Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942) recién publicó la edición expandida de su libro homónimo con la editorial RM, alista una muestra en España y está por inaugurar el 14 de octubre su muestra “Il viaggio dell’anima”, que tendrá lugar en la Libera Università di Lingue e Comunicazione (IULM), en Milán (Italia), misma institución que le otorgará el reconocimiento Il Sigillo —un reconocimiento que hasta ahora sólo habían recibido artistas italianos y de otros países europeos— y organiza un viaje a Chalma para filmar cortos junto a su nieto, quien estudia cine. Pese a su apretada agenda, pide a sus colegas recomendaciones de libros sobre la Conquista, pues quiere prepararse para su discurso de agradecimiento por el Premio Princesa de Asturias, que recibirá el 25 de octubre, en Oviedo, España:
“Hablaré de mi país, hablaré de la conquista, hablaré de todo lo poquito que sé para más o menos decir que soy mestiza, que pertenezco incluso a España porque yo vengo incluso del papá de Agustín de Iturbide, el que hizo la independencia, claro que eso nunca lo digo. Y tengo abuelos que tuvieron tierras aquí (en España). O sea que soy española con sangre indígena, por suerte. Adoro a mi país, pero tengo que aceptar que soy mestiza”, cuenta Iturbide, quien confiesa aún no conoce el protocolo para tratar con la realeza española durante la ceremonia.
Desde su estudio en Coyoacán, la fotógrafa conversa en exclusiva sobre su devoción por la naturaleza, su sueño frustrado de ser escritora, y cómo Italia sería el lugar ideal para retirarse, país donde exhibirá 84 fotografías de viajes, que van desde Juchitán —incluyendo “Nuestra señora de las iguanas—, Sonora —con “Mujer ángel”— para cruzar a Estados Unidos y de ahí saltar a Italia y llegar a tierras más lejanas como India y Japón.
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Sergio Raúl Arroyo, curador de la exposición, explica que se eligió el tema de los viajes porque permitía recorrer el trabajo de Iturbide en el tiempo y ver los paralelismos de su trabajo en distintos lugares del mundo: “la fotografía de Graciela nos abre un tercer ojo que nos permite habitar otros espacios”. El curador agrega que las imágenes de la mexicana llevan a un ambiente de alteridad, que mantienen vivas las incógnitas de la naturaleza humana, lo que hace sea una obra universal.
“‘Il viaggio dell’anima’ es en realidad un viaje también al interior. No es un ‘road picture’, es un viaje interior de la fotógrafa que está compartiendo con nosotros. Es importantísimo, sobre todo en un momento en que las fronteras se están cerrando, en que la endogenia nacionalista está devorando las conciencias a nivel mundial, abrirse al mundo con este tipo de expresiones, pues es fundamental de alguna manera ponerle contrapesos a una realidad que se está viniendo contra nosotros”.
“Graciela es una gran reproductora de realidad y sueños”, dice Massimo de Giuseppe, mexicanista italiano y profesor de la IULM, especializada en comunicación, idiomas, pero también cine y arte. El académico comenta que la exposición llega a Italia en un momento en el que “México está un poquito fuera del imaginario, una gran dependencia de Estados Unidos y lastimosamente un regreso al eurocentrismo”, por lo que el trabajo fotográfico de Iturbide ofrecerá una dimensión compleja del mundo: “Se puede entrar en un mundo nuevo que le pueda abrir que para mí es una de las tareas de las universidades”.
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Tiene una larga relación con Italia, ¿qué representa para usted exhibir sus fotos en Milán?
Estoy muy feliz. Yo quiero mucho a Italia. Yo digo que si tuviera que irme asilada a fuerzas a algún lugar me iría a Roma porque la adoro, ahí trabajé mucho tiempo.
¿Por qué es el lugar ideal para el retiro?
Primero tiene a Piero della Francesca, que es mi héroe. Luego Tarkovski filmó “Nostalgia”, su primera aparición en la película es una virgen de Piero della Francesca, aparentemente, abre las alas y salen miles de pájaros y como yo fotografié pájaros, para mí fue como un incentivo muy grande. Y bueno, me encanta toda la pintura italiana, la comida me fascina, hay muchos autores, me gusta toda Italia, es un incentivo para mí.
El tema de esta exposición son los viajes y en el pasado ha comentado que antes de dedicarse a la fotografía, quería ser escritora, ¿ha considerado escribir un libro sobre sus viajes?
No, escribo mis sueños y ya, porque ya no tengo la facilidad de escribir, solamente para mí o cuando voy a algunos lugares de los pueblos originarios o de otras partes del mundo, hago ciertos apuntes. Ya no pude ser escritora. Después estudié cine porque quería ser guionista o directora, pero cargar cámaras tan pesadas no me gustó. Eran los 70, ahí conocí a (Manuel) Álvarez Bravo, me volví fotógrafa y ya nada más.
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Entonces, la imagen realmente ya es su único medio de expresión.
Hasta ahorita sí y para siempre, porque a qué horas voy a hacer otra cosa, ya no hay tiempo, más que tomar fotos, que me encanta. Bueno, desde niña tomaba fotos, pero con Álvarez Bravo fue como una enseñanza, de un hombre muy poético, muy sabio, que no nada más me enseñó fotografía, me enseñó a ser yo misma con la cultura: escuchábamos ópera, leíamos, bueno, él me platicaba lo que estaba leyendo… Yo estuve interna 3 años y me pareció que iba a ser horrible porque era el Sagrado Corazón —ahora ya no creo nada—, pero en esa época leí todo el Siglo de oro español, lo cual me sirvió muchísimo y bueno, ahí sigo con mis imágenes y conociendo el mundo a través de mi cámara.
Me salta que diga “ya no hay tiempo”, que es lo contrario a esta frase que le decía Manuel Álvarez Bravo: “Hay tiempo, hay tiempo”.
Álvarez Bravo me dijo, "Graciela, no se apresure, no haga exposiciones, no tenga prisa, siempre hay tiempo. Hay tiempo”, todavía lo sigo teniendo.
En esta muestra se presentan fotografías hechas a lo largo de los años y pienso que revisar el archivo es otra forma de viaje.
Todo el tiempo reviso mis archivos, nunca acabo y siempre acabo encontrando alguna cosita que dejé pasar. Sí tengo que revisar porque a veces todo lo hago rápidamente y tengo que reflexionar.
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En algún punto de su vida dijo que no le llamaba la atención hacer paisaje, pero hubo un cambio y lo podemos ver en esta exposición, que tiene fotografía de paisajes, ¿qué debe tener un paisaje para que quiera fotografiarlo?
Ya tomo muchos paisajes porque desde que fui a Lanzarote me emocioné mucho con los volcanes, con la lava, con los cactus y desde entonces mi Dios cambió, ahora es el de Spinoza. Descubrí a Spinoza al igual que descubrí Lanzarote y todo el principio del fin del mundo, que para mí son las Islas Canarias. Entonces estoy dedicada a fotografiar piedras, paisajes y cactus. Como que soy la misma, pero ya a los pueblos originarios no puedo ir porque aquí en México desafortunadamente el narcotráfico es tremendo. Los mismos pueblos a los que he ido me han dicho: “Ya no regreses porque es muy peligroso”. Lo cual me da tristeza porque aprendí mucho de ellos. Mi cámara fue el pretexto para conocer la cultura de mi país y de los demás países, sin mi cámara no hubiera podido conocer tanto. Cuando viajo, al mismo tiempo estoy leyendo su historia, me interesa platicar con la gente mayor sobre sus leyendas. Por ejemplo, cuando fui a Roma, Pasolini fue mi guía espiritual. Siempre estoy empapándome un poco de la cultura de los lugares para poder penetrarme más del lugar y poder hacer un poquito mejor mi trabajo, tener un poquito de influencias.
La situación de inseguridad en el país ya la habíamos hablado hace como dos años y leí que se sentía enojada con el país. Me pregunto si el enojo continúa.
Estoy enojada con el gobierno, todavía. Mi país es maravilloso, mi país es una dulzura, pero desafortunadamente tenemos un gobierno, para mí, que no cumple con lo que prometió y que me tiene simplemente decepcionada. Pero no es que esté enojada con México, a México lo adoro, adoro todos los pueblos originarios, la manera en que son, la manera en la que me reciben, cómo vivo con ellos. Pero no me gusta mi gobierno y no me gustan otros gobiernos que hemos tenido. Es más, casi no me gusta ninguno, pero este en especial me choca. Ya todo el gobierno está partido en dos, unos por un lado, otros por otro, echándose la culpa con corrupción. Mira, de por sí no me gustaba, pero ahora que he leído todo lo de muchas personas y la corrupción que hay, pues no me gusta.
Volviendo al paisaje, ha dicho ya no ser católica y que ahora cree en el hombre y la naturaleza. ¿Qué ve ahí como para depositar su fe?
Según este filósofo que me encanta, Spinoza, la naturaleza es Dios. Entonces veo en la naturaleza a Dios, la evolución del hombre. Tierra somos, a la tierra llegamos y somos polvo de estrellas.
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Ha dicho que su fotografía es egoísta porque fotografía lo que le interesa y sorprende, pero aun así sus imágenes conectan con público de todo el mundo. ¿A qué cree que se deba?
Yo tomo lo que me sorprende en la vida, de acuerdo a lo que estoy leyendo, a las influencias que he tenido, a los pintores que me han influenciado, a los fotógrafos. Cuando te digo “egoísta” es porque lo hago de una manera muy personal, porque yo tomo lo que me sorprende. Yo nunca tengo un guion donde voy a ir a fotografiar. Yo no hago mis fotos para enseñar al mundo. Yo soy politizada, pero en mi trabajo tomo todo, puedo tomar marchas políticas, pero sobre todo tomo lo que la realidad me da, lo que me asombra. Ahora, el público va a interpretar a su manera lo que yo interpreté a mi manera, o sea puede tener una interpretación totalmente adversa a la que yo tuve.
Me pregunto, de no haber conocido a Manuel Álvarez Bravo, ¿cree que habría llegado aun así a hacer fotografía?
Qué raro, porque yo quería ser cineasta, pero desde chiquita tomo fotos, porque mi padre era aficionado a la fotografía. Me regaló una camarita Braun chiquita, con la que yo no fotografiaba a mi familia, yo me iba a la calle a ver qué me encontraba.
Si no hubiera estado Álvarez Bravo, pues hubiera quizás tenido otro mentor, quizás hubiera tenido otra persona, quizás hubiera seguido en el cine, pero yo creo que yo tenía vocación o de escritora o de fotógrafa y tuve la suerte de encontrarlo y que él me guiara un poco y me ayudara a ser yo misma, porque pues yo venía de una familia hiperconservadora y él era un hombre muy liberal, todos sus consejos me ayudaron como a seguir por esos caminos. Como que me ayudó a formarme a mí misma, no nada más en la foto, sino como persona.
Ahorita que menciona la cámara que le dio su papá, ¿con qué cámara fotografía?
Con una Leica, una Rolleiflex vieja de los años 40 y con una Mamiya.
Fotografía en blanco y negro porque le permite abstraer la realidad, pero entonces, ¿el color no le ofrece nada?
Cuando veo a fotógrafos como (Miguel) Río Branco y (William) Eggleston me encanta el color, lo que pasa es que creo que yo no sé hacer color. El blanco y negro me gusta porque es una abstracción de lo que yo veo y ya me acostumbré, me encanta, ya es un ritual.
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Apenas hablamos por teléfono y me dijo que tiene una cámara digital aún guardada en su cajita y que igual y se animaba a filmar algo con ella, ¿ya la sacó?
Mi nieto, el más chico, está estudiando cine y quiero acompañarlo. De hecho, el 29 de septiembre voy a Chalma, porque sus fiestas me encantan. Ahí voy a hacer fotos y quizá algo de película.
Antes del Princesa de Asturias en España, recibirá Il Sigillo, reconocimiento que otorga la Libera Università di Lingue e Comunicazione, ¿a estas alturas, qué efecto le causa recibir este tipo de reconocimientos?
La verdad me da mucho gusto, es un incentivo para seguir trabajando. A mi edad era como para que ya me retirara, pero yo quiero seguir trabajando y quiero seguir haciendo fotografías.
O sea que la idea de retirarse en Italia aún está lejana…
Ah, no, no me voy a retirar nunca. Puede ser que ya esté en lecho de muerte y yo fotografié la florecita que está ahí junto a mí. Soy fotógrafa, es mi ritual y es mi vida.