Por Carlos Ominami
El resultado de las elecciones presidenciales celebradas en Chile el pasado domingo 16 de noviembre deja al candidato ultraderechista José Antonio Kast como el gran favorito para triunfar en el ballotage que se celebrará el 14 de diciembre. Si esto ocurriera sería la primera vez después de casi 80 años que triunfa en Chile un candidato propiamente de derecha. Esto ocurrió en 1958 con el ajustado triunfo de Jorge Alessandri sobre Salvador Allende.
Con 23.9%, Kast llegó segundo detrás de Jeannette Jara, que obtuvo un 26.85%. El favoritismo de Kast resulta de la existencia de otros dos candidatos de derecha, Johannes Kaiser, con 13.9%, y Evelyn Matthei, con 12.9%, que entregaron su apoyo al candidato vencedor de esta especie de primaria en que se convirtió para ellos la primera vuelta electoral. Sumados los votos de esos tres candidatos superan 50%.
La gran novedad fue la alta votación, 19.7%, que obtuvo el outsider Franco Parisi, candidato populista que vive en EU. Fundó su campaña en una fuerte crítica a las élites políticas y empresariales. Esta es su tercera postulación. En las dos anteriores alcanzó 10% en la primera y 12% en la segunda. El 16 de noviembre dejó en claro su intención de volver a presentarse en 2029. Quedó en evidencia en esta ocasión que es un candidato que hay que tomar muy en serio.
Jeannette Jara, candidata de la alianza de centroizquierda que apoya al gobierno del presidente Gabriel Boric resultó primera, con porcentaje por debajo de lo esperado (sobre 30%) y sin otras candidaturas que puedan endosar apoyo significativo. Las razones de este mal resultado radican en el pasivo que significa haber sido ministra de un gobierno mal evaluado; se agregó su militancia en el Partido Comunista.
Esta elección se situó en un terreno muy favorable para las derechas. Los grandes temas en debate fueron la inseguridad, los migrantes y el estancamiento económico. En todos, el discurso simple, especialmente de la “mano dura” en contra de la delincuencia, caló hondo en una sociedad en donde la percepción de inseguridad es una de las más altas del mundo.
En la elección, los temores dominaron a las esperanzas. Kast siguió el libreto probadamente exitoso por las extremas derechas en otros países de América Latina y de Europa. La extrema derecha chilena no fue especialmente ingeniosa. Le bastó poner en práctica esa receta. En este sentido son más errores de las fuerzas progresistas que aciertos de las derechas los que explican estos resultados. Se cuentan el descontrol migratorio, las debilidades en el tratamiento de la delincuencia y la insuficiente preocupación por el crecimiento económico.
Es indudable que de cara a la segunda vuelta las fuerzas progresistas marchan cuesta arriba. Deben transformar el ballotage en una nueva elección. Para lograrlo es fundamental cambiar los términos del debate. Hay que pasar de uno centrado en la inseguridad a uno que ponga el acento en la gobernabilidad. En la disputa por quien aplica la mano más dura, Jara no tiene ninguna posibilidad de doblegar a Kast. En materia de posibilitar acuerdos amplios y transversales ella puede exhibir logros importantes en su gestión como Ministra del Trabajo. Entre ellos la reforma de las pensiones que llevaba años entrampada en el Parlamento por falta de acuerdo. En este plano, Kast no tiene nada que exhibir. Su trayectoria lo muestra como alguien que tiene aversión a los acuerdos, que ha construido su carrera sobre la intransigencia y el perfilamiento propio. El debate de segunda vuelta puede permitir un escrutinio mucho más estricto de sus propuestas y poner de manifiesto que el “fin de la delincuencia y la migración ilegal” son promesas demagógicas incumplibles.
Jara y las fuerzas progresistas tienen menos de un mes para revertir la situación. Si lo lograran harán historia.
Senador, exministro de Economía, Fomento y Reconstrucción de Chile
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