
No asesinar a las mujeres fue un código que establecieron los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, esa regla se rompió con la persecución —ordenada por Adolf Hitler— a Johanna Schaft, también conocida como Hannie Schaft o la chica del cabello rojo. A sus 19 años, la estudiante de derecho de la Universidad de Ámsterdam tomó las armas para combatir la ocupación nazi en los Países Bajos, convirtiéndose en mensajera, informante y ejecutante de atentados a favor de la resistencia neerlandesa. Liliana Blum recupera su vida en la novela Ráfaga roja (Seix Barral, 2025).
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¿Hannie nos revela cómo es una guerra desde la cotidianidad?
Nadie se hubiera esperado que Hannie llegara a hacer lo que hizo, era una niña de familia de clase media, el papá era maestro, la mamá ama de casa y ella estaba estudiando leyes en la Universidad de Ámsterdam cuando comenzó la guerra. Ella quería ser maestra, pero como era tan tímida se pensaba incapaz de controlar grupos de niños. A diferencia de sus amigas Truss y Freddie —que conoció en la resistencia—, ellas sí venían de familias militantes del Partido Comunista. Hannie se involucró porque sus mejores amigas eran judías, entonces empezó a ver lo que les pasaba a los judíos en Holanda, que es lo que le pasó a la familia de Ana Frank: se los llevaron y los mataron en campos de concentración.
A diferencia de mucha gente en Holanda que tuvo una actitud muy pasiva, ella decidió actuar. En la Primera Guerra Mundial, los alemanes no le hicieron mucho caso a Holanda porque no respingó, como los animales que se hacen los muertos y el coyote pasa de largo. En la Segunda Guerra, Holanda esperaba lo mismo, pero los invadieron. Hannie pasó de ser una niña que nunca había tenido novio a estar seduciendo nazis para matarlos, de ser una niña temerosa a estarle disparando a un alto funcionario desde una bicicleta en movimiento.
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¿Existieron códigos de guerra?
En algún momento funcionó así, pero los nazis rompían sus propias reglas porque, por ejemplo, no podían disparar a discreción hasta que Hitler dio la orden de matar sin restricciones. Con Hannie, los nazis se exasperaron porque a pesar de que la torturaron, ella no soltó prenda y decidieron ejecutarla cuando no debieron haberlo hecho. Algo muy irónico y cruel del destino fue que casi dos semanas después de que la asesinaron, Holanda fue liberada, es decir, si hubieran pospuesto su ejecución un par de semanas, ella hubiera sobrevivido.
¿Cuánto tuviste que documentarte para hacer esta novela histórica?
Primero descubrí que ojalá hubiera puesto más atención a mis clases de historia. A veces leer libros históricos pude resultar aburrido porque son hechos, fechas, números y pocas veces se le pone una cara a los actores en este tipo de conflictos que suelen ser entre países, gobiernos y soldados; y nunca ves en el nivel micro cómo se vive una guerra.
Cuando pensamos en la Segunda Guerra Mundial pensamos en los campos de concentración o la lucha entre rusos y nazis, pero no en cómo la pasaron la gente de otros países, no pensamos en personajes como Hannie que, al menos en nuestro país, es desconocida. Al buscar libros en español no encontré nada. Leí libros en inglés, refresqué el momento en que Alemania invadió Holanda, recolecté mucha información y después llegué a la dificultad de cómo acomodar todo en una historia . Me tardé un año y unos cuantos meses en estar investigando.
¿Tuviste acceso a documentos de Hannie?
En Holanda le pusieron un pedestal, hay una estatua de ella en Ámsterdam porque se volvió el símbolo de la resistencia y aunque existieron más nombres, ella fue un objetivo especial de los nazis. Cuando murió, se le hizo un funeral con honores y con la presencia de la reina Guillermina. En Holanda hay muchísima información digitalizada de ella y las biografías que conseguí se hicieron a partir de testimonios de personas que la conocieron, por ejemplo, las dos hermanas holandesas Truss y Freddie.
Hannie menciona que al inicio de la invasión sus rutinas seguían. Eso significaba que la guerra no era tan real: ¿eso nos pasa con la violencia, la minimizamos?
Hoy en México mucha gente está enfocada en los conflictos en Gaza y Ucrania, como si en país no estuviera en guerra. Oficialmente no lo estamos y no tenemos un ejército de nuestro lado, a diferencia de las guerras en el resto del mundo.
Hablando de las actitudes de los holandeses, es lamentable que muchos mexicanos tomemos una actitud pasiva al decir: “mientras a mí no me pase algo, no digo nada, no levanto la voz”, casi casi esperando a que los narcos pasen de largo y no me toquen. El problema es que hay muchos estados donde ya es imposible seguir así y como muestra están nuestros vecinos de Sinaloa donde matan a una mujer embarazada o al papá que fue a dejar a sus hijos a la escuela, actos contra la población civil, crímenes de guerra. Sin embargo, en México hacemos eso, mientras a mí no me toque de frente, hago mi vida como si esto no estuviera pasando. Eso es terrible. Pienso que los malos son menos, pero si los buenos no hacemos nada, les estamos dando chance de que hagan todo de manera impune.
¿Cambió tu percepción sobre el racismo?
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, los políticos mataron homosexuales, gitanos, comunistas y gente con discapacidades físicas o mentales, aunque lo más conocido es el asesinato de judíos porque fueron millones. Ese racismo lo podemos extrapolar a cualquier grupo humano de cualquier edad, incluso si nos vamos a nuestros orígenes. Lamentablemente la violencia y el racismo son partes inherentes de la esencia de los seres humanos y tendríamos que estar conscientes de ello para evitarlo.
A veces hay gente que se expresa al igual que muchos nazis lo hicieron después de la guerra: “es que yo sólo estaba siguiendo órdenes". Creo que siempre tenemos una opción y esto lo vemos, por ejemplo, cuando en las universidades holandesas obligaron a los alumnos a firmar un código de sometimiento ante los nazis, entonces hubo alumnos que sí firmaron, pero la gran mayoría no lo hicieron, por tanto, la consecuencia fue el cierre de las universidades ante una postura muy valiente.
En cambio, hubo gente que sí se doblegó e hizo lo que el enemigo le pedía. Creo que siempre podemos hacer algo cada vez que vemos una situación de racismo, sin embargo, a veces la tibieza nos impide actuar. ¿Quién de nosotros no hemos visto algún tipo de racismo en nuestras calles cuando quizás a una vendedora indígena le impiden entrar a una tienda? Todos podríamos decir algo, pero muchas veces elegimos pasar de largo. Hannie y mucha gente que hizo algo durante la guerra son un gran ejemplo de que siempre tenemos una opción y pienso que moralmente estamos obligados, al menos, a levantar la voz.
¿Cómo fue la construcción de Hannie como heroína?
Me gusta mucho explorar la psicología de mis personajes porque sé que cada cabeza es un mundo. Uno cree que los asesinos se vuelven duros, pero creo que tiene mucho que ver con la razón por la que alguien decide matar a alguien.
Cuando tienes a tu hijo por primera vez en brazos dices: "Yo por esta criaturita sería capaz de todo, incluso de matar". Si de repente llegara alguien, un perro o quien fuera, a tratar de hacerle daño a mi hijo, yo me lanzaba, aunque pudiera morir en el intento. Es decir, hacer todo cuando hay una situación de defensa propia, de defender a la familia o a lo más amado. Si eso supone quitarle la vida a alguien más es muy distinto a las muertes del narco; matan a alguien porque le quitó el cargamento de droga, porque era un policía o porque traicionó al cartel. Sin justificar un asesinato, creo que hay una razón más noble cuando estás defendiendo a tu familia o a tu país de asesinos que vienen a destruirte. Eso no significa que a Hannie no le afectara tomar vidas, pero las razones que hay detrás no fueron iguales.
Ella era una chica buena, una chica que amó a su familia y, como yo soy mamá, también me puse mucho en el lugar de los papás de Hannie, pensé en Cecy Flores y otras madres buscadoras en el contexto mexicano que dicen que lo peor es no saber dónde está tu hijo, o sea, que es más fácil decir: "bueno, ya sé que mi hijo está muerto, ya lo enterré”. Puedes tener una pérdida dolorosísima, pero es mucho peor no saber qué le pasó a tu hijo, si lo mataron, si sigue secuestrado o si lo están torturando. A Hannie la detienen, de eso se enteran los de la resistencia, pero en realidad no saben si la mataron de inmediato, si la están torturando ni en dónde está. Luego termina la guerra, liberan a Holanda y Hannie no aparece por ningún lado, ¡qué barbaridad! se me parte el corazón pensando en toda la gente que la quiso, pero en especial en su mamá y en su papá. Es un personaje muy humano y traté de ponerme en sus zapatos para darle voz en la novela.