Por CÉSAR CRUZ
El conflicto entre Israel e Irán ha escalado a niveles alarmantes, generando no solo tensiones geopolíticas, sino también repercusiones económicas globales que podrían impactar a México de manera indirecta pero significativa. Aunque nuestro país no es un actor directo en este conflicto, la integración de los mercados globales y la dependencia a recursos estratégicos nos colocan en una posición vulnerable ante las fluctuaciones que este conflicto pueda generar.
Para entender el conflicto, hay que recordar que el Estrecho de Ormuz, a través del cual transita aproximadamente el 20 % del petróleo mundial, es una arteria vital para el comercio energético global. Cualquier amenaza o cierre de esta vía por parte de Irán podría desencadenar un aumento abrupto en los precios del crudo. Analistas han proyectado que, en un escenario extremo, los precios del petróleo podrían alcanzar los 150 dólares por barril, lo que tendría efectos dominó en la economía global.
México, como productor y exportador de petróleo, podría beneficiarse de un aumento en los precios internacionales; sin embargo, este beneficio podría verse contrarrestado por el alza en los costos de importación de productos derivados del petróleo, como gasolina y diésel, afectando directamente a los consumidores y a sectores productivos clave.
Esto provoca una creciente incertidumbre por el conflicto, lo que estaría generando un repunte en los precios del petróleo y, a su vez, un impulso de la inflación en diversas economías. En México, aunque la inflación ha mostrado señales de desaceleración, un incremento en los precios de los energéticos podría revertir esta tendencia, afectando el poder adquisitivo de los consumidores y aumentando los costos de producción en sectores como el transporte y la manufactura.
Ante esto, los mercados bursátiles globales han reaccionado con volatilidad. La aversión al riesgo ha llevado a los inversionistas a buscar refugio en activos considerados más seguros, como el oro y los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Esta reconfiguración de flujos de inversión puede afectar a México, especialmente en sectores que dependen de inversiones extranjeras directas, como la manufactura avanzada y la tecnología.
Aunque México no es un actor directo en el conflicto Israel-Irán, la integración económica global nos coloca en una posición donde los efectos indirectos pueden ser significativos. Es imperativo que nuestras autoridades y sectores productivos mantengan una vigilancia constante sobre la evolución del conflicto y sus posibles repercusiones. La adaptabilidad y la anticipación serán clave para mitigar los impactos negativos y aprovechar las oportunidades que puedan surgir en este contexto de incertidumbre global.
El conflicto Israel-Irán, más allá de su dimensión geopolítica, representa un desafío económico que requiere una respuesta estratégica y coordinada. México debe estar preparado para navegar en este entorno complejo, fortaleciendo sus capacidades internas y posicionándose como un actor resiliente en la economía global.
Experto en Fusiones y Adquisiciones, Socio de Santamarina + Steta