La colonia de los Arquitectos, ahora San Rafael, tiene una amplia historia. Margarita G. Martínez Domínguez, investigadora histórica urbanística, se encargó de emprender el recorrido cronológico sobre la transformación del lugar en su libro sobre dicho barrio. Todo personaje histórico que habitó esos caminos, el estilo arquitectónico de cada recinto o vivienda y datos únicos son revelados a través de los 11 capítulos que conforman la obra.
El antecedente del asentamiento de San Rafael data desde los tiempos de la ocupación española, cuando, debido a las necesidades demográficas, se necesitaron más zonas habitables. Los conquistadores exigieron tierras como pago por haber participado en la conquista, por ello, el virrey Antonio de Mendoza concedió el permiso de secar el lago de Texcoco en 1541. De esa forma emergieron varios terrenos, entre ellos, los de los potreros de la Horca, el rancho de Santa María la Ribera y el Rancho de San Rafael y fueron entregados a Pedro de Alvarado, el intérprete Aguilar y Hernán Cortés.
La zona se modificó tanto que luego fue apreciada como “la parte poética de la ciudad”. Se construyeron conventos, templos y palacios; además se remodelaron y ornamentaron las vías. Así, “México se convirtió en uno de los exponentes arquitectónicos del estilo barroco” y la capital fue considerada una de las ciudades más hermosas del mundo.
En 1852, Francisco Somera —ingeniero civil y ministro de Fomento en el Imperio de Maximiliano— adquirió los potreros de la Horca. Más del 90% del pago pactado fue entregado a Francisco Arbeu para la construcción del teatro Iturbide, donde más tarde se presentaría por primera vez el Himno Nacional. Para 1857, Somera transformó dicho terreno en la colonia de los Arquitectos, su propósito era que “los arquitectos y alumnos de la Escuela de Bellas Artes adquirieran terrenos en los cuales pudieran materializar su ingenio”.
Asimismo, la idea de Somera fue dividir el terreno en forma trapezoidal “con un eje principal de sur a norte que corresponde a la calle de los Arquitectos”. Para 1864 ya se incluía al asentamiento en las guías de la ciudad y se consideraban 11 manzanas, pero sólo ocho estaban bien definidas. “Los límites del área, se localizaban: al norte, la calzada San Rafael, hoy Guillermo Prieto, y camino al Calvario, hoy Valentín Gómez Farías; al oriente, Ramón Guzmán, hoy avenida de los Insurgentes; al sur, Ferrocarril de Toluca, hoy James Sullivan; y al poniente, Casa Blanca, hoy Rosas Moreno”.

En consecuencia, “las viviendas se desarrollaron conforme al diverso poder adquisitivo y el grado de educación de los usuarios”. La arquitectura comenzó a crecer exponencialmente, el estilo italianizante y renacentista fue remplazando al francés, pero también tomaron protagonismo otros estilos como el neobarroco, el ecléctico y el neomorisco. Ya para el siglo XX, el art déco llevó a la zona a la modernidad, junto con el racionalismo, el cual “definió al arquitecto como servidor del pueblo”.
Los habitantes de la región eran en su mayoría burgueses, además de personajes emblemáticos como el escritor Ignacio Manuel Altamirano y su yerno Joaquín Casasús. También vivieron ahí, entre otros, las dos hijas de Benito Juárez, el hacendado Pablo Escandón, “cuya familia apoyó los proyectos ferroviarios del país”; el poeta Manuel Acuña, Guillermo Prieto, el general Victoriano Huerta y Joaquín García Icazbalceta, fundador de la Academia Mexicana de la Lengua.

