Después de presentar su obra "Terebrante" el pasado fin de semana en el y dar una función en el Centro Nacional de las Artes, la artista escénica y escritora española Angélica Liddell (Figuera, 1966) ofreció también una clase magistral ,"Terebrante: Al principio fue el flamenco. Martirio y grito", en el Foro La Gruta del . A su paso por México, Liddell —ganadora del León de Plata de la Bienal de Teatro de Venecia 2012, del premio Nacional de Teatro de España 2025, y nombrada Caballero de las Artes y las Letras de Francia, entre otras distinciones— conmocionó al público —en el Cervantino, por ejemplo, la mitad de los asistentes abandonó el lugar ante escenas donde la artista mostró sus genitales, proyectó el video de una extracción dental, se embriagó a un ritmo frenético y representó un pacto luciferino—.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Liddell habló sobre los temas que cruzan su trabajo: el erotismo transgresor, la búsqueda de la catarsis, la herida psíquica y la experiencia límite en un tiempo en el que imperan los filtros de lo políticamente correcto, la doble moral y la cancelación.

Angélica Liddell ofreció también la clase magistral ,"Terebrante: Al principio fue el flamenco. Martirio y grito",  en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico. Fotos: Gabriel Morales.
Angélica Liddell ofreció también la clase magistral ,"Terebrante: Al principio fue el flamenco. Martirio y grito",  en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico. Fotos: Gabriel Morales.

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Para usted, ¿cómo se alcanza la catarsis sobre el escenario y en el público?

La catarsis, según nos instruye Aristóteles en su Poética, consiste en la purificación de la emociones y se alcanza a través de la piedad y el terror ante la representación del sufrimiento. El público libera sus propias emociones ante el sufrimiento de otro. En este caso les propongo una herida, la propia, que gracias al perímetro trágico del escenario se convierte en rito. Pero la catarsis solo la experimenta el espectador. La catarsis nunca tiene lugar sobre el escenario. En el escenario ocurre el trance, la transgresión, la violación del tabú. Y en el patio de butacas ocurre la catarsis.

¿Qué papel juega lo radical en el arte?

Mi trabajo es, ante todo, una defensa a ultranza del arte, es decir, de la expresión artística, porque el arte defiende la libertad de todos. El arte, gracias a su radicalidad, es capaz de medir el grado de represión, atraso, puritanismo y estupidez de una sociedad. Todo eso tan solo lo averiguamos mediante el arte.

Podemos tomar, por ejemplo, como referencia "Las 120 jornadas de Sodoma", del Marqués de Sade, por ser una de las obras más controvertidas de la literatura universal y un texto prohibido durante dos siglos, todavía rechazado por necios y pacatos.

Fotos: Gabriel Morales.
Fotos: Gabriel Morales.

Cada vez que las artes se ven amenazadas por el puritanismo, los censores y la represión procedente del propio ámbito cultural, aparecen las Musas para proteger al artista. Pero también Sade. Llega Sade y nos salva. Sade se desvela como la décima Musa, protegido a su vez por las otras nueve.

Necesitamos lo sadiano para salvar el arte. Las Musas aman y protegen lo sadiano, que filosóficamente representa la cota más elevada de libertad artística. Su obra es un alegato radical de la libertad de pensamiento y del mundo de la expresión.

Asimismo, la obra sadiana constituye una sátira feroz del poder en cualquiera de sus manifestaciones: iglesia, banca, justicia, nobleza, política... Gracias a lo sadiano reconocemos la corrupción y la hipocresía en todas las instituciones.

Como espectadores, lo sadiano nos devuelve aquel derecho que defendió el divino Foucault: el infinito derecho del hombre al goce estético. Sade nos hace más libres.

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¿Lo políticamente correcto y esta especie de nueva censura que hay en el ambiente están peleados con la catarsis a través del arte?

Ahora la censura está encubierta bajo la forma de un puritanismo edificante y moralizante, como si el arte fuera algo útil y pudiera contribuir a mejorar el mundo, lo cual es una tautología, puesto que el arte es ético en sí.

A lo largo de la historia, la censura ha tenido distintas formas de manifestarse. La historia de los artistas, como bien dijo la escritora Toni Morrison, es una historia sangrienta. Cuántas veces el artista, a cambio de su sacrificio y su deseo de libertad, ha recibido rechazo, presión, burlas, omisión, silencio, maltrato, injurias, denuncias, prohibiciones, exilio, manicomio y prisión. Hasta con su propia muerte ha pagado.

Fotos: Gabriel Morales.
Fotos: Gabriel Morales.

Por tanto, lo radical en el arte sigue siendo una pieza fundamental para medir el grado de represión cultural, más allá de toda ideología. El arte, como bien explicaba Harold Bloom, debe triunfar por sí mismo, por su propio poder, gracias a su supremacía estética.

La verdadera rebelión se encuentra en la propia naturaleza del arte, en su ética intrínseca, en su poética, en la belleza. Yo defiendo al artista irresponsable, al loco. Defiendo el poder del arte por sí mismo.

Si pudiera decirle algo a la gente que se siente incómoda con sus obras, ¿qué sería?Nada. Trabajo para pedir amor.

El dolor es uno de los ejes de su trabajo, ¿considera que es necesario en el proceso de creación?

No puedo generalizar en torno a esta idea, pero es cierto que las obras que más me impactan o emocionan son aquellas en las que se transparenta el alma del artista, su angustia, su miedo, sus demonios. Ingmar Bergman decía que él ponía a trabajar a sus demonios tirando del carro de combate. ¿Acaso puede ser de otra manera? El arte chorrea desde una herida abierta que se somete a la disciplina del trabajo. Estoy convencida de que sin amor y sin muerte no existiría la belleza.

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¿Puede hablar de la herida que está sublimando en Terebrante? Lo pregunto también porque sé que estudió Psicología

La psicología me ha servido para muy poco, o para nada. No es algo que intervenga en mis procesos de creación.

La herida que sublimo en "Terebrante" es amorosa, es “la causa” de la que habla Manuel Agujetas: el sufrimiento por amor, la siguiriya, un palo flamenco, un canto de amor y muerte. Pero también es la sublimación de la belleza del flamenco a través de la filosofía del bailaor Israel Galván y del cantaor Manuel Agujetas, dos gitanos sublimes, irrepetibles, con una visión conceptual del arte fuera de toda norma.

Fotos: Gabriel Morales.
Fotos: Gabriel Morales.

Intento transformarme en ellos y entregarme en sacrificio, como si fuera una gitana blanca. Es un rito trágico con el deseo de que se produzca una especie de transubstanciación, ese vino que se convierte en la sangre de Cristo, en la sangre de los gitanos.

"Terebrante" es un símbolo inmenso del martirio, del sacrificio.

Muchos escritores y artistas de performance se interesan en llegar a experiencias límite para alcanzar la sublimación en su arte, ¿cómo lo logra usted?

Siempre tengo ganas de morir, lo llevo dentro, desde niña, eso ya me sitúa en un límite, es lo que sostiene el edificio poético al completo, la necesidad interior, una perspectiva extrema de muerte. Por otra parte, en cuanto piso el perímetro trágico mi conciencia se altera de un modo extraordinario y permito que los demonios hablen por mi. Lo que busco, por encima de todo, es la alteración de la conciencia. Es un límite interno. Lo que llamaríamos “posesión”. Me convierto en una posesa. En Francia me llaman la sorciere (bruja). Me arrojo al abismo. Dejó abierta la herida interior. Me sitúo en un estado de absoluta vulnerabilidad emocional.

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La muerte, el proceso hacia la propia extinción, es uno de sus intereses principales. ¿Cuál es el sitio al que busca llegar en ese sentido?

Me estoy despidiendo. Quiero que cada una de mis palabras sea una despedida.

"Terebrante" está cargada de espiritualidad, ¿qué representó el cristianismo en su formación personal y su imaginario?

Por supuesto, "Terebrante" es un intento de conectar el cielo y la tierra, intento conectar mi alma con el alma errante de Manuel Agujetas. Es la búsqueda de la espiritualidad del flamenco a través del amor y de la muerte, y también a través un misticismo erótico, casi teresiano, un erotismo religioso donde el sexo también interviene como una forma más de espiritualidad, o santidad. Yo me considero una cristiana sin iglesia. Mi educación es cristiana, y la idea del sacrificio está enraizada sobre todo en el cristianismo, es cierto. Pero mi cuerpo es mi iglesia. Estoy clavada a una cruz que es mi propio cuerpo.

Fotos: Gabriel Morales.
Fotos: Gabriel Morales.

¿En qué reside la espiritualidad para usted?

La espiritualidad es la trascendencia, y la trascendencia es aquello que se encuentra más allá de los límites naturales. En ese sentido la espiritualidad es transgresión pura porque va contra la ley de la vida, y representa la impotencia de la razón.

Después de ver "Terebrante" pienso en la transgresión y la trascendencia, el arte que deja una huella en la experiencia humana, ¿dónde pone la mirada para alcanzar ese nivel?

En los místicos. En el éxtasis. Bataille lo explica muy bien, el dolor conduce al éxtasis, a una elevación espiritual.

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¿Le gusta el teatro mexicano?

No soy espectadora de teatro. No voy al teatro. Pero si me preguntas por el cine, que es mi pasión, considero que Carlos Reygadas es un director impresionante, veo sus películas una y otra vez, y es uno de los grandes del cine contemporáneo, inmenso, inmenso, es un cineasta inmenso, cada una de sus películas es una obra maestra, es un genio. Amat Escalante también es otro de mis directores favoritos. Y qué decir de Arturo Ripstein, que en mi juventud fue una referencia fundamental, un director demasiado grande para unos tiempos tan exiguos.

¿Quiénes diría que son sus mayores influencias?

Cada obra está sometida a una influencia obsesiva. Trabajo con obsesiones. Pero mi mayor influencia es sin duda Yukio Mishima, su triada acerca de la belleza, el sexo y la muerte, inspirada a su vez por Bataille, es mi fundamento estético y espiritual desde que empecé a leer sus libros, apenas cuando tenia 17 años. Incluso he llegado a pensar que en otra vida fui japonesa. Soy un samurái.

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