Por Carlos Corral Serrano

Este lunes 3 de noviembre escribo no solo como urbanista, sino como ciudadano convencido de que el futuro de nuestro país se juega en sus ciudades. En tres días, del 6 al 8 de noviembre, inicia en Guanajuato el Primer Congreso Internacional de Urbanismo Participativo y Resiliente, un encuentro que busca algo más que reunir especialistas: pretende reconectar la planeación urbana con la vida cotidiana de las comunidades.

No será un acto protocolario ni un evento más en el calendario. Es una cita con la historia, con la conciencia gremial y con la responsabilidad que los urbanistas tenemos frente a México. Durante décadas, hemos sido exigidos hasta el límite: planear, regular, mitigar, reconstruir, resistir. Pero el reto actual es más profundo: dignificar el territorio, corregir el abandono histórico y volver a colocar a las personas —no a las obras ni a las cifras— en el centro de las decisiones urbanas.

El Congreso reunirá a más de 60 ponentes nacionales e internacionales, representantes de universidades, gobiernos locales, colectivos y organismos internacionales, en torno a una convicción compartida: las ciudades olvidadas también merecen futuro.

Entre las conferencias magistrales destacan las de Enrique Ortiz, con “Las ciudades olvidadas y la producción social de la vivienda”; José Alfonso Iracheta, quien abordará la política de suelo y el derecho a la ciudad; Eunice Rendón, que hablará sobre seguridad y participación para la resiliencia urbana; Josep María Llop, referente mundial en planeación urbana y escalas intermedias; y Myriam Urzúa, Secretaria de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la Ciudad de México, quien reflexionará sobre “Los riesgos de las ciudades olvidadas”.

El programa incluye tres Simposios Internacionales que articulan el contenido del encuentro:

Territorios olvidados y el derecho a la ciudad

Planificación justa e instrumentos para la equidad urbana

Regeneración comunitaria y reactivación urbana

También habrá talleres dirigidos por el World Resources Institute (WRI), la presentación de experiencias ganadoras de la Primera Bienal de Urbanismo de México, y un panel global AMU–CIHALC sobre Perspectivas internacionales para ciudades participativas y resilientes, que enlazará los debates locales con las agendas del Hábitat de América Latina y el Caribe.

En el prólogo del libro que acompañará este Congreso escribí que “la ciudad no es un objeto técnico: es un pacto social en disputa”. Y esa frase resume el espíritu de esta cita. Este Congreso no busca repetir fórmulas ni llenar auditorios, sino reconstruir confianza entre quienes piensan, habitan y transforman la ciudad.

Muchos colegas se preguntan si podrán asistir: “La agenda está llena”, “me conecto en línea”. Pero hay que decirlo con claridad: quienes construimos ciudad no podemos esperar que otros la piensen por nosotros.

Si no participamos, renunciamos.

Si no debatimos, aceptamos.

Si no compartimos, nos aislamos.

Y el aislamiento profesional, en tiempos de transformación, termina siendo una forma de renuncia colectiva.

El urbanismo participativo no se ejerce en solitario: se construye en diálogo. No hay plan ni ley que sustituya la presencia en el territorio, la conversación con la comunidad ni la empatía con quienes viven las ciudades que diseñamos.

La responsabilidad del gremio… y del Estado

México cuenta con especialistas extraordinarios en vivienda, movilidad, infraestructura, medio ambiente y ordenamiento territorial. Sin embargo, muchas instituciones públicas —federales, estatales e incluso municipales— han reducido o postergado el diálogo con los gremios profesionales.

En algunos casos se acude a la academia —siempre valiosa—, pero se deja fuera el conocimiento colegiado que surge de la práctica, de la ética técnica y de la responsabilidad gremial. Eso debe cambiar.

Un país no se transforma consultando a unos cuantos ni delegando la participación a voluntad.

No es función del Estado construir ciudades por sí solo;es su deber garantizar que las personas —de la mano de quienes saben, diseñan y planean— puedan hacerlo juntas.

El urbanismo participativo no debilita al Estado: lo engrandece.

No cuestiona su autoridad: la legitima.

Y no compite con el gobierno: lo acompaña y lo fortalece.

El 8 de noviembre, el Congreso culminará con la Ceremonia Solemne del Día Nacional del Urbanista Mexicano, momento de reconocimiento, memoria y compromiso. En ese marco se entregarán los Premios Nacionales de Urbanismo, las más altas distinciones que otorgan los urbanistas mexicanos a sus pares por su contribución al país:

Premio Nacional al Mérito Urbano “Carlos Lazo Barreiro”, que reconoce a quienes, desde la práctica profesional y el servicio público con visión de Estado, han contribuido de manera ejemplar al desarrollo urbano de México con compromiso, ética y sentido social.

Premio Nacional a la Excelencia Académica y de Investigación “Domingo García Ramos”, que distingue a quienes, desde la docencia y la investigación, han formado generaciones y transformado la manera de pensar, enseñar y planear el territorio.

Ambos premios honran a dos pilares del urbanismo mexicano: Carlos Lazo Barreiro, símbolo del servidor público con visión de Estado, y Domingo García Ramos, maestro e investigador que construyó pensamiento urbano desde la academia. Sus legados combinan la obra, la reflexión y la vocación de servicio.

Recibir o presenciar estos reconocimientos no es un acto protocolario: es una afirmación ética y profesional. Es asumir que el urbanismo no se reduce a un oficio técnico, sino que es una responsabilidad social compartida, un llamado a hacer de cada proyecto una oportunidad para construir justicia territorial.

Guanajuato será, por unos días, el punto de encuentro entre generaciones de urbanistas, arquitectos, planificadores, servidores públicos, académicos, empresarios y comunidades que todavía creen que es posible reconstruir el pacto urbano desde la corresponsabilidad y la participación.

Las ciudades no se transforman desde la distancia.

La ética profesional no se ejerce desde el silencio.

Y el urbanismo participativo no se aprende: se practica acompañando.

Las ciudades no se transforman desde la distancia ni el silencio. Hoy más que nunca, México necesita urbanistas con visión de Estado, compromiso social y voz propia.

Es Director Ejecutivo de la Asociación Mexicana de Urbanistas.

El Congreso se celebrará en Guanajuato del 6 al 8 de noviembre de 2025.

contacto@amu.org.mx

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