugian en la Nueva Era y cultos orientales. Los pobres serán los elegidos, pero ellos “eligen el pentecostalismo” y la sangría de feligreses es atroz a lo largo del continente. La Iglesia católica sólo crece en Asia y África, quienes son “católicos demasiado nuevos”.

En este contexto Prevost inició su confrontación con Trump tratando de arrebatarle sus banderas, de “crítica a la ideología woke”, para ser auténticamente “provida”, afirmó no basta con oponerse al aborto, sino que se debe apoyar a los migrantes, quienes luchan por sacar adelante a sus familias. Las encuestas de Pew Research Center dicen que “Israel ha ido demasiado lejos en Gaza” e inició su crítica a las acciones del Estado de Israel en el conflicto, a la vez que trata de involucrarse en la negociación del conflicto ucraniano, tratando de ganarle la iniciativa a Trump y acreditarse en Europa como europeísta.

Los católicos en Estados Unidos tienen el desafío de los evangelicals, una versión conservadora, fundamentalista y nativista de la derecha cristiana que se fortalece definiéndose como auténticamente “americana” y presentándose ante los hispanos como el “puente” para incorporarse al “sueño americano”, la conversión y el abandono del catolicismo sería un paso imprescindible para ser un “americano de peso completo”.

Prevost, el papa estadounidense tiene el desafío de convencer a sus feligreses que se puede ser católico y “americano”. Lo que está sobre la mesa es la disputa por “la nación”. Trump convocó a todos los generales y les informó la nueva doctrina militar de lucha contra los “enemigos internos”, con lo cual transforma a los militares en policías en su propio país. En este contexto Trump lleva a los militares a implantar la doctrina de la seguridad nacional que toma el modelo del “Cono Sur” del siglo pasado. Ya no habría enemigos externos sino que sus propios ciudadanos son el enemigo. No sabemos como terminará el conflicto, aunque una vez más, “cuando los Estados Unidos se engripan, a los latinos nos da pulmonía”.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-NAH

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