El expresidente López Obrador y la actual presidenta Claudia Sheinbaum han utilizado el slogan primero los pobres, para señalar que sus gobiernos tienen el propósito de ayudar a las poblaciones más desprotegidas a salir del círculo de la pobreza y brindarles mayores oportunidades para mejorar su desarrollo personal, económico y social. Con esta premisa, gran parte del presupuesto gubernamental se ha destinado a programas de beneficencia social, entre las que destacan las becas a adultos mayores y a niños y jóvenes que asisten a escuelas públicas, de todos los niveles educativos.
La población indígena (especialmente la de los jornaleros migrantes) es, sin lugar a dudas, la clase social más vulnerable en nuestro país. De acuerdo con las cifras oficiales más recientes de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID-2023) del INEGI, 7.4 millones de tres años o más hablan alguna de las 69 lenguas originarias del país. Entre los estados con mayor población indígena se encuentran: Oaxaca (27% de su población), Yucatán (26%) Chiapas (23%), Quintana Roo y Guerrero (14%), y Campeche e Hidalgo (11%). Por ello no es de extrañar que estos estados presenten rezagos educativos, entre los que se encuentran una matrícula reducida, un alto abandono escolar, así como bajos niveles de aprendizaje.
Con la escasa información disponible (ya que el gobierno desapareció a las instituciones que generaban estadísticas educativas de manera independiente) podemos estimar en qué medida las becas a estudiantes están ayudado a la población indígena (los más pobres) a asistir a la escuela y a permanecer en ella hasta terminar la educación superior. Con la información que proporciona la SEP y los diferenciales de asistencia indígena vs. no indígena (ENAPE), podemos hacer una estimación sobre las tasas de asistencia y abandono escolar para el ciclo escolar 2024–2025. En primaria, 8.5% de niños indígenas no asisten a la escuela, lo que representa el doble de los niños no indígenas (4.2%); en secundaria, estas cifras son de 12.3 y 7%, respectivamente; en educación media superior, son del 32.5 y 20.4% y en educación superior del 97 y 60%. Por otra parte, en primaria cerca de 2.3% de la población indígena abandona la escuela sin terminarla, mientras que solo lo hace el 0.3% de los niños no indígenas; las cifras para secundaria son del 7.7 y 2.5%, respectivamente; en educación media superior de 20 y 8% y en educación superior de 25 y 8%.
En síntesis, una proporción menor de indígenas ingresa a la escuela y, simultáneamente, una proporción mayor de esta población la abandona. El fenómeno conjunto de la no inscripción y el abandono escolar entre ambas poblaciones se hace más grande conforme avanzan los niveles escolares, de tal manera que a la educación superior solo logra ingresar el 3% de jóvenes indígenas, mientras que cerca del 40% de la población no indígenas logra llegar a este nivel educativo; diferencia equivalente a 13 veces, lo que se puede considerar como un indicador del tamaño de la inequidad educativa que existe en el país. Las cifras anteriores se replican cuando comparamos a las poblaciones de bajos y altos niveles económicos y a las poblaciones que viven en zonas rurales y urbanas. En todos los casos se observa una brecha importante no solo en el acceso y permanencia, sino también en la infraestructura escolar y en los resultados de aprendizaje; tema que se ha documentado en todos los estudios nacionales e internacionales.
Volviendo a la premisa del gobierno cuatroteista “primero los pobres”, hay que decir que no parece que los programas de beneficencia social y de becas para estudiantes hayan podido revertir la gran brecha educativa mexicana en el ingreso y permanencia de las poblaciones más vulnerables, como es el caso de los indígenas. A mi manera de ver, se tendrían que repensar dichos programas sociales en dos sentidos: 1) enfocar las becas a las poblaciones realmente vulnerables y 2) condicionarlas a la permanencia escolar y los resultados educativos. De otra manera, se estarán desperdiciando miles de millones de pesos en poblaciones que no necesitan estos apoyos o que no los utilizan con propósitos educativos, lo que resulta en detrimento de la inversión educativa en donde más se necesita: las poblaciones y escuelas más pobres del país.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A. C.
@EduardoBackhoff