¿Qué sucede cuándo se propone abordar premisas sensibles desde la comedia? ¿Se logra aminorar el impacto de la crudeza que implica atreverse a desarrollar personajes con un pasado turbulento, o por el contrario, el argumento se vuelve insostenible, fluctuando entre tonos que terminan por sentirse falsos?

Dos primos, Benjí y David Kaplan, que tras el reciente fallecimiento de su abuela, se lanzan a la aventura hacia Polonia, con la intención de conocer el lugar dónde su difunta abuela vivía, integrándose a un tour que los llevará por sitios emblemáticos por su historicidad, terminando por el Holocausto.

No existe nada en común entre Benjí y David más que el lazo sanguíneo; tienen personalidades abismalmente opuestas, factor al que quisieron hacer hincapié, pero que sin embargo, terminó por sentirse como una piedra en el zapato.

Benjí es extrovertido hasta la médula, y por el contrario, David, parco, no habla más que lo necesario, arraigado a las reglas sociales de convivencia. El dilema sobrevuela cuando pareciera que el objetivo de Benjí es entregarles una lección de vida tanto a sus compañeros de tour como a David, casi que obligándolo a salir de su “zona de confort”, que no hacen más que llevarlo a la cúspide del nerviosismo.

¿Por qué al introvertido se le exige más que conviva o se desenvuelva más, pero al extrovertido no se le pide respetar el espacio personal de los demás? En más de una ocasión, David funge cómo niñero de su primo a causa de su constante desinterés por las consecuencias de sus actos. Pese a que se quiere pretender que Benjí es un alma libre, despreocupada, pero confrontativa, no es más que un adulto conflictivo.

Durante una cena se expone el doloroso pasado de Benjí con la intención de generar una compasión y entendimiento hacia su personaje, pero no resulta convincente dado que no se entretejen el presente y los flashbacks de su pasado con la suficiente potencia dramática con que supuestamente se pretende conmover al espectador, puesto que toda la desdicha se ve opacada con momentos ocurrentes segundos después.

El viaje concluye cuando se encuentran fuera de la casa de su abuela. Ambos primos, con la intención de mantener una plática alentadora por el trayecto recorrido, se destruye por la interrupción de un vecino que se encuentra observándolos desde su balcón. La emotividad se quiebra, de nueva cuenta.

Con 76 nominaciones y 42 premios en su haber —incluyendo el premio Oscar a mejor actor de reparto para Kieran Culkin —, Un Dolor Real, escrita, dirigida y protagonizada por Jesse Eisenberg, ambiciosa y repleta de expectativas que no se cumplen, con intenciones de abandonar al espectador hacia el núcleo sobre “la identidad, los lazos familiares y la exploración del pasado”, deja entrever los rezagos a nivel actoral y argumentativo, siendo una obra vacía y olvidable, carente de originalidad y consistencia.

Ojo Verité, reseñista, analista y crítica cinematográfica. Gestora cultural. @ojo_verite_

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