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En un solemne evento, que contó con la presencia de la jefa de gobierno Clara Brugada, este mediodía se realizó la imposición de togas a las magistradas y magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial de la Ciudad de México, así como a las magistradas y magistrados del TSJ-CDMX, y a las juezas y jueces que el pasado 1 de septiembre rindieron protesta de ley ante el Congreso local.
En total los togados fueron: cinco integrantes del Tribunal de Disciplina Judicial, 34 nuevos magistrados y 98 nuevos juzgadores pertenecientes al Tribunal Superior de Justicia Local, todos ocupan este cargo por elección popular, pues ganaron las históricas elecciones de junio pasado.

En su discurso de presentación, el ya saliente presidente del Tribunal superior de Justicia, el magistrado Rafael Guerra, destacó antes que nada el proceso histórico de la elección de jueces y magistrado, lo cual adelantó, “los debe llenar de un compromiso de sensibilidad social”, pues es lo que le hace falta al país y a todas las familias que durante años padecieron de la impartición de justicia.
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Los exhortó también a servir a la justicia, a la felicidad y a la prosperidad humana.
“Damas y caballeros, servir a la justicia no es servir al poder no es servir a la ley, no es servir al mercado, servir a la justicia significa servir a la prosperidad y felicidad humana, presente y futura contra toda adversidad y enemigo, cuando sea fácil o cuando sea difícil servimos a la virtud más importante de todas y ese es el sentido más profundo de esta investidura.
Sostuvo que la justicia es un acto que se vive profundamente en el día a día.

“La justicia no es una tarea de un día ni de una sola disciplina es una herencia social histórica que se recibe y transmite y a su lado este acto deja de ser un simple rito de entrega de toga para convertirse en un testimonio vivo de continuidad.
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“Les damos la bienvenida y los recibimos como su hogar porque esta comunidad judicial es una familia y como tal les pedimos recordar la igualdad fundamental de todas las personas y la dignidad inherente a todas las obras desde el magistrado hasta la base trabajadora, pasando por los jueces y los operadores y administrativos”, detalló.
Agregó que no hay interés individual, ni arbitrariedad que pueda doblegar al Estado de derecho.
Nada hay más terrible que la injusticia disfrazada de justicia, por lo que es necesario recordar que la toga no es ornamento, sino un ariete moral destinado a inspirarnos en la impartición de justicia.
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