Las piedras donde se sentaba bajo un árbol para aprovechar su sombra aún permanecen sobre un camellón de la calzada Ignacio Zaragoza. Seguro escuchó el estruendo porque estaba con su nieta Jazlín Azulet como a 100 metros de distancia de donde cayó la pipa y después el fuego se propagó en un amplía zona.

Ese era su puesto como checadora de la ruta 71, un lugar donde controlaba horarios y saludaba a los conductores con una amabilidad que todos recuerdan. Ahora, esas piedras parecen un , rodeadas de árboles chamuscados que recuerdan la furia del fuego que llegó hasta ese punto donde estaban ellas dos.

“Siempre nos saludaba cuando pasaba por aquí, era muy amable, la veíamos casi todos los días cuando trabajaba. Antes tenía un puesto adentro del paradero, vendía dulces, café y pan, nosotros le comprábamos, pero por las obras del Trolebús sacaron su puesto y pues dejó de vender”, contó uno de los operadores de la Red de Transporte de Pasajeros de la Ciudad de México (RTP).

En medio de estos árboles Alicia solía descansar en momentos durante su trabajo como checadora (14/09/2025). Foto: Hugo Salvador / EL UNIVERSAL
En medio de estos árboles Alicia solía descansar en momentos durante su trabajo como checadora (14/09/2025). Foto: Hugo Salvador / EL UNIVERSAL

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Todos saben que Alicia murió por la gravedad de las heridas que sufrió, pero también saben de su heroicidad por , a la que abrazó con fuerza y amor para sacarla de esa zona que ardía por el fuego extendido.

Un policía de la Ciudad de México las encontró mientras Alicia caminaba quemada con la menor entre sus brazos y luego un motociclista las llevó al Hospital General 53 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que se encuentra a menos de medio kilómetro de distancia del lugar de la explosión.

Los operadores miran de reojo el sitio al pasar, como si esperaran verla de nuevo, pero sólo encuentran el silencio de su ausencia.

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Esas piedras parecen un altar improvisado, rodeadas de árboles chamuscados  (14/09/2025). Foto: Hugo Salvador / EL UNIVERSAL
Esas piedras parecen un altar improvisado, rodeadas de árboles chamuscados (14/09/2025). Foto: Hugo Salvador / EL UNIVERSAL

El oriente del Valle de México, respira un aire pesado desde el miércoles pasado. La explosión de la pipa en el distribuidor del puente de la Concordia dejó una huella imborrable en la zona. Los conductores de RTP y de las otras líneas transitan ahora con una mezcla de asombro y temor porque piensan que ellos también pudieron ser víctimas del percance.

El ambiente en esa área de la metrópoli cambió radicalmente. Donde antes había un flujo constante de vehículos y el bullicio típico de la , ahora se percibe con una calma tensa.

Los árboles quemados, con sus troncos ennegrecidos, añaden un tono sombrío al paisaje. Los operadores de transporte público notan estos detalles y sienten que la tragedia no sólo se llevó varias vidas, sino también una parte del espíritu de la comunidad. La calzada, antes un simple tramo de paso, se convirtió en un recordatorio constante de la fragilidad de la vida.

Los conductores reconocen que extrañarán a la señora Alicia. Ya no la verán bajo el árbol donde se colocaba para aprovechar la sombra y ahora sólo desean con fervor que su nieta se recupere pronto.

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aov/rmlgv

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