Zacatecas.— En , el 1 y 2 de noviembre los niños se disfrazan, pero no salen a pedir , ni calaverita, aquí, desde hace casi un siglo se ha vuelto una tradición salir en grupos a pedir “el muerto quiere camote”, un cántico muy peculiar y exclusivo de los zacatecanos, cuya tradición cada vez tiene más arraigo, incluso, ahora se enseña desde el kínder, porque es una celebración que promueve la unión de las familias y la convivencia en comunidad.

Las tardes y noches de estos dos días, en todas las calles se escucha este cántico que entonan los niños que van disfrazados a pedir dulces a las casas y comercios, no hace falta que toquen las puertas, sólo cantan afuera de los domicilios: “¡El muerto quiere camote, si no, se le cae el bigote; la viuda quiere una ayuda, para su pobre criatura, que tiene calentura, y la panza bien boluda!”.

Esta celebración también es muy esperada por los dueños de las viviendas, quienes se preparan con golosinas, porque así pueden recibir la bendición de las procesiones, ya que en agradecimiento los niños responden con la letanía: “¡Esta casa está bendita, porque sí nos dieron comidita!”, pero si no salen o se les niega la ofrenda, entonces lanzan la maldición y el coro se vuelve aciago al decir: “¡Esta casa está maldita, porque no nos dieron comidita!” o “¡Esta casa está embrujada porque no nos dieron nada”, explica Federico Priapo Chew Araiza, cronista de Zacatecas.

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Refiere que el origen de esta canción es incierto y responde a versiones y leyendas urbanas sobre esta celebración, pero se sabe que se usaba desde la primera mitad del siglo pasado de sucesos que datan del virreinato, por ende, aclara que “es una tradición muy genuina y no tiene ninguna influencia extranjera como el Halloween”.

La letra hace alarde a la tragedia y el dolor que se mezcla con el humor que es muy característico del mexicano, dice, ya que “el famoso y peculiar canto recuerda las penas que pasaban las mujeres que repentinamente quedaban viudas de sus maridos mineros, las cuales se encontraban, repentinamente, en total abandono, por lo que se veían obligadas a pedir ayuda para sus hijos huérfanos; mientras que el apoyo que les brindaban sus vecinos durante el funeral era el mencionado postre, consistente en camote, guayaba y canela, bañadas en miel de piloncillo”.

Explica que la frase referente “al bigote” se relaciona a que “de no dar la dádiva, no sólo la casa quedará maldecida, sino que el difunto habrá de regresar del más allá, para meter tal susto que, al que lo tenga, se le caerá el mostacho”.

La tradición de pedir dulces con un cántico ha pasado de generación en generación, aunque ahora también ya se enseña a los niños en preescolar. Foto: Especial
La tradición de pedir dulces con un cántico ha pasado de generación en generación, aunque ahora también ya se enseña a los niños en preescolar. Foto: Especial

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Considera que la letra toma sentido si se considera la importante cantidad de estos menores, que a finales del siglo XIX y principios del XX se hospedaban en los hospicios de pobres, ubicado en los edificios que actualmente albergan a los museos Toma de Zacatecas y Virreinal de Guadalupe.

El cronista refiere que antes se estilaba cargar una tabla o una caja de cartón, a la que se le colocaba un muñeco o donde se acostaba al más pequeño del grupo, simulando que se trataba del fallecido, pero la usanza del “ataúd” ha ido despareciendo, mientras que “los modestos, pero terroríficos maquillajes se fueron sustituyendo por máscaras de figuras demoníacas procedentes de otras latitudes”.

Algunos zacatecanos adultos que oscilan entre 40 y 50 años relataron que aún les tocó cargar una tabla con un niño pequeño encima de una tabla y “era muy divertido, pero cansado”.

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Se inculca desde kínder

Debido a que no se ha documentado a fondo si este festejo se ha extendido a toda la entidad, ya que surgió en la capital, el cronista Federico Priapo planea recabar mayores datos con el apoyo de los cronistas de los 58 municipios para saber cómo son las celebraciones en las diferentes regiones, ya que en el municipio de Jerez se pide el muerto, pero el canto tiene otras estrofas.

Laura Acuña Félix, directora del Cendi Emiliano Zapata, ubicado en la comunidad de Zóquite en el municipio de Guadalupe, asegura que este cántico se ha extendido a más pueblos y se ha pasado de generación en generación y también ya se enseña desde preescolar.

En 17 años que tiene como educadora lo ha escuchado en varios lugares como Tlatenango, Río Grande y Valparaíso, además de que la red de Cendis a la que pertenece tiene módulos en muchos municipios, donde se atiende a niños de escasos recursos y en todos se ha inculcado este cántico, así como la colocación del altar de muertos.

La tradición de pedir dulces con un cántico ha pasado de generación en generación, aunque ahora también ya se enseña a los niños en preescolar. Foto: Especial
La tradición de pedir dulces con un cántico ha pasado de generación en generación, aunque ahora también ya se enseña a los niños en preescolar. Foto: Especial
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