Hace un par de días regresó a Japón Aurelio Asiain (Ciudad de México, 1960), multifacético y políglota intelectual que en los años ochenta fungió como secretario de redacción de la revista Vuelta (fundada por Octavio Paz) y que actualmente es miembro del consejo editorial de Letras Libres. Su estancia en México fue breve pero intensa. El tiempo que duró su vuelta lo ocupó de forma mayoritaria en impartir un taller sobre traducción en Puebla, en dar una conferencia sobre Octavio Paz en el Antiguo Colegio de San Ildefonso y en hacer varias presentaciones de Muy diversas versiones (Editorial Grano de Sal, 2025), su más reciente libro, a propósito del cual nos concedió esta entrevista.
Aunque le hubiera gustado quedarse más en su tierra natal, el ciclo escolar en Hirakata otra vez empieza y sus clases en la Kansai Gaidai University demandan su presencia. Hace más de veinte años que se mudó al país del sol naciente, primero, como agregado cultural en la embajada de México y, posteriormente, ejerciendo en la mencionada universidad como profesor de literatura, poesía y cultura hispánicas, así como de traducción, oficios que no solo enseña, sino que también práctica asiduamente, según comenta, más que por profesión, por diversión.
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Más allá de que esta última afirmación priorice la práctica lúdica sobre la seria, la trayectoria de Asiain no deja de ser la de un auténtico profesional de la escritura. La publicación de su primer libro (un análisis de la obra del modernista mexicano Julio Ruelas) data de finales de los años ochenta. Todavía joven, recibió el III Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe por su libro inaugural de poemas, República de viento (1990) y, desde entonces, ha venido publicando volúmenes tanto poéticos (Edición de Autor en 2004, ¿Has visto el viento? en 2008, Estrofa en 2010, Urdimbre en 2012) como ensayísticos (Los pueblos de antes de 1991, Legítima defensa de 1993, Caracteres de imprenta de 1996 y Vida y muerte en la obra de Juan Soriano de 1997).
Asimismo, otro ámbito destacado en su carrera es el de la traducción. Si bien comenta que esta ha estado presente en su vida desde que tiene memoria, dado que su madre la ejercía en lo laboral como graduada del Colmex —y, también, en vista de que ya en la época de Vuelta tradujo más de 50 textos de prosa para dicha revista (incluido un relato de Vivant Denon titulado Point de lendemain y publicado en 1993 como Sin retorno), la mudanza a Japón parece haber representado un estímulo para estrechar aún más su relación con dicha práctica, ya que fue desde ahí que, por primera vez, publicó libros de traducción propiamente dichos, por ejemplo, Gendai Mekishiko Shi-shu, literalmente “Antología de la Poesía Mexicana contemporánea” en 2004 (con la colaboración de Tadashi Tsuzumi y Yutaka Ozono); Veintitantos poemas japoneses en 2005; Luna en la hierba. Medio centenar de poemas japoneses (ensayo, traducción) en 2007; Japón en Octavio Paz en 2014 y Centena de cien poetas. Poesía japonesa de los siglos VII a XIII en 2015. Hoy, diez años después, publica Muy diversas versiones.
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Una de las diferencias más evidentes de este libro en relación a los publicados antes es su heterogeneidad cultural y lingüística pues no da prioridad a una lengua, cultura o temporalidad específicas, sino que expone en un mismo lugar una amplia colección de filiaciones, afinidades y experimentaciones de las cuales no únicamente comparte los resultados, sino la manera en que llegó a ellos: hay poesía ucraniana, fragmentos del Rig Veda y Ovidio, poemas zen vietnamitas, de Ikkyū, de Victor Hugo y más. En suma, Asiain expone versiones poéticas cuyos originales proceden de una decena de lenguas que él habla, lee o conoce en alguna medida. Y cuando digo “en alguna medida” me refiero no solo a que algunos poemas del libro fueron traducidos desde lenguas que Asiain no domina ( para lo cual se ayudó de hablantes nativos y traducciones intermedias) sino también a que, desde su concepción, nadie puede llegar a dominar en realidad una lengua completamente, ni siquiera la materna, por lo tanto, ninguna traducción que pueda ser considerada meritoria debería partir del soberbio supuesto de conocer su materia de trabajo como quien conoce la palma de su mano. Y es que, “desde un sentido estricto, uno siempre traduce lenguas que no conoce a cabalidad”
Si damos por cierta esta premisa, entonces, dirías que es legítimo hacer traducciones desde y hacia lenguas de las cuales solo poseemos rudimentos.
En Muy diversas versiones hay traducciones de lenguas que conozco razonablemente bien como inglés y el francés. De otras que conozco bien, como el italiano o el japonés. Y otras que conozco muy medianamente, por ejemplo, el chino —sobre todo el sistema antiguo porque ya los caracteres cambiaron. Pero sabiendo japonés, un poema clásico chino lo puedes entender en un 30, 70, a veces hasta en un 100 por ciento. Esto, claro, es un decir. A lo que voy es que sí puedes captar algo del sentido y a veces mucho. Pero cómo suena, de eso no tengo la menor idea—.
Inclusive, las lenguas que conozco razonablemente bien, como el inglés, no dejan de ser terrenos que conozco a medias. Sobre esto, una muy buena poeta y traductora uruguaya llamada Ulalume González de León una vez me dio un consejo (realmente fue una observación), me dijo: "un buen traductor es alguien que lee una frase donde está la palabra table y, de pronto, duda de que eso signifique mesa. Y es que hasta la palabra más común de pronto puede convertirse en otra cosa. Un buen traductor es alguien que siempre duda de conocer bien la lengua de la (y a la) que está traduciendo.
A mí me ocurre siempre al traducir. No dejo de preguntarme: ¿Esto se dice así en español? ¿es un mexicanismo? ¿es un americanismo? ¿es algo que la generación actual no dice? Tengo muchísimas dudas siempre, sobre las dos lenguas. Entonces, para responder a tu pregunta, no es solamente legítimo, además de pedagógico, sino que es algo que ocurre siempre. Uno nunca conoce la otra lengua, o la conoce muy a medias. De la gente que te dice: "Yo domino a la perfección esta lengua" De esa es la que hay que dudar más.
Por eso has dicho en varias ocasiones que tú no te asumes como un traductor profesional
No soy profesional porque, en primera, no vivo de eso. Hace muchos años que no traduzco por pedido (excepto en la universidad, pero ahí son cosas, más bien, administrativas). En segundo lugar, yo no estudié traducción como, por ejemplo, mi madre. Ella sí era traductora, se graduó de la segunda generación de traductores de Colegio de México (colmex).
Y fue de ver lo que ella hacía y de ayudarle con lo que nos pedía que yo aprendí el oficio. Sé perfectamente cómo se busca en un diccionario o en una gramática, sé sobre la atención que hay que poner al nivel de uso, si es una dicción coloquial, popular, coloquial-culto o, cuando se trata de poesía, si el poema tiene ciertas exigencias formales o de otro tipo. Te repito: oficio de traductor tengo. Pero no vivo de eso, y además de que no tengo títulos, desconfío profundamente de cualquier teoría de la traducción y de cualquier preceptiva de la traducción.
¿Por qué esta reserva tuya hacia las teorías?
Es que todas me parecen tomaduras de pelo. Ya sean meras alucinaciones o productos ideológicos deliberados, las teorías suelen tener visiones de túneles sobre las cosas y en la práctica las cosas son siempre de otro modo. Por eso, no hay que basarse en ninguna teoría para traducir. Claro que puedes aprender el oficio, al igual que los carpinteros o los ceramistas lo hacen. Un traductor no es más que un artesano. Y los artesanos no tienen teorías. En Japón, por ejemplo, ese asunto teórico está reservado para quienes escriben libros sobre el Kinsugi (palabra que significa reparación con oro), pero los señores que realmente hacen Kinsugi no se andan con esas mamadas. Y he de decir que no solamente no me considero un traductor profesional, sino que miro con mucha ironía esta figura. Tiene demasiadas certezas, y eso está fuera del lugar en nuestro ámbito.
Pero, más allá de que la práctica de la traducción exceda a cualquier teoría, esta última es importante y apasionante también.
Sí, la teoría es apasionante...para los que les gusta hacer teoría. Pero no hay que olvidar que, a fin de cuentas, ella no pasa de una especulación. El problema es que la gente se cree que la teoría es la verdad, que es una cuestión de principios. El mundo académico está lleno de planteamientos teóricos que se vuelven ideologías (estas no son, por supuesto, restrictivas de la política, sino que se manifiestan dentro de las humanidades, en la literatura y también en la traducción).
Un vicio recurrente de los llamados traductores profesionales es que después de que leen una teoría que les gusta tienden a ocuparla de manera soberbia como principio irreductible. Ayer me ocurrió, por ejemplo, que me encontré en un estante una nueva traducción de The Turn of the Screw de Henry James, lanzada por una editorial española y en cuya capa reza "Por fin una traducción a la altura del texto original".Lo curioso es que el título propuesto por tal edición era La vuelta de Torno. Me hace mucha gracia que te la vendan como una traducción "a la altura de James" porque ya desde el título me parece torpe.
En el inglés del escritor esa era una frase coloquial que ocupaba la semántica del tornillo y de su función (el apretar) para decir que una situación que era de por sí angustiosa y preocupante se volvía aún más. Era un título que decía inmediatamente algo al lector histórico. Pero "la vuelta del torno" no nos dice absolutamente nada. Compré el libro ayer y aún no lo abro, pero cuando lo lea será con toda la expectativa de enojarme.
Señalas en alguna parte que, en el ámbito de la poesía, la atención sostenida sobre la puesta en página puede arrojar ciertos datos relevantes para la traducción, inclusive cuando se trata de lenguas que nos son totalmente ajenas. ¿Cómo es que estos aspectos diferentes al sentido pueden resultar significativos?
La observación cuidadosa de la mancha tipográfica nos acerca no al sentido en sí, sino a la manera en que este se produce. Desde luego, tal acercamiento es engañoso, porque uno tiene la impresión de estarse acercando, de estar entendiendo algo y muchas veces cae en errores que pueden pasar mucho tiempo desapercibidos.
Esto pasa incluso cuando entiendes completamente todas las palabras y todas las frases, con poemas que conoces muy bien y que sabes de memoria. De pronto, en la regadera, el lugar donde ocurren las relevaciones, te cae el 20 de algo que tú creías haber entendido y dices: ¡Ay cabrón, no iba por ahí.”
Será que el carácter engañoso de cualquier lengua tiene que ver con que un determinado sonido o una determinada grafía no siempre significan lo mismo en sus diversas apariciones en un texto?
No solo en los textos, en las lenguas en general se suelen repetir sonidos sin que se les adjudique necesariamente un significado convencional o de diccionario. El otro día yo escribí un tweet a propósito de que la señora presidenta había citado mal el Himno Nacional, lo cual se supone que puede ser hasta una infracción a la ley.
En realidad, considero al Himno, como texto, bastante lamentable hablando en términos formales. Se me ocurre que su única aportación literaria realmente memorable es el masiosare. Porque, la cuenta silábica al cantarlo te obliga a pronunciarlo todo junto. No puedes decir más-si-osare porque se te mete una sílaba de más. Es una torpeza de Francisco González Bocanegra. Si fuera un texto para ser leído no habría mayor tema, pero al ser una letra de canción se vuelve importantísimo evitar esas cosas. Pero, precisamente, el no haberlo evitado fue lo que produjo la cosa genial que es el masiosare, una presencia fantasmal y la única parte del Himno que todos se saben.
¿En qué estás trabajando? ¿Qué viene después de Muy diversas versiones?
Muchas cosas en cuanto a traducciones. Yo traduzco todos los días. Tengo listo, por ejemplo, un libro de Renga (forma clásica de poesía japonesa). A propósito de este, cuando lo estaba escribiendo coincidió que una editorial me contactó para preguntarme si había hecho traducciones de renga. Yo les dije: "Pues tengo esta y ya casi está." Entonces me dijeron: "bueno, la queremos lista tal fecha" pero no la acabé (estaba haciendo un trabajo cuidadoso, cuidando en la medida de lo posible el orden métrico del original). Y entonces... se la encargaron a otra persona, lo que me pareció una brutalidad porque era mi idea. Ahora que está lista (hace dos años la terminé) la publicaré más o menos pronto. Ya no va a ser la primera, pero bueno. Estoy haciendo un libro sobre sobre dos Estoy en un libro sobre Japón y un libro sobre Kyoto.