El regreso del magnate a la Casa Blanca, la guerra de Israel en Gaza, la de Rusia contra Ucrania, generan realineamiento de potencias. China aprovecha la división, a la vez que los países latinoamericanos se dividen entre los que se acercan a Beijing o a Washington, mientras la acción antinarco del republicano coloca a Venezuela en la mira de ataque.
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Amenazar sin poder: la paradoja de Irán
Vanessa Cárdenas | Analista internacional
La reciente ofensiva militar de Estados Unidos e Israel ha colocado a Irán en un dilema estratégico. Las declaraciones de Teherán, amenazando con rearmarse nuclearmente y suspender cooperación internacional, parecen más un gesto de presión que una decisión inmediata. Si bien Irán cuenta con la capacidad tecnológica para retomar un programa nuclear militarizado, enfrenta severas limitaciones: una crisis económica prolongada, una infraestructura eléctrica e hídrica al borde del colapso y una sociedad cada vez más golpeada por sanciones y falta de inversión.
El verdadero poder iraní reside en su posición geopolítica. Como productor relevante de petróleo y gas, Irán conserva un margen de maniobra frente a países que dependen de sus recursos energéticos. Sin embargo, la diversificación global de proveedores reduce su capacidad de chantaje. Rusia y China se perfilan como sus principales apoyos, aunque más por conveniencia que por afinidad ideológica. Moscú ve en Irán un aliado táctico contra Occidente, mientras Pekín lo utiliza como pieza dentro de su red de suministros energéticos.
No obstante, el aislamiento regional es evidente. Los países árabes del Golfo, históricamente rivales, observan la situación con cautela, conscientes de que una escalada beneficiaría a Washington y Tel Aviv. La gran incógnita sigue siendo el alcance real del daño ocasionado por los bombardeos: sin esa información, es imposible medir cuánto músculo militar y productivo le queda a Teherán.
En este escenario, Irán se mueve entre la amenaza y la vulnerabilidad, intentando proyectar fortaleza en un momento en que su mayor debilidad podría ser interna.
El nuevo perfil de Estados Unidos en el orden mundial
Luis Herrera Lasso M | Analista
Durante cinco décadas Estados Unidos fue líder en la construcción del orden mundial, la contención de conflictos y la promoción de valores occidentales. A partir del 2001, con la aparición de terrorismo islámico, inicia un cambio de paradigmas. Con la segunda administración Trump, el cambio ya es radical. Seis hechos dan constancia:
- El abandono de la bandera del libre comercio y el inicio de una guerra de aranceles, incluso con sus vecinos y socios comerciales;
- La pérdida de su estatus de neutralidad frente a los conflictos en Gaza y Ucrania, lo que lo descalifica como mediador;
- El distanciamiento de sus tradicionales aliados europeos;
- El abandono del multilateralismo como la fórmula para enfrentar los principales problemas del orden mundial;
- El fin de la política del poder suave de EU al cancelar la agencia de cooperación internacional US AID;
- El uso de la fuerza en El Caribe como instrumento de intimidación y acoso.
Mientras China avanza en su posicionamiento mundial con una estrategia robusta y consistente de comercio e inversiones, el estilo estridente e impredecible de Trump, genera desconfianza y convierte a EU en un socio poco confiable. Todo parece indicar que los años de gloria del liderazgo mundial estadounidense ya son solo historia.
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Israel: una imagen erosionada
Mauricio Meschoulam,| Analista internacional
Los éxitos de la inteligencia israelí y su capacidad de golpear a actores ubicados en geografías muy lejanas le han otorgan dividendos militares y disuasivos que superan incluso las vastas pérdidas del 7 de octubre de 2023.
Sin embargo, la imagen de Israel y su aislamiento internacional no tienen precedentes. Mientras más fuerza despliega el gobierno de Benjamin Netanyahu y más duro golpea a Gaza y a su población, más se erosiona en el plano simbólico, político y diplomático.
Frente a esta realidad, la posición de Estados Unidos ha variado de manera considerable. Desde octubre de 2023 el entonces presidente Biden brindó un apoyo irrestricto e incondicional a las ofensivas israelíes. Conforme el tiempo avanzó y la crisis humanitaria en Gaza se profundizó, Biden se fue frustrando cada vez más con Netanyahu, al punto de condicionar relativamente su respaldo. No obstante, el regreso de Trump ha implicado prácticamente un cheque en blanco para el primer ministro israelí. Más allá de momentos puntuales en los que también Trump se muestra frustrado por la agresividad con la que Netanyahu actúa, pareciera que hoy Israel no enfrenta —no digamos oposición— sino siquiera límites mínimos o algún tipo de restricción desde Washington.
@maurimm
El mosaico estratégico de China
Por: Eduardo Tzili-Apango. | Profesor-investigador del Área de Política Internacional de la UAM-Xochimilco, integrante del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, y especialista en geopolítica
El actual reposicionamiento internacional de China no descansa en asociaciones ideológicas tradicionales, sino en una red de vínculos estratégicos que le permiten resistir la presión de Estados Unidos y proyectar influencia global. Beijing ha aprendido que, en un sistema internacional fragmentado y competitivo, la lealtad no se compra con afinidades políticas, sino con respuestas prácticas a necesidades coyunturales. Por ello, su diplomacia privilegia el pragmatismo, al abrir nuevos mercados, consolidar rutas de suministro, contrarrestar sanciones y exhibir capacidad de convocatoria.
El desfile militar del 80 aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial fue una muestra simbólica de ese poder de atracción. No se trató solo de conmemorar el pasado, sino de evidenciar que China puede convocar a líderes dispuestos a asociarse bajo un lenguaje compartido de resistencia y soberanía. La presencia de mandatarios extranjeros reveló que, incluso más allá de diferencias ideológicas, muchos gobiernos ven en el país asiático a un socio indispensable para equilibrar la presión de Washington.
En América Latina y el Caribe esta lógica se replica. Países como Argentina, o Brasil, buscan en China una alternativa de financiamiento e inversión, mientras que otros, como México, se ven obligados a matizar su cercanía con Beijing debido a las exigencias de Estados Unidos. La región se convierte así en un espacio donde los límites y las oportunidades de la estrategia china se ponen a prueba, en el que resalta la cuestión sobre hasta dónde puede expandirse un modelo de asociación que no exige adhesión ideológica, pero sí compromisos comerciales y estratégicos.
Las asociaciones de China no son fruto de afinidades ideológicas, sino de las necesidades estratégicas de resistir sanciones, diversificar mercados y asegurar recursos. Esa lógica pragmática convierte a la política exterior china en un mosaico de adaptación amplia, en el que cada pieza responde a un cálculo inmediato. La pregunta de fondo es si este entramado de conveniencias logrará consolidarse como un bloque coherente frente a Estados Unidos, o si su carácter coyuntural terminará exhibiendo las vulnerabilidades de una potencia que aspira a reordenar el tablero mundial.
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América Latina, dividida ante el reacomodo global
Scarlett Limón Crump - Analista internacional
El mundo vive un reacomodo acelerado: Trump sacude la política estadounidense y redefine las reglas del comercio; Israel intensifica tensiones en Medio Oriente; la guerra en Ucrania mantiene abierta la fractura entre Occidente y Rusia; y China sigue extendiendo su influencia económica. En ese tablero, América Latina aparece dividida, atrapada entre pragmatismo y dependencia.
Algunos países aprovechan el regreso de Trump como oportunidad para acercarse a Washington y negociar mejores condiciones comerciales, aunque al costo de alinearse con una agenda marcada por el aislacionismo y el desprecio a los derechos humanos. Otros prefieren apostar por Beijing, que ofrece inversiones inmediatas sin tantas exigencias políticas, pero con riesgos de endeudamiento y dependencia tecnológica.
México ocupa un lugar estratégico: es socio principal de EE.UU., comparte frontera y está atravesado por la agenda migratoria y del narcotráfico. Pero al mismo tiempo, mantiene puentes con China y busca proyectarse como líder regional. La paradoja es que, mientras su peso económico y geopolítico lo convierten en pieza clave para articular posiciones comunes, su política exterior oscila entre el pragmatismo bilateral con Washington y la retórica de autonomía latinoamericana, sin consolidar un verdadero liderazgo regional.
El caso venezolano es el termómetro de estas tensiones: bajo amenaza constante de sanciones y aislamiento, su destino revela hasta qué punto la región se define a partir de presiones externas. Y mientras tanto, el crimen organizado opera como un poder transnacional que condiciona las relaciones con EE.UU., situando a México y Centroamérica en una posición de vulnerabilidad permanente.
La pregunta es incómoda: ¿seguirá América Latina reaccionando a los vaivenes del sistema internacional o podrá construir una estrategia común que le dé voz propia? Más que elegir entre Washington o Beijing, la oportunidad histórica es articularse como bloque y negociar desde la fortaleza colectiva. La fragmentación es hoy nuestra debilidad más grande; la integración podría ser nuestra carta más poderosa.
Trump, Moscú y Ucrania: narrativas de poder en disputa
Aranza Hernández González | Internacionalista especializada en estudios de género.
Rusia atraviesa un proceso de reafirmación de poder que busca cubrir el vacío de poder hegemónico en el sistema internacional actual, evocando la nostalgia imperial que emergió tras la disolución de la Unión Soviética. Este objetivo no responde únicamente a estrategias geopolíticas, sino a la construcción de identidades: Rusia se concibe a sí misma como una gran potencia destinada a ejercer influencia sobre sus países vecinos y a desafiar la hegemonía occidental. En este sentido, Ucrania representa mucho más que un territorio en disputa; simboliza el límite entre una esfera de influencia en decadencia y la aspiración de reconstruir una narrativa expansionista.
La relación del gobierno ruso con el presidente Donald Trump puede entenderse como un punto de inflexión en este proceso, ofreciendo a Moscú una coyuntura favorable. Trump reafirmó la injerencia rusa en procesos internos de Estados Unidos y debilitó el discurso normativo de la democracia liberal, lo que facilitó que Rusia pudiera proyectar su poder sin enfrentar un contrapeso firme.
El rechazo a ceder en la cuestión ucraniana se explica, desde esta perspectiva, no sólo por razones de seguridad, sino por la dimensión simbólica que implica mantener una identidad masculinizada de dominación. La política exterior rusa, marcada por un lenguaje militarizado y patriarcal, construye la paz como sinónimo de debilidad. Así, la persistencia en Ucrania responde a una necesidad de reafirmación identitaria más que a una racionalidad estrictamente material.
Este escenario plantea un desafío global: el retorno de lógicas imperialistas amenaza con profundizar la fragmentación del orden internacional y limita la posibilidad de articular una seguridad basada en la cooperación multilateral. Reconocer el peso de las narrativas, de las identidades y de los imaginarios de poder, resulta clave para repensar alternativas que promuevan la paz.
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México sin norte
Emiliano Hinojosa Ponce - Internacionalista
Respuesta, no estrategia. Reacción, no planeación. Washington impone la agenda, y por consiguiente la capacidad de acción de México. Migración, exportaciones, seguridad: decisiones coordinadas que deben apelar a Estados Unidos. El marco del T-MEC le da a México la posibilidad de alianza estratégica y equilibrio con Canadá, pero es más efectivo el poder suave del hegemón norteamericano. La política exterior de México está perdida en la incertidumbre.
La disminución en la rigidez de la estrategia arancelaria ha permitido que México tenga un pequeño pero creciente campo de acción. Claudia Sheinbaum y Mark Carney se han reunido el pasado miércoles 17 de septiembre. La conclusión se materializa en el Plan de Acción México-Canadá 2025-2028. Una ruta que busca estrechar la relación bilateral, pero que no puede evitar sentirse como un plan de mitigación ante la renegociación del T-MEC el próximo año. El plan es un ajuste preventivo, que evidencía un enfoque regional y una pausa en la búsqueda de nuevas estrategias con otras economías.
Los efectos de la estrategia arancelaria de Donald Trump definen incluso la política comercial que México tendrá con otros países. El plan para aumentar aranceles a importaciones de países sin Tratado de Libre Comercio con México no es recaudatorio, sino político. China es el país mayormente afectado, y denuncia la medida como “coerción”. Según Data México, en 2024 se registraron importaciones chinas superiores a los 129 mil millones de dólares. China fue el segundo país con mayor número de importaciones, detrás de EE.UU. La balanza se inclina hacia el norte, y la cautela es necesaria.
Esta mirada fija en la región le impide a México explorar vínculos profundos con economías emergentes, y limita la posibilidad de construir nuevas alianzas. El acercamiento con Canadá es un intento de equilibrio, pero aún carece de visión a largo plazo. Por lo que asumir su papel estratégico en la cadena de suministro y enfrentar con responsabilidad el reto migratorio deben definir su verdadera prioridad: la creación de un rumbo más claro que impulse a México fuera de su estancamiento.
Nuevos equilibrios en Medio Oriente
Yussef Farid Núñez | Catedrático y analista riesgos políticos, geopolítica
El Medio Oriente y Norte de África no son ajenos al reacomodo del balance de poder global. Desde el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023, la región entró en una nueva fase de inestabilidad. Israel ha realizado operaciones en seis países árabes y se enfrentó directamente a Irán en la guerra de doce días. Esto debilitó al eje chiita y aceleró el colapso del régimen de Al-Assad en Siria y el retroceso de Hezbollah en Líbano. Los reinos petroleros de la península se han convertido en un polo de estabilidad y recursos. Egipto busca promover un eje de seguridad árabe. Turquía intenta ampliar su rol tras el vacío en Siria, aunque sus límites son claros al no ser un Estado árabe.
El impacto rebasa lo regional. La zona concentra las mayores reservas de hidrocarburos y controla rutas estratégicas como el Canal de Suez y el estrecho de Ormuz. También es el epicentro de la competencia entre Estados Unidos, China y Rusia. Los países árabes se han abierto a la inversión en infraestructura, energía y tecnología. Su creciente peso económico los coloca como nodos esenciales de la economía mundial. La forma en que gestionen la inestabilidad determinará la seguridad energética y la estabilidad del sistema internacional.
El futuro inmediato seguirá marcado por la supremacía militar de Israel y los intentos de Irán por reconstruir sus redes de influencia. Egipto tratará de fortalecer la cooperación militar árabe bajo un marco de defensa colectiva. Turquía buscará consolidar su presencia en Siria, aunque su carácter secular y no árabe limita su liderazgo. Los reinos petroleros enfrentan el reto de mantener su centralidad económica y asegurar un entorno estable que proteja sus activos financieros y energéticos. Su capacidad de transformar recursos en alianzas sólidas será decisiva para definir el nuevo equilibrio regional.