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Podría decirse que las dentaduras de Margarita Sanz valen oro. Las tiene a un lado de la cámara desde donde atiende la charla, vía zoom.
Tan pronto tiene la oportunidad, las levanta una por una y acerca a la lente para que el interlocutor del momento las observe. Primero, muestra orgullosa una con frenos y los dientes chuecos y amarillentos. Sonríe. Luego levanta otra ya con blanca y perfecta.
Ambas piezas llevan con ella 31 años. Son una joya para quienes gustan del cine mexicano porque son las mismas que utilizó en “El callejón de los milagros”, filme que se reestrena este jueves por sus tres décadas de vida, en donde Sanz es uno de los personajes principales.
La actriz da vida a Susanita, una solterona dueña de la vecindad donde viven varios de los personajes, y quien parece encontrar el amor en Güicho (Luis Felipe Tovar), un joven que trabaja en una cantina.
“Fuimos con un técnico dental para que me los diseñaran, así soy Susanita por fuera y por dentro”, cuenta la actriz a EL UNIVERSAL, en una charla promocional del reestreno.
“Los recuerdos, si son grandes experiencias, deben permanecer, por eso las tengo”, explica.

“El callejón de los milagros” fue una de las 39 que llegaron a salas en 1995, pero permaneció en algunos cines como el Pecime, más de medio año. Salió con apenas 12 pantallas, pero debido a la respuesta del público, se triplicó a la semana siguiente.
Lee también: El sinuoso camino hacia "El callejón de los milagros"
Ganó más de 20 premios nacionales e internacionales entre ellos en los festivales de La Habana, Berlín y Guadalajara, así como el Goya de España y el Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Sanz, quien apenas iniciaba en cine, recibió lecciones por parte de la ya experimentada María Rojo. Esta última le decía que cuidara sus gestos y juntas crearon la escena de lectura de cartas.
“Creo su mamá las leía o algo así y aquí me iba diciendo qué hacer. Todo a la vista de Fons, alguien que le gustaba recibir propuestas”, apunta la actriz
Con temática gay
A Esteban Soberanes le tocó interpretar al Jimmy, un joven del que queda enamorado Don Rutilio, en la piel de Ernesto Gómez Cruz (“Los caifanes” y “Canoa”).
En ese momento era impensable que el cine mexicano retratara con seriedad a la comunidad LGBT. Lo más cercano había sido en “El lugar sin límites” con Roberto Cobo siendo la “Manuela”, cuya escena bailándole al personaje de Gonzalo Vega y coronándolo con un beso, sigue siendo icónica.
En los 80s, los personajes de la comunidad fueron retomados en tono de comedia y, hasta cierto punto, como tontos.
Pero en esta adaptación de la novela de Naguib Mahfouz, “Rutilio” era un hombre ya cansado de su esposa, decidiendo buscar nuevas alternativas, encontrando en el “Jimmy” a un joven del que podía aprovecharse.
“En 1994 era difícil (en películas) desnudarte con otro hombre y frotarle la espalda, era muy atrevido”, cuenta Soberanes.
Cuando llegó la escena de los baños, en donde ambos personajes se tocaban, el nerviosismo flotaba. Jorge Fons, el director, ordenó que nadie más allá de los actores, fotógrafo, microfonista y asistentes con la bata para tapar al elenco entre tomas, estuviera en el set.
“El maestro Gómez Cruz y yo ya nos conocíamos, pero había nerviosismo. Pero de pronto se nos resbala el jabón, volteo y le digo que yo no iba a agacharme y el responde que tampoco. Entonces se oye la risa del equipo y eso sirvió para relajarnos mucho, después de eso pudimos trabajara sin la presión de estar desnudos”, relata Soberanes.
rad
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