
James Baldwin (1924-1987), el respetable escritor estadounidense radicado en Francia hasta el día de su muerte, se caracterizaba a sí mismo como un hombre “negro, feo y pobre”, situación bastante desventajosa para alguien que deseaba remontar la escala social en medio de las pugnas raciales contra los afroamericanos en la primera mitad del siglo XX. Pese a ello, desde su exilio se convirtió en un crítico agudo de la exclusión y los conflictos étnicos de su país e inspiró, con sus ensayos y novelas, a luchadores sociales de la talla de Martin Luther King Jr, y alentó las disidencias del movimiento queer –“extraño” o “desviado”– que lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ+.
El cuarto de Giovanni (traducción de Ismael Attrache para la editorial Sexto Piso, 2024) es, quizá, una de las obras más representativas del conflicto en las relaciones homosexuales de pareja, sobre todo en una década anterior a la revolución cultural de los hippies que pregonaba la paz, el amor libre y el consumo placentero de las drogas.
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La novela describe el noviazgo tormentoso entre el narrador protagonista, un joven norteamericano que viaja a Francia para encontrar su identidad, y un camarero italiano de nombre Giovanni, quien a su vez ha huido de su natal provincia después de haber fracasado en un matrimonio juvenil y de haber enterrado a un hijo que le nació sin vida.
La relación entre ambos personajes está mediada por las convenciones sociales que impiden su plena realización y los conflictos emocionales vinculados al juego de las apariencias, las frustraciones, el mundillo de los espacios clandestinos, el deseo, la lucha por la aceptación personal en un contexto marcado por la intolerancia, el miedo, la soledad y, finalmente, la desgarradura del vacío y el desenlace trágico de la muerte.
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En la novela, el cuarto simboliza un espacio al margen de las convenciones morales, la zona donde acontece lo prohibido. Es también el cautiverio de la pasión, el lugar donde se atemperan el clima de la mente y los cuerpos de los amantes. Es un área de clausura y una cárcel capaz de decapitar a quienes traspasan el umbral y asoman sus cabezas a la luz del amanecer.
La simbología de un cuarto “propio” en Virginia Woolf representaba la independencia intelectual y económica para que las mujeres escribieran y crearan libremente, pero en la teoría queer, el cuarto, el clóset o el armario son territorios de penitencia, regiones donde los hombres y mujeres con preferencias sexuales diversas al binarismo ocultan su identidad, delinean la figura de sus fantasmas o alimentan sus monstruos, según sea el caso. Autoras como Eve Kosofsky Sedgwick afirman que el concepto de “clóset” encarna el deseo homosexual mediatizado por la máscara, el silencio o el lenguaje evasivo.
Otro elemento importante de El cuarto de Giovanni es su estructura narrativa. La novela empieza por el final (in extremas res) y, mediante las retrospecciones, nos cuenta las historias de los dos personajes hasta llegar al desenlace. La focalización corresponde al narrador subjetivo con su voz fragmentada, melancólica y solitaria, que juzga los hechos desde su particular punto de vista. Estos rasgos evocan el estilo literario de James Baldwin, quien acostumbra el uso de un lenguaje cadencioso, de tono confesional y gran profundidad psicológica, lo cual le permite exhibir las formas de opresión social sin renunciar a la poética narrativa. Un equilibrio sutil que revela el ingenio de un gran escritor.
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