La UNAM llegó a mi vida mucho antes de que yo llegara a ella: era el horizonte al que aspiraba desde niña, cuando soñaba con un futuro en el que pudiera estudiar, reflexionar, cuestionar y, sobre todo, contribuir a cambiar las realidades injustas que me rodeaban. Años después, convertida en jurista e investigadora, encontré en esta Universidad no sólo un espacio de trabajo, sino un hogar para el pensamiento crítico, la docencia comprometida y la investigación jurídica con sentido social.
Desde que llegué al Instituto de Investigaciones Jurídicas, mi labor ha estado marcada por una convicción profunda: que el derecho debe ponerse al servicio de las personas en mayores condiciones de vulnerabilidad y no ser un instrumento que las oprima. Mi compromiso con estos temas no es sólo académico: es ético y político. En la UNAM he podido consolidar líneas de investigación que son, en realidad, causas de vida: el acceso a la justicia; la niñez y las juventudes migrantes; y el derecho al asilo, los refugiados y la migración forzada. Abordo estos asuntos de manera interdisciplinaria, combinando los estudios jurídicos con la teoría política, la sociología del poder, el análisis del discurso y la crítica a las políticas migratorias contemporáneas.
Gracias al trabajo que he desarrollado como investigadora de tiempo completo en la Máxima Casa de Estudios, en 2023 tuve el honor de recibir el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales que otorga la Academia Mexicana de Ciencias. Este reconocimiento, en más de seis décadas, sólo ha sido concedido a tres juristas, de los cuales yo soy la primera mujer en obtenerlo. Sin embargo, este galardón no es únicamente mío: también es de la UNAM, una universidad que es, ante todo, un espacio de transformación social y la institución que me ha dado las condiciones para hacer del derecho una herramienta de resistencia, dignidad y esperanza para quienes han sido estructuralmente excluidos.
En este caminar, Fundación UNAM ha sido una aliada entrañable. Su labor va mucho más allá de financiar proyectos: abre puertas, derriba muros y construye puentes. Gracias a la Fundación, miles de alumnos pueden continuar sus estudios con becas de manutención; jóvenes de escasos recursos reciben apoyo nutricional; se fomenta el aprendizaje de inglés, herramienta indispensable en un mundo globalizado; se posibilitan experiencias internacionales a través de subsidios; se llevan brigadas de salud a comunidades apartadas; se fortalecen espacios de sustentabilidad y salud integral; y se conceden oportunidades para el diálogo y la reflexión que nos permiten entender el mundo en el que vivimos y transformarlo desde la universidad pública.
Celebrar los treinta y dos años de Fundación UNAM es reconocer que detrás de cada beca, de cada programa, de cada brigada, hay historias de esfuerzo, de superación, de dignidad y de esperanza. Como universitaria, como investigadora en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, como docente en la Facultad de
Derecho y, sobre todo, como mexicana comprometida con la justicia social y con la defensa de los derechos de las personas migrantes, agradezco profundamente esta labor que fortalece la esencia de nuestra Universidad Nacional: ser un espacio donde todos los individuos tengan cabida, donde el conocimiento sea una herramienta de cambio y donde nunca dejemos de imaginar un país más justo, más digno y más humano.
Investigadora en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y profesora de la Facultad de Derecho
Experta en temas de derechos humanos, migración, asilo e infancias en contextos de movilidad
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