En mi columna anterior señalé cómo el gobierno de la llamada Cuarta Transformación volvió a mostrar su política de opacidad al ocultar los informes diagnósticos del aprendizaje de los estudiantes de educación básica 2024-2025, elaborados por el hoy extinto Mejoredu. Gracias al trabajo de académicos comprometidos con la transparencia, esos documentos fueron recuperados y puestos a disposición del público. Con base en ellos, resumo aquí algunos resultados de los estudiantes de secundaria.
El informe, extenso y técnico, tenía un propósito diagnóstico: conocer las habilidades que los alumnos habían desarrollado en los grados previos. La idea central era que los docentes usaran esta información para planear su enseñanza a principios del ciclo escolar. Para 1º y 2º de secundaria se evaluaron aprendizajes de 5º y 6º de primaria; para 3º de secundaria, los de los dos años anteriores. Las evaluaciones se elaboraron con base en los planes y programas de estudio de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) y fueron calificadas por los propios maestros, siguiendo rúbricas diseñadas por Mejoredu en colaboración con docentes y especialistas.
El informe abordó cuatro campos formativos —Saberes y pensamiento científico, Lenguajes, Ética, naturaleza y sociedades y De lo humano y lo comunitario— y cuatro tipos de habilidades: Comprensión, Uso del conocimiento, Propuesta de solución y Juicio crítico. Las habilidades se calificaron en una escala de cuatro niveles: Sin evidencia, Requiere apoyo, En proceso y Desarrollado. Por lo extenso del informe, solo me referiré a los aprendizajes desarrollados, omitiendo los que requieren apoyo y los que están en proceso.
Los resultados son alarmantes. En 1º y 2º de secundaria, solo entre 24 y 30% de los alumnos alcanzaron el nivel “desarrollado” en las habilidades evaluadas. En 3º de secundaria, el panorama es peor: apenas entre 13 y 23% lo lograron. Es decir, en el mejor de los casos 3 de cada 10 estudiantes pueden desarrollar las habilidades que se suponen debieron de haber aprendido uno o dos años anteriores y en el peor, solo lo logra 1 de cada 10. En todos los casos, los alumnos de escuelas privadas superaron ampliamente a los de secundarias generales, y éstos a los de telesecundarias, donde el porcentaje de estudiantes que alcanzan a desarrollar las habilidades evaluadas es apenas la mitad del observado en las escuelas privadas.
Dos datos curiosos y difícil de explicar, son: 1) las mujeres superaron ampliamente a los hombres en todas las habilidades. Ningún sistema educativo del mundo muestra una brecha de género tan marcada de manera generalizada y 2) las entidades federativas de menor nivel socioeconómico como Oaxaca, Guerrero, Estado de México y Michoacán obtuvieron las puntuaciones más altas, lo que contradice toda la investigación realizada a lo largo de este siglo. Estos resultados son evidencia de las deficiencias de este instrumento, ya sea por limitaciones en su diseño, en su administración o en su calificación.
A pesar de sus limitaciones —ya que fue una evaluación voluntaria y sin control—, es loable el esfuerzo de Mejoredu por ofrecer información diagnóstica para los maestros. Sin embargo, los resultados exhiben el fracaso del modelo educativo de la 4T. En este sentido, hay que subrayar que las habilidades evaluadas en cada grado escolar correspondían a las programadas en uno, dos o tres grados anteriores. El caso extremo es el de 2º de secundaria en el que se evaluaron habilidades de 5º grado de primaria. Por ello, sin temor a equivocarse, se puede afirmar que ni la NEM ni la SEP han logrado mejorar el aprendizaje de conocimientos y habilidades ni reducir la profunda inequidad entre los tipos de escuela de la educación básica. Tampoco Mejoredu pudo mejorar la validez y confiabilidad de las evaluaciones del aprendizaje, que tanto criticó de los modelos utilizados por el INEE y PISA.
En lugar de ocultar los resultados, el gobierno debería reconocer que la educación pública mexicana está estancada y fragmentada. Lo preocupante no es solo que los estudiantes aprendan poco y que se perpetúe la inequidad educativa, sino que el Estado, en lugar de enfrentar los problemas, prefiera esconderlos bajo el discurso ideológico de una supuesta “transformación educativa” que más que avanzarla la ha retrocedido.

