
En cinco décadas de dedicarse a la Antropología y a la Etnohistoria, Teresa Rojas Rabiela no abandona el trabajo de campo. Para la investigadora, acercarse a las comunidades, vivir de cerca y conocerlas a gran profundidad constituye una labor social única y capaz de brindar respuestas sobre la historia de México y sus raíces ancestrales.
Por su compromiso con la investigación y por su labor en enlazar los diálogos de diferentes conocimientos y disciplinas que averiguan el pasado, Rojas Rabiela fue reconocida por el gobierno federal con el Premio Nacional de Artes y Literatura en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, un galardón que es resultado de 50 años de investigación y docencia, explica la investigadora desde la comodidad de su hogar.
En su sala, los libros que ha publicado a lo largo de su trayectoria la acompañan, así como el recuerdo de uno de sus grandes maestros, el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, y la presencia de la institución donde ha desarrollado sus investigaciones, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), del que fue directora de 1990 a 1996.
Etnóloga por la ENAH y doctora en Antropología por la Universidad Iberoamericana, Rojas Rabiela es especialista en el análisis de las tecnologías hidráulicas y chinampas, y ha explicado cómo las comunidades prehispánicas gestionaban el agua para riego y control de inundaciones, y cómo esas prácticas han ido evolucionando con el paso del tiempo.
¿Cómo llega este premio a su carrera?
Llevo más de 50 años en la investigación, así que es una culminación. Este tipo de premio en la mayoría uno los busca, a veces las instituciones te proponen, pero las instituciones ahora, y ya tenemos tiempo así, no se ocupan mucho de eso, entonces uno los busca o propones a otros compañeros.
El CIESAS es su casa de investigación. ¿Cómo fue el proceso de fundación y cómo fue su participación?
Sí. El CIESAS se creó en 1973 como el Centro de Investigaciones Superiores del INAH, que fue creado siguiendo un poco el modelo del Cinvestav del Politécnico. En ese entonces era una institución creada por decreto presidencial en tiempos de Luis Echeverría, no dependía del INAH, salvo el nombre, pero el director de esa primera institución fue Ángel Palerm, y el director del INAH de ese momento era Guillermo Bonfil Batalla, dos antropólogos, de tal manera que se crea esta institución con la idea de que se hiciera investigación a nivel excelencia. Ya en 1980 se da un cambio de decreto y se convierte en lo que hoy es el CIESAS. Sobre mí, yo entré como becaria con Palerm, que también era director del proyecto en el que yo participaba. Luego realicé mi tesis, que era de la ENAH, y prácticamente he visto crecer a la institución, toda mi carrera profesional ha sido ahí.
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En 50 años, ¿cómo ha cambiado la investigación en las Ciencias Sociales?
Es una pregunta amplia. Claramente la creación de instituciones como el CIESAS contribuyó a un cambio importante en lo cualitativo y cuantitativo. En 1973, y señalo que puedo referirme más al caso de la Antropología, tenía su desarrollo en dos instituciones, el Instituto Nacional Indigenista y el INAH, ésta última casi monopólica en el caso de la Arqueología, pero las demás disciplinas que se cultivan allí no requieren del todo permiso del INAH. Pero el CIESAS comenzó a formar nuevos investigadores y a partir de su formación se crearon otras instituciones, por ejemplo, del Departamento de Antropología de la UAM. Otras universidades, como la de Querétaro y la Veracruzana, comenzaron a abrir campos de investigación en Antropología. Más adelante, la Universidad Iberoamericana abrió el doctorado en Antropología, me incorporé tras una serie de procesos, pero he de decir que provengo de la educación pública.
¿Hoy en qué puede contribuir la Antropología?
Las dos llaves de la investigación antropológica son el trabajo cualitativo, que es fundamental porque trabajas con personas vivas que estudias en el trabajo de campo, quiere decir que no nada más haces paseos y recorres, sino que te quedas a vivir en los pueblos, haces amistades, redes con ellos, para que te tengan confianza. La otra llave es la posibilidad de moverte entre diferentes clases sociales, estudias gente que puede ser desde las clases más altas, como la historia de los empresarios, hasta con poblaciones indígenas y campesinas. La semana pasada acompañé a una de mis estudiantes a conocer el lugar que está investigando, en Puebla, y es interesante ver esta convivencia con la gente. Entonces, a través de esto, puedes hacer propuestas, intentar mejorar su calidad de vida.
¿Cómo observa el panorama de las chinampas hoy?
Las chinampas no me han dejado, grupos de jóvenes están intentando que no desaparezca el conocimiento para manejar las chinampas, pero el problema es que la Cuenca de México es un desastre, la urbanización ya se comió mucho. Tengo sentimientos encontrados, porque la capital es una gran fuente de trabajo, pero hay asentamientos irregulares, como Chalco, que era parte más baja del lago, por eso se inunda así; lo que hace falta son acciones y ordenamiento territorial, creo que no hay dinero que alcance para evitar las inundaciones porque la gente se asienta en lugares que no son adecuados para vivir.
¿Cómo percibe el trabajo de campo ante el incremento de la violencia en el país?
Muy complicado, hay regiones donde de plano ya no se puede hacer trabajo de campo. Hay regiones, como el caso de Puebla, que todavía no hay presencia de crimen organizado, pero tengo otra alumna que está en Michoacán, donde la gente está armada. Depende las regiones, pero no creo que las instituciones dejen a la deriva a sus investigadores, siempre que realizas un trabajo serio tienes que llevar el respaldo de la institución y te presentas a las autoridades.
¿Qué sigue tras el Premio?
Bueno, el Premio es algo que llegó, no es el principio ni el fin, yo soy profesora emérita de mi institución y del SNI, entonces tengo varios proyectos a medias, uno de ellos es terminar un libro sobre el trigo y los molinos en México, cómo esto cambia el repertorio de cultivos de la Nueva España. Ya no hago tanto trabajo de campo, pero no lo dejo porque hago recorridos con mis estudiantes.
¿Qué temas deben voltear a ver las generaciones jóvenes de antropólogos?
Siempre les digo a mis alumnos que escojan temas que no estén muy trabajados, cosas que no estén estudiadas, que revisen bien el estado de arte y se apoyen de los profesores, y otra cosa es que deben crear conocimiento nuevo, y eso se hace en el trabajo de campo y en el trabajo de archivo, por eso es muy importante tener una formación teórica, para hacer las preguntas adecuadas, y también intentar tener incidencia en la sociedad en el contexto actual que vivimos que está atravesado por la violencia.