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ANAM: hay más de 7 mil carpetas de investigación abiertas por huachicol fiscal; se han recuperado más de 225 mil mdp
El director de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM), Rafael Marín Mollinedo, dice en entrevista con EL UNIVERSAL que los golpes al huachicol fiscal y al contrabando en general han permitido la recuperación de cerca de 200 mil millones de pesos en este año, pero admite que no han podido acabar con el cáncer de la corrupción en un sistema aduanal que siempre ha sido visto como un botín y en el cual lo común era robar y hacer negocio. Por un peso, comenta, dejaban pasar miles.
Detalla que el trabajo para decomisar buques y ferrotanques cargados de combustible de contrabando continúa y que están actualmente bajo investigación administradores, subdirectores y otras personas, tanto civiles como militares.
Considera que ha sido clave la coordinación de la ANAM con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana a cargo de Omar García Harfuch: “Cualquier cosa que vemos, les pedimos apoyo inmediatamente. Ellos mandan drones y nos ayudan a detener el contrabando”, dice.
Detalla que sostiene una reunión semanal con la Fiscalía General de la República, encabezada por Alejandro Gertz Manero; después se elaboran las carpetas de investigación y, en su caso, se solicitan órdenes de aprehensión contra presuntos responsables. La pinza se cierra con la coordinación para intercambiar información y análisis de riesgo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de Estados Unidos.
¿Cómo logró que la presidenta Sheinbaum le diera luz verde?
—Ya había estado antes seis meses y me di cuenta de que aquí había mucho potencial para incrementar los ingresos del gobierno. Platiqué con gente del entorno cercano de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre el potencial de las aduanas y la necesidad de fortalecer con más tecnología para evitar la corrupción.
En enero la presidenta me buscó y preguntó mi opinión. Le dije: “Aquí hay potencial, pero hay que hacer así las cosas”. Me dijo: “Adelante, ¿qué necesitas?”. Habíamos quedado que regresaría hasta mayo por cuestiones familiares, pero a los 10 días me hablaron de Presidencia: “La Presidenta dice que te necesita aquí”. Me vine de inmediato. Desde el 16 de febrero estamos al frente de aduanas.
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¿Cómo se está limpiando la casa en la ANAM?
—Nombré a todos los titulares de las 11 direcciones generales de la ANAM. Le pedí a la presidenta Sheinbaum Pardo que me dejara poner a mi equipo. Los militares siguen administrando las aduanas como directores.
Si un administrador no funciona o no da resultados, hablo con el titular de la Defensa o de la Marina y le digo: “No hay futuro”. Se inicia un proceso de remoción e investigación. Los avances que hemos logrado son porque vigilamos que se porten bien, y donde actúan mal, los removemos.
A raíz de lo de los buques y otros temas, hay administradores, subdirectores y varias personas, tanto civiles como militares, en investigación.
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¿Cómo logran detectar ustedes el contrabando?
— Al llegar, empezamos a darle seguimiento a la información que ya se tenía. Primero los buques, hasta que agarramos uno. Luego nos fuimos a la frontera.
Revisamos los pedimentos, hacemos análisis de cuánto y qué está entrando y cuánto están pagando. Con base en eso, hacemos inspecciones a las diversas aduanas y hemos estado decomisando y poniendo orden.
A la fecha llevamos más de 200 mil millones de pesos de incremento respecto al año pasado y esperamos terminar con 300 mil millones. No hemos acabado con este cáncer, porque las aduanas tienen la fama de haber sido siempre un botín.
¿Cómo es la coordinación con Seguridad y la FGR?
—Con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana la coordinación es muy buena. Cualquier cosa que vemos, les pedimos apoyo inmediatamente. Ellos mandan drones y nos ayudan a detener el contrabando.
Con la fiscalía hay una reunión cada semana. Les damos parte de inmediato de cualquier anomalía, contrabando o actitud deshonesta. Ellos arman su carpeta de investigación y liberan órdenes de aprehensión.
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¿Qué le ha sorprendido de la dinámica criminal en la agencia nacional de aduanas?
—Se había permitido y la gente se había acostumbrado a que nadie les vigilaba. Venía siendo común robar y hacer negocio aquí. Los contrabandistas, por un peso, dejaban pasar miles.
Había malas prácticas, incluso gente que trabajaba en la aduana recomendaba a los contrabandistas cómo evadir: “Aprovéchate del Imex, aprovéchate del M3, del A4” [esquemas de fomento de importación temporal]. Por ahí entraban juguetes, textiles, refrigeradores, aires acondicionados. No pagaban nada y pasaban directamente a los centros de consumo.
Desde que llegamos, hemos estado detrás de eso. Desgraciadamente, algunas empresas serias pueden verse afectadas, pagan justos por pecadores, porque al revisarlas a todas se atrasan. Anteriormente todo pasaba porque todo estaba coludido.
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¿Cómo afronta los escándalos de corrupción?
—Da coraje ver cómo puede haber gente que no tiene llenadera. Encontramos en una inspección un contenedor que traía perfumes y había pagado 150 pesos de impuesto porque era importación temporal. Hay otros que devalúan la mercancía a niveles absurdos. Por ejemplo, hamacas valuadas en dos pesos.
Todo esto pasaba sin tocar la baranda. Las aduanas eran una coladera, y estamos poco a poco atajando todo eso.
Con la Oficina de Aduanas y Pro tección Fronteriza de Estados Unidos (CBP) estamos muy coordinados para el intercambio de información y compartimos análisis de riesgo, algo que no teníamos antes.
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¿Qué significan en términos concretos esos 200 mil millones de pesos recuperados para la gente?
—Cada peso que recuperamos de la corrupción y del contrabando va directo al bienestar del pueblo. Estamos hablando de recursos que antes se los robaban funcionarios deshonestos y contrabandistas, y que ahora se destinan a becas para estudiantes, pensiones para adultos mayores, hospitales equipados, caminos en comunidades rurales.
Cuando combatimos el huachicol fiscal, no solamente perseguimos delincuentes, estamos recuperando lo que le pertenece al pueblo de México. Más recaudación significa más justicia social, más oportunidades para quien no las tiene, más desarrollo en las regiones históricamente olvidadas.
En 2024, la Agencia Nacional de Aduanas de México registró ingresos por un billón 238 mil 361 millones de pesos. Este año vamos por mucho más, y cada millón adicional representa una familia con acceso a salud, un joven con beca, una comunidad con agua potable. Eso es lo que está en juego.
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¿Qué lo alejó de su cosmos empresarial para dedicarse al servicio público?
— Tengo un fuerte compromiso con este movimiento. Soy fundador de Morena y me integré desde hace más de 40 años, cuando conocí a Andrés Manuel López Obrador. Desde la universidad desperté el sentido social de apoyo a la gente más necesitada, a buscar el progreso y a que todos vivamos mejor.
Siempre tuve el sentimiento de abatir la pobreza. Duele ver la pobreza histórica de nuestro país. Estudié Economía en la UNAM, donde se fomenta una conciencia social. Luego conocí a Andrés Manuel, nos identificamos muy bien y siempre estuve apoyando sus causas.
Cuando la presidenta Claudia me pidió que regresara —yo estaba de embajador ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Europa— le dije que me iba a entregar por completo a esta tarea para darle resultados a mi país.
Soy un patriota que quiere a México y que quiere que las cosas mejoren para el bienestar de toda la población. Con los resultados que estoy dando, siento que estoy haciendo algo por México.
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¿Qué le marcó de su relación con el expresidente Andrés Manuel López Obrador?
—Los principios morales y, principalmente, la honestidad inquebrantable del expresidente y su cariño por el pueblo, por la gente más necesitada.
Recuerdo una anécdota: cuando lo conocí, él era delegado del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco y revolucionó la vida de los chontales y los indígenas. Construyeron casas, proyectos agropecuarios y los “camellones chontales” en los pantanos, generando un desarrollo que nunca habían tenido.
En 2005, después del huracán Wilma de Cancún, me preguntó: “¿Cómo le fue a la gente de las colonias? ¿Y en las casas que son de madera?”. Me pidió que me diera una vuelta para ver cómo les mandábamos apoyos. Siempre está pensando en la gente más necesitada. Esa es su vocación y su legado.
¿Qué aprecia de la presidenta Claudia Sheinbaum?
—Ella es igual en ese sentido: una persona muy honesta con la misma sensibilidad social y que también quiere al pueblo. No tiene ambiciones personales ni materiales, igual que el expresidente.
Cuando me buscó para que regresara de Ginebra, fue porque tenía claro que debía hacerse en aduanas y necesitaba a alguien con la determinación y el compromiso para ejecutarlo. Es una Presidenta que no delega sin supervisar, que entiende perfectamente los detalles técnicos, que nos exige resultados.
Siento que fue lo mejor que nos pudo haber pasado, que el pueblo de México decidiera que Claudia Sheinbaum sea nuestra presidenta. La doctora Claudia Sheinbaum es lo mejor que podemos tener para alcanzar el segundo piso de la Cuarta Transformación.
¿Cuál es su diagnóstico sobre Quintana Roo?
—El principal problema es la diferencia de desarrollo entre el norte y el sur. El norte es una economía muy progresista que crece por encima de la media nacional (Tulum, Playa del Carmen, Cancún), pero el sur no ha tenido el mismo desarrollo.
Considero que habría que diseñar programas para que nuestra gente de esa región también participe y se beneficie del desarrollo del estado. Darle mucho apoyo al campo y a las comunidades indígenas y rurales. Hay que buscar una forma de equilibrar e invertir los recursos que deja el norte en apoyo a la agricultura, la ganadería y las actividades productivas.
¿Y la inseguridad en el estado?
—El problema de la delincuencia y la droga es real, y no sólo en Quintana Roo. Sí hay que combatirlo y desenraizar. Hay que impulsar nuevos programas para abatir el cáncer social de la drogadicción y la venta de drogas.
Muchos turistas llegan buscando drogas, y mucha gente se mete en ese negocio. Habría que analizar cómo ir cerrando el paso a tanto tráfico de drogas en las ciudades, principalmente en el norte del país.
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