La presidenta Claudia Sheinbaum se encuentra atrapada entre el control territorial y la violencia sistémica del crimen organizado, y las presiones del gobierno de Donald Trump. ¿Cómo lidiar con ese doble desafío?
Es imperativo reconocer que la mandataria y su secretario de seguridad han emprendido un viraje en la estrategia de seguridad, dejando atrás la del sexenio anterior, ‘abrazos, no balazos’.
En la negociación con Trump, la inquilina de Palacio Nacional ha enviado señales mixtas: por un lado, de serenidad e inteligencia para aprovechar en su favor las reacciones de actores económicos y políticos estadounidenses frente al unilateralismo de Trump.
Por otro lado, sin embargo, su estrategia aparece cada vez más como una cruzada personal, como una épica individual, en que ella sola combate al crimen organizado, pero sin el apoyo masivo del movimiento político del que forma parte, que está más interesado en defender a los suyos para perpetuarse en el poder, que en hacer justicia.
Pero Trump seguirá siendo Trump y eso no lo podemos cambiar.
Sigo pensando que el mayor desafío que la presidenta enfrenta no viene de Washington. El más grande reto al que tiene que hacer frente de manera cotidiana es la pesada herencia de quien la colocó en la presidencia de la república.
El fantasma del sexenio de AMLO se aparece a cada paso. Si Harfuch efectúa un masivo decomiso de huachicol, se devela la mentira de que se había eliminado ese problema. Lo mismo en la distribución de medicamentos, en la construcción de las megaobras, en los contratos de Pemex: hurgan un poco y se encuentran con que las complicidades del sexenio anterior entre el poder político y el crimen organizado siguen intactas.
Asistimos a una paradoja: hasta donde sabemos, no existen aquí (hasta ahora) carpetas de investigación sobre gobernadores, alcaldes, funcionarios morenistas de alto nivel. Así pueden escudarse en un argumento falaz: ¿por qué sostienen a Rocha, a Américo, a tantos? Porque no hay ninguna carpeta abierta contra ellos.
Se combate y deporta a los mafiosos, pero no se toca a los políticos cómplices. El dinero caliente financia campañas y el umbral entre mafiosos y políticos desaparece.
¿Por qué no investigan a los políticos y funcionarios? Porque encontrarían a los culpables.
Prometimos juzgar a Cienfuegos en México y acabó exonerado y hasta condecorado.
Una mancha más al tigre: El hoy líder del Senado y exgobernador de Tabasco, Adán Augusto López Hernández, designó y protegió como titular de Seguridad a un sujeto hoy buscado por vínculos con el crimen organizado.
¿Va la Presidenta a aprovechar este señalamiento que viene desde el interior del actual gobierno estatal morenista en Tabasco para romper la cadena de impunidad? Todo indica que no. El problema está en la prevalencia de la política y la afinidad partidista sobre el derecho. El régimen hegemónico no requiere de un sistema de justicia independiente.
¿O quizá el cálculo es que continuar la cadena de impunidad resulta menos riesgoso?
Ojalá nos equivoquemos, porque la losa sobre la espalda de la Presidenta se vuelve cada día más pesada y le resta credibilidad y viabilidad a su propio gobierno, hasta que la terca realidad nos confronte con los hechos.
Profesor asociado en el CIDE @Carlos_Tampico