A pesar de que con la promulgación del Código Civil de 1870 y la incorporación de las leyes de reforma a la Constitución se suprimió la lectura de la Epístola de Melchor Ocampo, los jueces del registro civil la siguieron invocando, ya fuera por ignorancia, por voluntad, o quizá para justificar la generosa propina que recibían por ir a casar gente a domicilio. No fue hasta 2006 que la Cámara de Diputados instó a los gobiernos estatales a que se eliminara este escrito de las ceremonias, lo que provocó que se buscara sustituir por otro texto que no atentara contra los derechos y la dignidad de las mujeres.
Así, se convocaron diversos concursos para redactar nuevos consejos maritales y entre estas nuevas propuestas se destacó la de la política jalisciense Griselda Álvarez Ponce de León: “Nos sostiene el amor. Porque el amor es amo de las cosas y nos puede asaltar en cualquier sitio: porque el amor es amistad profunda, donde no existe vituperio o trampa. El más gratuito de los dones. Grande como el que más y sorpresivo que nos llega y nos toma y nos levanta. Es la necesidad de ser esposos y de decirlo todas las mañanas”.
También resaltan ciertos fragmentos de algunas cartas matrimoniales, como esta que integra la Epístola Matrimonial de Guadalajara: “Unirse en matrimonio, supone atravesar juntos momentos tanto felices como conflictivos, pues la vida de pareja es dinámica y las circunstancias, necesidades y expectativas del hombre y de la mujer van cambiando con el transcurso del tiempo”. O ésta: “¡Sean la lealtad y la comunicación premisas de vida y fortaleza de su unión!”, que proclama la Carta Matrimonial Veracruzana. O esta otra: “Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí”, que exige la Carta de Matrimonio Civil de Colima.

Para muchos, la integración de escritos que, a diferencia del documento de Ocampo, reflejaran la realidad de las parejas contemporáneas y la equidad de género, era la solución final al repudio que existía por estos consejos, además de que se evitaba que la celebración de la boda se convirtiera en un “evento frívolo”. Así, en la actualidad, en las legislaciones correspondientes a ciertas entidades existe la obligación legal de leer textos plagados de cursilerías y que, francamente, invaden la esfera de los particulares, con la pena, en caso de incumplimiento de esta solemnidad, de declarar nulo el enlace.
No es casualidad que en la exitosa película mexicana "Nosotros los nobles" haya una secuencia que nos hace pensar en la liviandad con la que los jueces ejercen su voluntad moral sobre los casaderos, haciendo más de sacerdotes improvisados que de representantes de la ley. En la citada cinta, el juez que está a punto de casar a dos jóvenes intercala las formalidades con comentarios grotescos sobre la vida de los casados. Cosas como “El matrimonio es una institución, pero ¿a quién le gusta vivir en una institución?” o “Cuando se vayan a dormir, no se duerman enojados; quédense despiertos discutiendo…”, sustituyen a la prescrita Epístola a manera de parodia o retrato fiel de los enlaces modernos.
Hace casi 200 años, el insigne don José María Luis Mora, a propósito de esto, escribió: “Mas si los gobiernos están compuestos de hombres tan falibles como los otros, ¿por qué el principio de justicia, o con qué título legal se adelantan a prescribir o prohibir doctrinas? ¿Cómo se atreven a señalarnos las opiniones que debemos seguir y las que no nos es permitido profesar?”

