Poza Rica.— “Un bote de lodo a la vez, se va haciendo menos”, dicen pozarricenses a una semana del desbordamiento del , y aunque los trabajos de limpieza, restablecimiento de servicios y apoyo social a la población avanzan lentamente, aseguran que la ciudad está en pie gracias a su comunidad.

Las calles hoy lucen despejadas de la mitad del escombro y basura que las tapaba hace tres días. El lodo, que en algunos lugares alcanzaba el metro de profundidad, se redujo casi hasta 10 centímetros.

“Día a día, dijera un compañero de la escuela, un bote de lodo a la vez, se va haciendo menos. Cuando lo mencionó no le vi significado, pero ya cuando volteas a ver que ya hay un bote menos que limpiar, que sacar, que ya hay una casa más que está limpia, que ya tu familia está reunida, entonces ya empiezas a entender lo mucho que hemos hecho en equipo”, dice María Guadalupe Sánchez a .

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El 10 de octubre, doña Lupita estaba en su casa con su madre, su hijo de 14 años —con síndrome de Asperger— y sus sobrinos gemelos con autismo no verbal. Cuando el agua comenzó a subir de forma repentina, corrió con su familia al tercer piso para ponerse a salvo, y desde ahí observó cómo el nivel del río crecía con una fuerza tan brutal que arrastró autos, muebles y cuerpos.

La escena fue tan rápida y violenta que no tuvo tiempo de reaccionar, y los primeros días se encontraba en shock, sin poder coordinar ideas ni recordar los hechos. “Temí por mi vida y la de mi familia”, dice.

Días después, aún desorientada, empezó a limpiar y sacar lodo de su casa con ayuda del grupo de conserjes y maestros de la Secundaria Federal Alfonso Arroyo, donde trabaja.

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En su calle y muchas otras, los vecinos trabajan desde muy temprano. Con botas de hule enlodadas, cubrebocas y escobas o palas, jalan el lodo que aún queda y la fina capa de polvo que ya se regó por todo Poza Rica por el fango seco.

Para mitigar los olores, rocían las banquetas con chorros de agua a presión y desinfectantes, pero lo hacen con cuidado por temor de encontrar un cuerpo, ya sea de un animal o una persona, pues “ahora que el agua bajó van a salir todos los que desafortunadamente jaló el río”, comenta Lupita.

El resentimiento que sentían en días anteriores hacia trabajadores del gobierno y el Ejército ya casi se olvidó, pues decenas de elementos castrenses apoyan con el retiro de escombros, lodo y chapopote.

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José Luis Pérez señala que la recuperación de su hogar ha sido lenta y agotadora, pero va bien, pues tiene ayuda de elementos de la Secretaría de Marina (Semar).

En un día, con ayuda de familiares y marinos, logró retirar cerca de 70% del lodo que cubría su vivienda; sin embargo, su patio trasero, que es de terracería, sigue anegado y el olor es insoportable. “Fue una labor titánica, pero al menos ya pudimos sacar la mayor parte del lodo contaminado”, detalla.

Pérez, trabajador de Petróleos Mexicanos, expresó que vivió con miedo la inundación, pues apenas tuvo tiempo de salir. Cuando regresó se llevó la sorpresa de que su casa quedó destruida junto con todos sus muebles y aparatos nuevos, pues acaba de pagarla y planeaba mudarse ahí con su familia.

Con botas de hule enlodadas, cubrebocas y escobas o palas, los vecinos jalan el lodo que aún queda. Foto: Diego Simón Sánchez / EL UNIVERSAL
Con botas de hule enlodadas, cubrebocas y escobas o palas, los vecinos jalan el lodo que aún queda. Foto: Diego Simón Sánchez / EL UNIVERSAL

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Sobre su colonia, Los Laureles, aseguró que la limpieza avanza con esfuerzo vecinal y apoyo de voluntarios, mientras las máquinas oficiales sólo entran a las avenidas principales. “Aquí dentro seguimos igual, con montones de escombro; si no quitan el lodo, el agua nunca va a bajar. Reconozco el apoyo de la Marina, pero no puedo hablar lo mismo del gobierno”, lamenta.

La reconexión del agua, la energía eléctrica y la telefonía permitió que cientos de familias damnificadas recuperen comunicación con sus parientes. El levantamiento de árboles y cables caídos también facilitó las labores de limpieza que, en algunas calles, ya no representan un peligro.

Sin embargo, en colonias más cercanas al cauce del Cazones, como Las Gaviotas, el panorama sigue siendo de emergencia; vecinos acusan que “como el apoyo llegó tarde, apenas nos estamos levantando.”

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Los pobladores entrevistados por el Gran Diario de México coinciden en que la recuperación de Poza Rica avanza con lentitud y desigualdad. A una semana de la inundación, las calles del fondo de las colonias aún muestran montones de basura, techos colapsados y casas inhabitables, pero las de las orillas ya están casi recuperadas.

Afirman que, aunque ya entró el gobierno con ayuda, la limpieza todavía depende y está en manos de la “solidaridad jarocha”.

Cuestionaron también la falta de planeación urbana que agravó el impacto del desastre, al explicar que muchas unidades habitacionales fueron construidas a las orillas del río Cazones, en zonas vulnerables que históricamente se inundan, sin obras de contención ni drenaje adecuado.

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A lo largo de la semana, personal militar y civil ha trabajado en el retiro de desechos, pero aún se observan calles cubiertas con restos de muebles, animales muertos y ramas.

El olor a humedad y descomposición persiste, y los vecinos todavía se organizan para cocinar, repartir agua y limpiar por su cuenta, incluso para darse apoyo médico y contención sicológica, pues en el Boulevard Adolfo Ruiz Cortines instalaron carpas con estos servicios.

“La ayuda sí viene del gobierno y lo agradecemos (...) de todo corazón, pero la mayor parte viene de la gente que llegó de Puebla, Ciudad de México y Tampico, “dijeron vecinos de zonas cercanas a la ribera del río.

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Por su parte, los servidores de la nación que realizan un censo casa por casa informaron que siguen avanzando por sectores, y que en los próximos días se iniciará la distribución de recursos de emergencia.

De acuerdo con información del gobierno estatal, se estima que más de 300 escuelas quedaron dañadas. Sobre hospitales, el gobierno indicó que, hasta hoy, no se reportan daños graves y se desplegaron 42 unidades médicas móviles y carpas de atención para cubrir las zonas donde los hospitales sufrieron daños tras el desbordamiento del río Cazones.

José Luis Pérez contó que la recuperación de su hogar ha sido lenta, pero va bien, pues tiene ayuda de elementos de la Semar. Foto: Diego Simón Sánchez / EL UNIVERSAL
José Luis Pérez contó que la recuperación de su hogar ha sido lenta, pero va bien, pues tiene ayuda de elementos de la Semar. Foto: Diego Simón Sánchez / EL UNIVERSAL
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