Eduardo Jesús, un adolescente de 16 años de edad, cree que un milagro lo salvó de morir la semana pasada, cuando explotó la pipa de gas en el Puente de La Concordia, en la alcaldía Iztapalapa.
Sufrió quemaduras en un brazo y atrás de una oreja, pero se siente muy triste e impotente porque no pudo salvar a la gente que lo necesitaba.
El miércoles pasado, su padre, quien tiene un puesto de tacos en las inmediaciones del Metro Santa Martha, lo envió por las tortillas a un mercado de Iztapalapa y mientras caminaba por la calzada Ignacio Zaragoza miró su reloj, eran las 14:20 horas.
Segundos después una pipa que venía de Tuxpan, Veracruz y se dirigía a la alcaldía Tláhuac, se volcó en la curva que conecta a la autopista México-Puebla y el gas que transportaba se escapó, luego explotó.

“Yo iba caminando al ver mi reloj eran las 2:20, volteo, veo una nube blanca y en eso empiezo a marcar mi distancia. Yo vi que algo se estaba saliendo, para mí eran químicos o gas, porque me llegó el olor”
El instinto lo empujó a correr, con la nube detrás de sí. “Yo pensé que ya me iba a tragar la nube. Yo sentía mi cuerpo, mi espalda muy caliente, yo sentía que ya no alcanzaba a brincar un muro contención”. Saltó esa barrera que lo protegió.
En el caos, Eduardo Jesús intentó auxiliar a otros. Vio a un hombre que salía de un auto blanco, envuelto en llamas, y le habló con calma.
“Tranquilícese. Ahorita va a llegar la ambulancia”. A otro le arrancó la camisa quemada que se adhería a su piel.
“Empecé a ayudar a despegar su camisa”. Pero la magnitud del desastre lo superó. “Quise ayudar a la gente, pero ya no se podía hacer nada, eso es lo que me da tristeza”. Al no auxiliar a los que lo necesitaban lo frustró.
“Me tuve que ir a mi trabajo, pero me da tristeza, bastante tristeza, fue una tragedia porque había mucha gente quemada”, recordó con dolor.
Las quemaduras que él sufrió fueron en el brazo izquierdo y atrás de la oreja izquierda. “Yo sentí que se estaba desintegrando mi playera, ya se estaba pegando la carne conmigo, con mi playera”.
Al día siguiente, una ampolla reventó sola, y aunque le aplicaron crema, desestimó ir al hospital: “Yo no necesito ir al hospital, hay gente que sí lo necesitaba más que yo”, relató.
A una semana del accidente el menor de edad hizo una reflexión: “Le doy gracias a Dios y las personas que están heridas que le echen muchas ganas, mucha dedicación, lo digo de todo de corazón”.
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