In memoriam Julieta Fierro, y el polvo de estrellas que nos habita

Se alude en información periodística al goce de D. Trump ante la suspensión de la emisión de Jimmy Kimmel, presentador de un programa de entrevistas. En el éxtasis, agregaba Trump que las cadenas de televisión deberían perder sus licencias por la cobertura negativa de su Gobierno, exacerbando el debate nacional sobre la libertad de expresión (La Nación, 19/09/2025). Todo esto por el posicionamiento frente al asesinato de Charlie Kirk.

Acudamos al hecho. Kimmel, un comediante que frecuentemente se burla de Trump, planteó en su monólogo de apertura el pasado lunes que los aliados de Kirk estaban usando su asesinato para "ganar puntos políticos", sumando que el presidente Trump convirtió una pregunta sobre su duelo personal por Kirk en promoción para su salón de baile de la Casa Blanca. “Así no es como un adulto llora el asesinato de alguien a quien llamaba amigo. Así es como un niño de cuatro años llora la muerte de un pez de colores”, concluyó Kimmel.

Hacer la crítica puede aceptarse, pero si a esto se meten con los negocios, esa operación bisagra sí es imperdonable.

Es pertinente señalar que la suspensión del programa de Jimmy Kimmel, celebrada públicamente por Donald Trump, no fue un episodio aislado ni anecdótico (lo esconde Trump aludiendo a la “falta de talento” de Kimmel -el día 7 de septiembre, en Los Ángeles, Kimmel recibía el premio Emmy al mejor presentador de un concurso televisivo por "¿Quién quiere ser millonario?", pero para Trump era por falta de talento- (El País, 19/09/2025). Es un eslabón más en la cadena de acciones que exhiben la incomodidad de la ultraderecha frente al periodismo crítico. Trump no se limitó a festejar el silencio de un comediante incómodo: exigió incluso, como apuntamos, que se retiraran licencias de transmisión a las cadenas que lo criticaban, alimentando así un debate nacional sobre los límites de la libertad de expresión. El faro de la democracia sin bombilla.

La reacción fue inmediata. Desde Barack Obama hasta artistas y escritores denunciaron el hecho como una rendición inconstitucional ante la presión política. En las calles de Hollywood, manifestantes levantaron pancartas que resumían el sentir de muchos: “No te arrodilles ante Trump”. Mientras tanto, otros presentadores -Stephen Colbert, Jon Stewart- respondieron con ironía desde sus programas, pero también revelando el temor a que la censura se volviera norma. Por cierto, la aprobación de la gestión de Trump empieza a demostrar una tendencia a la baja (Forbes, 17/09/2025).

Esto no es un acontecimiento más, ni aislado de la situación política. Es una parte del modelo para armar de la censura de la ultraderecha (mundial) frente al periodismo incómodo. Asimismo, deja claro, una vez más, que a la derecha la democracia no le interesa.

Allí donde el periodismo se convierte en incomodidad para el poder, la respuesta de líderes de ultraderecha y grandes corporaciones ha sido semejante: hostigamiento, censura, judicialización o burla sistemática. Pongamos la mirada en algunos ejemplos, sin soslayar que en los Estados Unidos de América, en Argentina, El Salvador, México y el universo corporativo global, para ciertos personajes y/o sectores la democracia aparece reducida a un instrumento y no a un valor.

Es el caso de Trump y la erosión autoritaria, al convertir a la prensa en enemigo declarado. Su estrategia fue clara: ubicar al periodismo crítico en la categoría de adversario político (ya aludíamos en la pasada colaboración en el clima intencionalmente abonado de grieta social, con el riesgo de guerra civil). Como advirtió Brendan Nyhan, politólogo de Dartmouth College, “lo que estamos viendo es un intento sin precedentes de silenciar el discurso desaprobado por parte del gobierno”. Para analistas como Gábor Polyák, lo más preocupante fue la rendición inmediata de los poderes mediáticos y tecnológicos, desde Zuckerberg hasta cadenas de televisión, incapaces de resistir la presión. Pero la erosión de la democracia no se circunscribe a la acción de la clase manifiestamente política. En el mismo tenor se encuentra la situación de Bezos y la connivencia corporativa. El poder económico tampoco se comportó como garante de la democracia. Jeff Bezos, dueño del Washington Post, retiró un respaldo editorial a Kamala Harris antes de las elecciones de 2024, a la par de que aportó recursos a la ceremonia de inauguración de Trump. Más que defender la libertad de prensa, el cálculo empresarial dominó, confirmando que la democracia es secundaria cuando entran en juego contratos y negocios.

Musk no es ajeno a esta situación, claramente expresada en el doble estándar corporativo. Así, la paradoja también se extiende al capital tecnológico. Elon Musk, autoproclamado defensor de la “libertad de expresión”, suspendió cuentas de periodistas que publicaron información sobre su vida privada. Alemania advirtió que la libertad de prensa “no debe activarse y desactivarse a voluntad”, mientras la ONU alertó que esa decisión marca un precedente peligroso en un mundo donde el periodismo enfrenta censura y violencia.

Pero las fronteras se recorren, si atendemos el caso de Milei y el hostigamiento judicial. En Argentina, Javier Milei replica el libreto con matices propios. Su gobierno ha multiplicado denuncias judiciales contra periodistas, especialmente por injurias, convirtiendo a los tribunales en escenario de disputa política. A ello se suman insultos públicos, la persecución policial contra medios críticos como El Destape y campañas de intimidación, como denunció Reporteros Sin Fronteras en el caso de Futurock. Para acompañar la escenografía, refiriéndose a los periodistas como mandriles, ensobrados (chayoteros), coimeros (corruptos), las políticas de Milei se apoyan en un ejército de trols, que cuentan con el apoyo del Estado (ese que reducen o lo ensanchan, de acuerdo a sus conveniencias).

En El Salvador, Nayib Bukele utiliza el estado de excepción como herramienta de control político. Es decir, podemos hablar sin problemas de Bukele y la cultura del silencio. Casi 80 mil personas han sido detenidas desde 2022 y hasta 200, así lo indican algunas fuentes periodísticas, de esas que odia Bukele, habrían muerto bajo custodia estatal. Periodistas y activistas denuncian que el régimen de excepción, prorrogado una y otra vez, busca desmantelar sistemáticamente la libertad de prensa. “Es una cultura de silencio. Muchas personas, sean o no periodistas, tienen miedo de hablar”, señaló Oscar Orellana de ARPAS

México no canta mal las rancheras. El prominente empresario Salinas Pliego encabeza el desprecio en México hacia la prensa, convirtiéndole en un sello de identidad. Sus ataques verbales y la ridiculización sistemática de la profesión muestran que, en el plano local, el poder económico replica la misma lógica de hostilidad a la crítica.

En otro lugar del mundo, en donde todo está cancelado (disminuir la sed infantil, calmar el hambre en los niños, disminuir el dolor por la muerte, la angustia por el desplazamiento forzado, lo que destaca es Gaza y la cortina de silencio). Escucho al momento de escribir estas líneas que se ha suspendido toda comunicación en el espacio de Gaza para evitar que salga información de lo que está sucediendo adentro -más claro, ni el agua que falta en Gaza, como expresión de la pulsión de muerte en cada cosa que hace el gobierno de Israel-. La experiencia palestina refleja el rostro del mismo fenómeno: la invisibilización deliberada. Durante meses, la tragedia en Gaza fue minimizada por los grandes medios, hasta que la presión social y las movilizaciones rompieron parcialmente la cortina de silencio. Como advirtió Enrique Guinsberg, el control de los medios es control del hombre: define lo que se dice, lo que se ve y lo que se piensa

Sin abusos conceptuales, Trump, Milei, Bukele, Musk, Bezos, Salinas Pliego y el cerco mediático sobre Gaza forman parte de una misma ecuación: capital concentrado, poder político y menosprecio por la democracia. Lejos de garantizar el pluralismo, el gran capital lo asfixia. La democracia se convierte en un recurso instrumental, mientras la libertad de expresión se erosiona en tribunales, corporaciones, decretos de excepción o campañas de intimidación. La conclusión es inevitable: allí donde manda el capital concentrado, la democracia es cada vez más frágil. Lo único que puede frenar este avallasamiento es la acción colectiva en las calles, en el fortalecimiento escolar en la educación pública, la democratización en los espacios laborales, en el encuentro social y en las urnas.

Posdata: Palestina libre.

(UAM) aley@correo.xoc.uam.mx

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