Kiev, Ucrania. - Vine a Ucrania como parte de un grupo de siete periodistas invitados por gobiernos de Europa del Este para entender cómo opera la guerra cognitiva rusa. Llegamos a un país que vive bajo una constante agresión militar, pero también bajo una ofensiva permanente de desinformación. Y justo al llegar, otra historia empezó a desarrollarse en paralelo: la filtración del plan de paz que Steve Witkoff, amigo y asesor de Trump, negoció en privado con Kirill Dmitriev, el enviado de Putin en EUA. De ahí surgió un borrador de 28 puntos que provocó un terremoto político.
La negociación ignoraba a dos actores esenciales: Ucrania, el país invadido, y Europa, el continente donde se lleva a cabo esta guerra. Marco Rubio tuvo que viajar a Ginebra para reunirse con Andriy Yermak, la mano derecha de Volodymyr Zelensky, y tratar de afinar un documento que aquí, en Kiev, se percibió más como rendición que como propuesta de paz.
Lo que siguió fue una carrera a contrarreloj porque Trump le puso de ultimátum a Zelensky aceptar el acuerdo antes de mañana, Día de Acción de Gracias en EUA. Mientras se criticaba el plan original por premiar al agresor al pretender que Ucrania cediera territorios y pasando por alto crímenes de guerra, secuestro y rusificación de niños y detenciones ilegales, surgió un nuevo esfuerzo europeo. Bruselas, junto con Kiev, elaboraron un plan alternativo que busca corregir los excesos del borrador inicial y evitar que la paz se negocie como si fuera una transacción inmobiliaria entre Washington y Moscú.
El último borrador deja fuera las concesiones más favorables al Kremlin y pospone los asuntos sensibles —territorio y garantías de seguridad— para una decisión directa entre Trump y Zelensky. Kiev, sin embargo, parece que ya aceptó un punto delicado: limitar el tamaño de su ejército a 800 mil elementos, algo que en un principio me habían dicho en el Ministerio de Asuntos Exteriores que por ningún motivo aceptarían. Lo definieron como una línea roja.
Los ucranianos están actualmente empujando una reunión a puerta cerrada en Mar-a-Lago, sin prensa, convencidos de que Florida sería más productivo que La Casa Blanca, en donde ya sabemos lo mal que le fue a Zelensky.
Entre conferencias, refugios antiaéreos y noches interrumpidas por alarmas, Ucrania sigue negociando su supervivencia. Esta guerra, me repiten una y otra vez, es existencial. Si Rusia deja de pelear, la guerra termina. Si Ucrania deja de pelear, Ucrania desaparece.
En estos días me ha tocado pasar noches sin dormir para correr a refugios cada vez que suena la alerta de ataques aéreos. Me ha impresionado cómo los ucranianos siguen levantándose después de cada noche de bombardeos para ir a trabajar, llevar a los hijos a la escuela y reconstruir lo que la guerra les arrebata.
La paz está sobre la mesa. Pero a pesar del cansancio de casi cuatro años de invasión, los ucranianos no la quieren a cualquier precio.
Apostilla:
Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses. Y el caso de Ucrania es el ejemplo más reciente. Si el primer borrador de “Plan de Paz” hubiera avanzado, habría implicado ceder territorio al agresor, ignorar crímenes de guerra y aceptar el secuestro y la rusificación masiva de niños ucranianos como si fuera un daño colateral negociable. Pero Trump habría logrado acceder a las utilidades de los fondos rusos confiscados que están en Bruselas. Y para él, ese negocio bien vale la pena…aun si implica premiar a Putin.
@AnaPOrdorica

