Morelia.— Bernardo Bravo Manríquez tenía 41 años y se definía como emprendedor y “orgullosamente limonero”.

Nació en Apatzingán, Michoacán. El menor de cuatro hermanos de una familia dedicada al cultivo y la comercialización del limón.

De acuerdo con su perfil en redes sociales, estudió en la Facultad Libre de Derecho de la ciudad de Monterrey.

Su padre, Bernardo Bravo Valencia, fue uno de los precursores de la organización de citricultores en el Valle de Apatzingán, Michoacán.

Don Berna y/o El Chiflidos, como era conocido el patriarca, heredó a sus cuatro hijos el negocio de la producción, transporte y comercialización de limón, pero fue Bernardo quien asumió un puesto más visible con la presidencia de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzinagán (ACVA).

Padre e hijo fueron asesinados de una manera similar. Don Berna fue secuestrado al salir de su rancho, también torturado y asesinado; su cuerpo resultó abandonado arriba de su camioneta, cerca de la localidad de El Recreo, ubicada en la zona de control de Los Viagras.

Bravo Manríquez fue una voz importante en la denuncia de las extorsiones que sufre desde hace años el sector limonero de Apatzingán a manos del grupo criminal de Los Viagras, por lo que era sabido que estaba amenazado de muerte.

A Bravo Manríquez le sobrevive su madre, Conchita; su esposa, actual magistrada presidenta del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán, Amelí Gissel Navarro Lepe; sus hijos, y sus tres hermanos, Fernando, Omar y Jaime.

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