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La tarde de este viernes, al oriente de la Ciudad de México, se vivió una postal difícil de imaginar en cualquier otro lugar: fanáticos de Caifanes y Dua Lipa coincidieron en el mismo trayecto rumbo a conciertos distintos. Los rockeros avanzaban hacia el Palacio de los Deportes, mientras que los amantes del pop se dirigían al Estadio GNP. Una escena inverosímil… si no se tratara de México.
El surrealismo fue tal que los vendedores ambulantes tuvieron que decidir, casi al azar, qué mercancía ofrecer fuera de los recintos. Algunos optaron por lanzar una moneda al aire; otros, más previsores, apostaron por ambos públicos y colocaron playeras de la banda capitalina junto a pósters de la cantante británica. Aun así, los asistentes tenían muy claro a quién habían ido a ver.

El choque generacional se hizo evidente desde el transporte público. Jóvenes y adultos compartían vagones y banquetas, portando con orgullo camisetas de Dua Lipa o de Caifanes, demostrando que la música ,y la pasión por ella, no entiende de edades.
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“Es un mensaje de que los sueños sí se pueden cumplir si te lo propones. Aunque hay una diversidad generacional, en ambos conciertos hay personas de distintas edades. Tal vez se nota la diferencia, pero está chido porque son culturas que se juntan y los dos géneros combinan mucho”, dijo Mitch, de 17 años, mientras curioseaba en los puestos de mercancía no oficial de Dua Lipa.
Incluso bromeó con el posible repertorio de la noche: “Aunque la tendencia apunta a Luis Miguel, ojalá toquen algo de Selena o Juan Gabriel”.
Para Emiliano la música pop representa una emoción compartida: “La música de Dua Lipa significa alegría y entusiasmo. Ya no existe conflicto entre géneros; ahora entendemos que somos libres de escuchar y expresar lo que nos gusta”.
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Del otro lado de la avenida Río Churubusco, los seguidores de Caifanes revisaban con atención los puestos de camisetas y recuerdos. Algunos ya cargaban su tradicional “San Saúl”, esperando que no le falle la voz a Saúl Hernández.

“Caifanes es nuestra juventud”, contó Miguel, de 47 años, quien asistió acompañado de su esposa Liliana y su hija Mily. “La vida es muy corta para cerrarse a un solo género. Antes había peleas entre tribus urbanas y gustos musicales, pero con el tiempo entiendes que hay que disfrutar de todo. Si hubiéramos tenido boletos, también estaríamos viendo a Dua Lipa”.
La familia coincidió en que, al final, las diferencias musicales se diluyen cuando el amor por la música es el mismo. Algo que une a ambas multitudes es precisamente eso: el gusto por los acordes, las letras y la experiencia en vivo. Algunos más puristas que otros, pero todos melómanos.
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Así, esta noche el oriente de la ciudad vibrará entre dos himnos distintos pero igual de poderosos: “Houdini” y “La Negra Tomasa”, separados solo por unas cuantas avenidas.
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